José Ignacio Torreblanca
28/01/2011
No hay mucha gente que se atreva a enfrentarse a los dictadores, pero parece que las cosas están cambiando. Primero fue Túnez y ahora es Egipto quien se ha levantado contra su mandatario, quien debe replantearse si merece la pena seguir con esta lucha. Esta situación han dejado en evidencia a la diplomacia, que durante años ha defendido el «diálogo crítico», en contra de los defensores de los derechos humanos, que se posicionan a favor de la transparencia y rechazan este tipo de diálogo, que silencia los abusos de las dictaduras. En este debate entran también las posiciones de las potencias exteriores. EE.UU. parece que ha alzado la voz en contra de la represión, apostando por las reformas en un régimen al que ha apoyado militarmente durante años. Europa, sin embargo, aún mantiene su silencio, como ha hecho durante todos estos años para mantener la estabilidad en la zona. Pero su inactividad, dice el autor, ya no es suficiente, a pesar de tener las manos atadas, pues Egipto es demasiado poderoso como para equivocarse. Por tanto, parece que aún es labor de los ciudadanos conducir el cambio hacia una democracia.
José Ignacio Torreblanca es director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations (ECFR), profesor de la UNED y columnista de El País.
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