Jordi Vaquer
13/01/2011
Aunque son situaciones distintas, las protestas en Túnez, Argelia y Egipto de las últimas semanas guardan todas unas características comunes: falta de oportunidades para los jóvenes, la discriminación y unos regímenes ineficientes. Es más, también los acontecimientos son similares. Primero se producen muestras de violencia en las calles por parte de los manifestantes. La policía, entonces, responde causando víctimas mortales y el Estado toma medidas represivas como censura o registros de viviendas. Esto pone en una difícil situación a los países europeos, especialmente Francia, España e Italia, defensores de las relaciones entre Europa y los países norteafricanos. Como estos últimos les facilitan las tareas de inmigración y seguridad que afectan a los países europeos, no hay una condena clara ante la represión. Pero aparte de las protestas, también está el problema de la sucesión. La mayoría de los líderes en estos países están notoriamente desgastados, tanto física como políticamente, pero aún así los regímenes tratan de reducir las expectativas de cambio. Sin embargo, estas acciones enervan más aún a los jóvenes, quienes reclaman un papel más importante. El autor opina que aquí es donde los países europeos pueden actuar, apoyando a aquellos que se oponen a los regímenes por la vía política e institucional y presionando a los actuales gobiernos a reconocer los derechos humanos y libertades. Hoy en día, Europa calla e intenta preservar la estabilidad actual, pero las nuevas protestas pueden hacer que se vean cómplices de las represiones, traicionando sus valores tradicionales.
Jordi Vaquer es director del Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona (CIDOB).
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