Ignacio Muro cree que un verdadero progreso se está produciendo en empresas, gobiernos, medios de comunicación y otros espacios de poder al avanzar con fuerza la idea de transparencia. Muro B. dice que es importante debatir sobre los medios y los grandes grupos mediáticos, sobre el rol del periodismo, sobre la Responsabilidad Social Empresarial y la información (privilegiada) como poder, y afirma que el propósito debe ser claro: desarrollar al máximo esas energías positivas que empujan hacia la transparencia social en un mundo que debe volcarse al multipolarismo y a la resolución institucionalizada de los conflictos.
Ignacio Muro Benayas es economista, experto en el mundo de la comunicación y secretario general de ASINYCO, Asociación Información y Conocimiento, que agrupa a profesionales españoles del conocimiento con mentalidad progresista entre empresarios, funcionarios y altos directivos de grandes empresas. Acaba de publicar «Globalización de la Información y Agencias de Noticias. Entre el negocio y el interés general» (Editorial Paidós). Ha desempeñado durante 18 años diversas funciones directivas en la Agencia EFE, entre ellas la de gerente general.
SEAMOS OPTIMISTAS. Hay razones para serlo. Algunas, al menos.
La lógica de un mundo multipolar se impondrá al final. Y, junto a ella, se impondrá también la lógica de la transparencia y las salidas institucionalizadas de los conflictos. Ambas testificarán el final de un modelo unilateral basado en el ordeno y mando.
El optimismo tiene justificación. En todo el mundo se generaliza la convicción de que la información es una fuente de libertad para los ciudadanos. La sociedad lleva tiempo reclamando visibilidad y transparencia en aquellas esferas que antes se consideraban opacas o estrictamente privadas: partidos, iglesias, ejército…
Esa lógica está afectando también a la familia, de modo que la intimidad del hogar no puede justificar ya malos tratos o abusos de ningún tipo a mujeres o niños.
LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL
¿Y las empresas? La sociedad empuja también a las empresas a adoptar, progresivamente, pautas informativas homologadas, sometidas a normas y estándares comunes, que priman la transparencia y castigan la información privilegiada.
La empresa está desnuda, dice el gurú canadiense Don Tapscott , ya no puede esconderse debajo de ningún ropaje, de ningún disfraz…Y necesita, más que nunca, tener la piel aseada, pues es la única manera de generar confianza.
Los resultados de los escándalos financieros –desde Enron a Parmalat– hacen extender la idea de que el incumplimiento de las normas y el mal gobierno terminan generando el fracaso de la empresa y la cárcel de sus gestores.
La creciente importancia de la Responsabilidad Social Empresarial abre la empresa a la sociedad y la obliga a preocuparse de la percepción que los públicos tienen de cada organización, como resultado de la información que reciben y de la que no reciben.
HACIA LA TRANSPARENCIA SOCIAL
Ante tanto progreso que aparentemente se decanta e impone por su propio peso, como una fruta madura, cabría preguntarse: ¿no seremos demasiado optimistas? O, de otra forma, ¿no estaremos cayendo en esa verdad, quizás media verdad, que dice que un optimista es un pesimista sin datos?
Aunque, pensándolo bien, ¿quién puede estar en contra de esa tendencia hacia la transparencia social y la convivencia basada en el imperio de las leyes y las normas? ¿Quién puede defender la opacidad?
Nadie directamente. Pero… se preguntan algunos: ¿cuáles son los límites de la transparencia? Y es que la opacidad, planteada como opacidad necesaria, está mal vista pero tiene sus adeptos.
PARA LOS REALISTAS ES UTOPÍA
Son los realistas. Ninguna empresa puede ganar posiciones en un mercado competitivo si expone abiertamente sus estrategias. Estamos ante la paranoia de la transparencia. Las empresas deben esconder sus objetivos y estrategias tanto de la competencia como de los analistas. La transparencia es un deseo utópico, vienen a decir.
Interesante debate que suele pasar desapercibido. Pero el riesgo no está ahí, en los que plantean un debate sobre los límites de la transparencia. El riesgo está en los que la combaten con los hechos, los que se sienten respaldados por la experiencia acumulada en muchos años de ejercicio unilateral del poder.
LA INFORMACIÓN (PRIVILEGIADA) ES PODER
La información de interés ha sido, siempre –vienen a decir sin decirlo– la de uso restringido. La máxima: La información es poder, debe leerse como la información (privilegiada) es poder. Es la única que interesa.
Porque… no nos engañemos. La transparencia social toca la piedra angular del poder, mejor dicho, ataca la pervivencia de su lógica tradicional: del cómo conseguirlo, cómo disfrutarlo y cómo mantenerlo, una lógica con miles de años de historia que está vinculada a la opacidad.
¿Como se manifiesta hoy esa pugna por el poder? De muchas formas. Es lógico pensar que a toda avance se le oponga una resistencia. Un principio de la física dice: a cada acción se le opone una reacción igual y de sentido contrario.
INTERÉS POR LA OPACIDAD
Existen, sin duda, tendencias objetivas de la economía y la sociedad, pero también personas y colectivos, que con sus actuaciones y esfuerzos empujan hacia la transparencia. Esta Fundación —Safe Democracy— es un ejemplo. Pero existen también, sin duda, tendencias objetivas y comportamientos individuales, intereses en suma, que están interesados en la opacidad.
Desde luego, tratándose de transparencia y de información, es lógico que afecte a los medios de comunicación. Y a los periodistas, como profesionales. En torno a ellos surgen muchas cuestiones que, con solo enunciarse, pueden resultar escandalosas o parecer provocadoras:
HACIA LA DEMOCRACIA Y LA TRANSPARENCIA
¿Son los medios y los grandes grupos mediáticos aliados objetivos en la lucha por la transparencia social?
¿Es el periodismo una profesión cuyo desarrollo objetivo nos acerca a la exactitud, la objetividad y la transparencia?
¿Son los nuevos medios los garantes de la libertad de información y la libertad de prensa?
Sobre estas y otras cuestiones merece la pena debatir. El propósito es claro: desarrollar al máximo esas energías positivas que empujan hacia la democracia y la transparencia social.
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