Por Juan Antonio Ruiz Castillo (para Safe Democracy)

Juan Antonio Ruiz Castillo vuelve sobre la definición del Estado democrático y afirma que no hace falta ser historiador para comprobar que a lo largo de la Historia las democracias nunca han hecho la guerra entre sí. Ruiz Castillo cree que la amenaza nuclear iraní es un claro desafío a la comunidad internacional y pregunta cómo es posible que los Estados democráticos del mundo se adapten hoy tan fácilmente y con comodidad a esta una nueva amenaza, perfectamente identificada.


Juan Antonio Ruiz Castillo es diputado del grupo socialista en la Asamblea de Madrid y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología. Tiene un Master en Administraciones Públicas por el Instituto Ortega y Gasset.

EL DEBATE ACERCA DE LO QUE «ES» un sistema democrático, o la democracia en sí misma, es tan antiguo como el término demos acuñado en la antigua Grecia.

A lo largo de la historia, y, principalmente desde 1789 con la Revolución Francesa, los hombres y mujeres europeos nos hemos afanado en definir de mil formas diferentes un sistema que respondiera al «es» democrático basado en tres ideas esenciales: libertades, derechos y deberes.

Existen dos corrientes ideológicas para tratar de explicar estas concepciones políticas democráticas: la liberal-conservadora y la socialista. La primera pone el acento en lo económico y el «mercado» se impone. En la segunda visión, predomina lo «social».

DEMOCRACIA VERSUS TOTALITARISMO
Los hombres y mujeres marcan una clara frontera entre ambas corrientes. Allí están los derechos individuales o colectivos. En el constitucionalismo aparecen también dos claras definiciones para el Estado democrático: por un lado, el Estado de derecho, y por otra el Estado social de derecho.

No hace falta ser historiador para comprobar cómo a lo largo de la Historia ambas concepciones han coincidido en algo fundamental: la defensa de los valores tradicionales que definen «lo democrático», y la defensa entre los pueblos que eligen libremente la democracia como su sistema de vida y convivencia en paz. Los Estados democráticos nunca han hecho la guerra entre sí. En las últimas dos guerras mundiales, por ejemplo, lucharon juntas contra el totalitarismo nazi y fascista.

BORRAR A ISRAEL DEL MAPA
Hay algo que «inquieta», sin embargo, a millones de ciudadanos europeos en estos momentos. Es el hecho de que estos mismos Estados son capaces de «adaptarse» hoy a esta una nueva amenaza, perfectamente identificada.

Me estoy refiriendo al asunto iraní. El presidente Mahmud Ahmadineyad ha declarado en varias ocasiones su deseo de borrar a Israel del mapa: «Israel es un árbol podrido y seco que caerá con una tormenta», dijo. Y pedía al comité para la conmemoración de los mártires de la campaña islámica global voluntarios realizar ataques suicidas contra Occidente. Mientras tanto, está a punto de hacerse del arma nuclear.

Creo que se trata de un asunto grave: es un claro desafío a la comunidad internacional. La cosa no queda allí. El movimiento de resistencia islámica Hamás –preguntado acerca de cómo están afectando a los palestinos la cancelación de ayuda internacional– respondió diciendo: «revela que los discursos sobre la democracia son eslóganes vacíos para Occidente. Al final, esos países saldrán perdiendo porque los palestinos recibiremos ayuda de los países árabes e islámicos».

Mi pregunta final es: ¿cómo es posible que los Estados democráticos del mundo –directamente amenazados por Irán– se adapten tan fácilmente y con tanta comodidad a esta nueva realidad, que ataca a la democracia misma que tanto nos ha costado conseguir?