
El centenario de Norberto Bobbio, tan lejos y tan cerca
Las ideas del gran teórico italiano de la democracia contemporánea mantienen su vigencia en el contraste con la galería de escándalos y caricaturas que ofrece la política europea actual, panorama que se replica (claro) al otro lado del Atlántico.
Se cumplieron, el pasado domingo 18, cien años del nacimiento del gran teórico de la democracia y filósofo político italiano Norberto Bobbio. La evocación coincide en estas semanas con los veinte años de la caída del muro de Berlín y subraya, a contraluz, la vacancia actual de grandes pensadores y el marasmo en el que discurre la política europea (y de más allá) entre otras cosas, por la corrosión de las ideologías y los usos y abusos de poder que ganan estado público.
Allí están los italianos, con Silvio Berlusconi -“Il Cavaliere”-, nuevamente en la picota, debatiendo si la anomalía es el decisionismo personalista que él encarna salpicado de promiscuidad desenfadada, o la ingobernabilidad facciosa que, según algunos dicen, sobrevendría si saliera del gobierno. Allí están los franceses, tan lejos del presidente estadista que fue Francois Mitterrand y más cerca de su sobrino, el ministro de Cultura del actual presidente Nicolás Sarkozy obligado a explicar sus preferencias sexuales ante la hija del neofascista Jean-Marie Le Pen. O el propio Sarkozy haciendo gala del más abierto nepotismo en la promoción de su hijo al frente de la administración de la City parisina. Y allí están los españoles, con una oposición conservadora enlodada por el peor escándalo de corrupción, el “caso Gürtel”, que incluye coimas, fraude fiscal, asociaciones ilícitas y festicholas a todo trapo, con prostitución incluida y dirigentes antisemitas. Los vicios privados, en todos estos casos, parecen ocupar la escena ante la escasez de virtudes públicas, o develando la hipocresía de quienes dicen defenderlas.
El panorama de la política europea se replica en la política latinoamericana, con presidencialismos exacerbados, gobernantes devenidos en demiurgos del pueblo, omnipotentes o impotentes; Congresos colonizados por los intereses económicos o políticos de baronías privatizadas o feudos provinciales y crudas disputas de poder revestidas de batallas por las libertades republicanas o la redistribución de la riqueza. Mientras tanto, la utilización del espionaje y los servicios de inteligencia para intimidar y controlar actividades políticas, periodísticas y económicas traspasa la legalidad democrática instrumentando modos de funcionamiento más propios de los regímenes totalitarios.
Viene a cuento, entonces, recordar algunas claves del pensamiento de Bobbio, quien supo explicar la distancia entre las promesas de la democracia y los grises y opacidades del ejercicio del poder. En “El futuro de la democracia” (1984), una de sus obras más conocidas, proponía “hacer descender la democracia del cielo de los principios a la tierra donde chocan fuertes intereses”, abriéndose paso “entre la lección de los cínicos y el catecismo de los iluminados”. Primera lección: el paso de aquellos polvos a estos lodos no es el que va de la teoría a la práctica, o de las leyes existentes a su permanente incumplimiento, sino el que va de de una realidad indeseable a otra que mejore un poco las cosas.
Se refiere Bobbio, específicamente, a la democracia como “el gobierno del poder público, en público”. Es el régimen del poder visible y se opone, como tal, a los poderes invisibles y los secretos de Estado en los cuales se suelen escudar los gobernantes y grupos de poder para eludir el control y la evidencia de sus actos.
Aquí la segunda lección: lo que distingue al poder democrático de uno autocrático es que sólo el primero permite formas de “desocultamiento” por medio de la crítica libre y el derecho de expresión de los diversos puntos de vista. En “El pensamiento de Bobbio en la cultura iberoamericana” (Fondo de Cultura Económica, 2006) señalan Alberto Filippi y Celso Lafer que en una época dominada por la paradojal negación de algunos de los pilares conceptuales de la filosofía de este gran pensador –el constitucionalismo republicano, el ejercicio de los derechos fundamentales, el logro y el mantenimiento de la paz, la efectividad de la democracia sustancial y formal- su aplicación representa un desafío ineludible.
Las reflexiones de Bobbio, que murió a los 94 años en el 2004, son siempre un buen ayuda memoria para este tiempo por momentos tan desmemoriado: desconfianza hacia la política demasiado ideologizada que divide el universo en partes que se excluyen mutuamente; defensa del gobierno de las leyes por sobre el gobierno de los hombres, y del espíritu crítico contra los dogmatismos opuestos; elogio de la templanza, entendida no sólo como actitud y comportamiento individuales sino también como categoría política y virtud social: respetar las ideas de los demás, detenerse ante el secreto de cada conciencia, comprender antes de discutir, discutir antes de condenar.
Publicado por:
Ana
fecha: 29 | 10 | 2009
hora: 4:01 pm
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Veo en este periodista jóven que el sufrimiento puede ser la fragua en que se van clarificando brillantemente las ideas.
Les toca una época muy docente en todo sentido a los jòvenes periodistas que espero no la desaprovechen.
Un momento en el cuál donde se mire se ven peligrosìsimas ligerezas y choque de aberraciones .Un momento en que quien tiene «verdadera buena voluntad»siempre debe iluminar.
Es tremendamente peligroso dejar que la decadencia domine el panorama.
Publicado por:
Marco
fecha: 30 | 10 | 2009
hora: 4:16 am
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«Entre la lección de los cínicos y el catecismo de los iluminados…» ¿Cómo aterrizar en medio?
Buen artículo.
Publicado por:
javier del rey morató
fecha: 10 | 11 | 2009
hora: 12:24 pm
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Quiero destacar estas palabras de Fabian Bosoer, por su pertinencia, y porque alude a los dos mundos -el de Europa, el de América Latina-, que acusan una pobreza inocultable en la política, y una clara ausencia de intelectuales que funjan a modo de faros del pensamiento.
Bobbio, que duda cabe, era uno de ellos.
Y aquí va el párrafo de Bosoer, cuya eficacia heurística resulta evidente para todo aquel que quiera pensar, un poco más allá de lo que dicen los titulares de la prensa diaria.
Le paso la palabra a Bosoer, que es pasársela también a Bobbio:
«El panorama de la política europea se replica en la política latinoamericana, con presidencialismos exacerbados, gobernantes devenidos en demiurgos del pueblo, omnipotentes o impotentes; «Congresos colonizados por los intereses económicos o políticos de baronías privatizadas o feudos provinciales y crudas disputas de poder revestidas de batallas por las libertades republicanas o la redistribución de la riqueza. Mientras tanto, la utilización del espionaje y los servicios de inteligencia para intimidar y controlar actividades políticas, periodísticas y económicas traspasa la legalidad democrática instrumentando modos de funcionamiento más propios de los regímenes totalitarios.»
Bobbio se marchó pero sigue entre nosotros, los que hemos aprendido algo de él, los que hemos visto algunas líneas de luz en sus páginas, en medio de tanta sombra, de tanta mediocridad, de tanto provincianismo, en nuestra clase política, y también en el periodismo.
Un saludo desde Madrid