Por Javier Ortiz (para Safe Democracy)

Javier Ortiz comenta los planes de Estados Unidos en la frontera con México y los esfuerzos españoles de frenar la inmigración ilegal y dice que es como intentar reparar una tubería de agua en mal estado: se suelda un escape y, al cabo de nada, la presión del agua provoca otro algo más allá. Ortiz cree que hay que propiciar el desarrollo económico y social de los países de origen de los inmigrantes, de modo que sus ciudadanos no se vean forzados a huir de ellos.


Javier Ortiz es columnista del diario El Mundo y comentarista político de la radio y la televisión públicas vascas. Ha sido subdirector de El Mundo y responsable de sus páginas de opinión. Ejerce de periodista desde los 18 años. Durante el franquismo padeció cárcel y exilio por razones políticas. Ha escrito en muy diversos medios españoles y extranjeros. Tiene publicados ocho libros.

BUSH QUIERE CONSTRUIR UN MURO QUE DIVIDA a Estados Unidos de México. Alega que cada año tratan de atravesar ilegalmente esa frontera un millón y medio de personas. Lo cual no es verdad –contabiliza por separado a los muchos que lo intentan en repetidas ocasiones–, pero sí preocupante.

El Gobierno español va a alquilar un satélite artificial para vigilar el ir y venir de barcos entre las costas del continente africano y las Islas Canarias. La continua afluencia de embarcaciones cargadas de inmigrantes subsaharianos ha disparado todas las alarmas oficiales. Las autoridades españolas están desbordadas. Su idea es vigilar desde el cielo el tránsito de barcos, detectar los que transporten inmigrantes y controlarlos con patrulleras antes de que lleguen a la costa, pero son tantos que no dan abasto.

COMO UNA TUBERÍA
No sé qué grado de eficacia tendrán al final todas esas medidas, allá y aquí. Vigilar por tierra la enorme frontera que existe entre México y Estados Unidos puede exigir un enorme despliegue de medios y personas. Tampoco parece sencillo taponar la comunicación entre África y Europa. Quizá logren frenar la vía canaria, pero hay muchas otras posibilidades.

La inmigración al Primer Mundo viene a ser como una tubería de agua en mal estado: se suelda un escape y, al cabo de nada, la presión del agua provoca otro algo más allá.
La clave está en la presión.

PROPICIAR EL DESARROLLO
Miradas las cosas con serenidad, está bastante claro lo que hay que hacer para bajar esa presión. Es necesario propiciar el desarrollo económico y social de los países de origen de los inmigrantes, de modo que sus ciudadanos no se vean impelidos a huir de ellos.

Pero eso plantea dos condiciones imperiosas. Una, que el Primer Mundo transfiera los fondos requeridos para ese esfuerzo. La otra, que propicie la instalación de regímenes políticos locales cuyos dirigentes no roben el dinero transferido. Ambas chocan con la lógica de los Estados capitalistas, que se resisten tenazmente a aflojar la bolsa y que tampoco quieren renunciar a los negocios que tienen montados con los corruptos gobernantes actuales del África.

EL CAPITALISMO NO SE PRIVA
Algunas voces sensatas advierten a los grandes de Occidente que, por resistirse a renunciar calculadamente a lo menor, pueden acabar poniendo en peligro lo mayor. Y tienen razón.

Pero es muy difícil, si es que no imposible, que el sistema capitalista aprenda a hacer cálculos a medio y largo plazo, privándose de los beneficios que tiene al alcance de la mano. Es mezquino por naturaleza.