Julio C. Casarín interpreta los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil y dice que el inesperado 42 por ciento de los votos obtenido por Geraldo Alckmin (Partido de la Social Democracia Brasileña) se debe a los casos de corrupción que le salpican y a los errores cometidos por el actual mandatario Lula da Silva –durante los últimos 15 días de campaña– más que a sus propios méritos. Casarín Barroso dice que a pesar de que Lula sigue en la delantera, la política neoliberal de Alckmin tiene (inesperadamente) posibilidades de ganar.
Julio César Casarin Barroso Silva es analista político, y escribe regularmente sobre temas brasileños y latinoamericanos. Está realizando un doctorando en la Universidad de San Pablo y tiene un Master en Ciencias Políticas por la misma universidad.
DOS SEMANAS ANTES DE LA PRIMERA RONDA de las elecciones presidenciales en Brasil, la victoria del actual mandatario Luiz Inácio Lula da Silva parecía asegurada. Pero no fue lo que ocurrió.
Con el 49 por ciento de los votos para Lula el país quiso aplazar la decisión final para una segunda vuelta.
Lula, del Partido de los Trabajadores (centro-izquierda) se enfrenta a Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (centro-derecha, vinculada a los liberales del Partido del Frente Liberal), quien obtuvo un inesperado 42 por ciento de sufragios.
¿Qué transformación política permitió este cambio, tomando en cuenta que poco antes de los comicios las encuestas indicaban que el candidato de la oposición tendría apenas un 27 por ciento de los votos? ¿Qué permitió esta victoria del candidato de la derecha cuando ni siquiera su propio partido apostaba un céntimo por su victoria? ¿Este triunfo preliminar se debe a los propios méritos de Alckmin o a los errores de Lula?
MAQUIAVÉLICA VOLUNTAD
Sería injusto decir que el opositor no tuvo su mérito: es un político dotado de la muy maquiavélica voluntad de poder. Impuso su candidatura sobre las vacilaciones de sus compañeros de partido y enfrentó a políticos más poderosos e influyentes que él.
Pero atribuir el sorprendente resultado electoral a la personalidad obsesiva de Alckmin sería demasiado, ya que ésta parece ser su única virtud. La responsabilidad mayor de la decisión del electorado puede atribuirse a los increíbles errores del PT. Me refiero a lo que pasó en los últimos quince días de campaña, poco antes de los comicios.
LOS DESACIERTOS DE LULA
En primer lugar, existió la tentativa de un grupo de afiliados al partido de comprar ilegalmente un dossier con supuestas denuncias en contra del candidato de oposición al gobierno del Estado de San Pablo, José Serra. Los militantes fueron arrestados por la Policía Federal, y con ellos se encontró la asombrosa suma de 1,7 millones de reales en metálico (635 mil euros). Lo anterior se sumó a una larga lista de escándalos que involucraban al partido, lo que generó más combustible para los nada amistosos –con el presidente– medios de comunicación. Se ganó todavía más amplitud en la víspera de la elección, cuando fotos de montañas de paquetes de dinero aparecieron en las primeras planas de los diarios y fueron exhibidas exhaustivamente en televisión.
En segundo término, se pudo observar la ausencia presidencial en el debate de la cadena de televisión Globo, la más importante del país. Programado para tener la presencia de los cuatro candidatos principales, se tuvo que llevar a cabo sin la figura de Lula, ya que el presidente mantuvo el suspense sobre su presencia hasta el último momento, cuando decidió no ir por temor a que los tres competidores de oposición le pusieran contra la pared. De hecho, sus adversarios se unieron para atacarlo de modo duro durante el debate, con el apoyo de la red de televisión, que en todo momento enfocaba la silla vacía del Presidente. Aquella situación irritó aún más al electorado.
DE IZQUIERDA A DERECHA
A pesar de que Lula fue el candidato más votado, el hecho de que se requiera de una segunda vuelta, representa una victoria para el candidato derechista, quien da de esta forma ánimo a su campaña y congrega más aliados. Pero el juego aún no está decidido.
Lula sigue en la delantera, con un 54 por ciento en la intención de votos; su electorado tradicional –que estuvo fuera de la escena durante cuatro años de un gobierno de dispersión política e ideológica– fue despertado por el miedo a un gobierno derechista, de agenda neoliberal.
Lo curioso es que, durante su primer mandato, Lula viró, en cierta forma, la espalda a sus bases tradicionales y pasó cuatro años intentando conquistar la confianza de los grupos de derecha: propietarios de medios de comunicación, bancos, grandes empresarios y sectores sociales que le eran hostiles. Ese grupo lo abandonó en favor del candidato orgánicamente derechista.
Los principales movimientos sociales –que en la primera oportunidad expresaron su insatisfacción con el gobierno manteniéndose en silencio y negándose a apoyar al candidato– resolvieron unirse para enfrentar al neoliberal Alckmin.
Esta es la reagrupación de los sectores progresistas en torno al Presidente.
La gran pregunta es: ¿será capaz Alckmin de aprovechar la tendencia y ganarle finalmente a Lula? ¿O será más fuerte el miedo a un gobierno neoliberal?
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