Fabián Bosoer
10/02/2011
El 4 de junio de 2009 en la Universidad de El Cairo, Obama dio un discurso en el que hablaba de «la convicción inquebrantable en que todas las personas anhelan ciertas cosas: la posibilidad de expresarse libremente y tener voz y voto en la forma de gobierno; la confianza en el estado de derecho e imparcialidad de la justicia; un gobierno transparente que no le robe a su gente; la libertad de vivir según escoja cada uno». Resulta paradójico que el presidente pronunciara estas palabras y que un año y medio después Egipto se revolucionara pidiendo eso mismo, libertad y transparencia. Él quería replantear la posibilidad de una relación positiva entre Occidente y el Islam, pero parece que lo que consiguió fue regar la semilla que germinó en las revulciones que hoy se dan en el mundo árabe.
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