Por Mario Sznajder (para Safe Democracy)

Mario Sznajder analiza el impacto político que ha producido en Israel la guerra de Líbano –y que ha puesto en jaque al gobierno de Ehud Olmert–, y dice que, a largo plazo, cuando se calmen los ánimos, la única vía posible de solución es la negociación. Sznajder cree que más allá de la línea ideológica del gobierno israelí (sea dura o blanda), la política y las negociaciones con los palestinos son irreemplazables; por eso las iniciativas que sigan este camino harán que la resolución del conflicto con Hezbolá y con los palestinos sea menos dolorosa y conlleve a un coste menor para las partes.


Mario Sznajder es profesor titular de la cátedra Leon Blum en Ciencia Politica de la Universidad Hebrea de Jerusalén e investigador asociado del Instituto Truman para el avance de la paz. Ha publicado un centenar de artículos en publicaciones científicas sobre fascismo, derechos humanos, democracia y Oriente Medio.

EN ISRAEL SE DISCUTE TODO. Menos el hecho de que este país ha vivido una guerra, durante más de un mes, en la que sus fuerzas militares se enfrentaron con Hezbolá en Líbano y en la que la ciudad de Haifa y la región de la Galilea sufrieron duros ataques misilísticos durante casi cinco semanas.

Las bajas militares y civiles, así como los daños materiales son testigos de que aquí hubo guerra. El cese de fuego actual, en pos de la decisión 1701 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, es demasiado frágil, tal como lo atestiguan los incidentes militares que ya han tenido lugar. Y por sobre todo es un cese al fuego bastante inseguro debido a las dificultades para componer la nueva fuerza de UNIFIL (Fuerza Provisional de Naciones Unidas en Líbano), que tendría que reforzar el cese de las hostilidades.

INTERPRETACIONES DIVERSAS
La serie de compromisos que llevaron a esta decisiva intervención internacional abren las puertas a interpretaciones diversas y contrapuestas por parte de cada lado.

Israel exige que su frontera norte quede asegurada por UNIFIL y el ejército de Líbano, que ya ha comenzado su despliegue en el sur de ese país. También exige que se controle la capacidad militar de Hezbolá y que no se le permita rearmarse y volver amenazar al norte de Israel.

DERROTAS MILITARES Y VICTORIAS POLÍTICAS
En Líbano, los compromisos tácitos entre Hezbolá –actor no solo militar-guerrillero-terrorista, sino también político– y el gobierno de ese país, han dejado en pie gran parte de la autonomía de la que gozaba el Partido de Dios antes del 12 de julio de 2006, y no parece haber un serio intento para desarmarlo. La autoproclamada victoria de Hezbolá, que tanto eco encuentra en el mundo árabe e islámico, tiene mucho de propagandístico y moral que de material.

Está bastante claro que su capacidad militar-guerrillero-terrorista ha quedado muy reducida y que ha perdido un porcentaje alto de sus mejores combatientes, así como de su arsenal. Pero esto no significa que no pueda proclamar una victoria a nivel de propaganda, como ha sucedido en varias ocasiones pasadas en las que enemigos de Israel, transforman derrotas militares en victorias políticas.

OLMERT EN JAQUE
Quizás la parte mayor de la simbólica victoria de Hezbolá resida en el impacto político que la confrontación armada tuvo sobre Israel. El gobierno de Ehud Olmert se encuentra en jaque. Protestas de soldados reservistas que retornan de Líbano y también civiles crecen muy rápidamente y el slogan es uno: ¡Ehud Olmert (primer ministro), Amir Peretz (ministro de Defensa) y Dan Halutz (jefe del Estado mayor) renuncien! La demanda es imperativa y tiene mucho eco en los medios de comunicación.

En círculos políticos surge otra demanda, que a la larga produciría más o menos el mismo resultado: se exige una comisión investigadora oficial, presidida por un juez, que revise las decisiones políticas y militares que precedieron a la guerra y que vea cómo fue conducida, a nivel político y a nivel militar, desde el momento en que comenzó.

SIN RETIRADAS UNILATERALES
Más aún, diversos líderes –dentro del partido de Ehud Olmert, Kadima, y dentro de la coalición de gobierno– contradicen abiertamente la posición del primer ministro y sostienen que hay que negociar con Siria. Otros hablan de reasumir las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina, especialmente si Abu Mazen logra obtener la renuncia del gobierno de Hamas y su reemplazo por un gobierno de coalición nacional –con Al Fatah en éste– o un gobierno tecnocrático.

Ehud Olmert ya ha dejado de lado el plan de convergencia –es decir, el retiro israelí unilateral de gran parte de Cisjordania y el repliegue tras la valla de separación que se convertiría en la frontera internacional entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina– tras la bancarrota de las ideas unilaterales generada por la experiencia en Líbano y el masivo ataque misilístico que sufrió el norte de Israel en este período.

LA ÚNICA VÍA ES LA NEGOCIACIÓN
La conclusión es que la valla es un recurso técnico que no puede ser implementado políticamente y en forma unilateral, ya que las reprimendas de misiles podrían, eventualmente, llegar desde Cisjordania, sobrepasando y ridiculizando la valla de separación. De aquí que, a largo plazo, y cuando se calmen los ánimos, la única vía posible de solución es la de las negociaciones.

Este es un punto que tendría que ser tomado en consideración no sólo por Ehud Olmert, sino también por Benjamín Netanyahu, quien ya se prueba los hábitos de primer ministro, especialmente cuando las vacías filas del liderazgo del Likud se vean reforzadas por la incorporación el general Moshe Yaalon –ex-jefe de Estado Mayor, depuesto antes de finalizar su cadencia y enemigo del actual gobierno– quien se auto-perfila como ministro de Defensa.

En síntesis, más allá de la línea ideológica (sea dura o blanda), la política y las negociaciones son irreemplazables; las iniciativas que sigan este camino harán que la resolución del conflicto sea menos doloroso y conlleve un coste menor para las partes.

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