La Unión Europea, Rusia y Polonia
Carlos Taibo indaga sobre las relaciones entre la Unión Europea y Rusia ante la subida del precio de los recursos energéticos y dice que si el vínculo de Bruselas con Moscú está dominado por los nuevos países (aquellos que ingresaron en 2004 en la Unión) lo más probable es que las relaciones se deterioren. Qué papel juega Polonia. Por qué cada país europeo se mueve por su cuenta. Cómo influyen las conductas poco edificantes de las partes.
Carlos Taibo es profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y uno de los mayores expertos en Rusia y Europa del Este. Da clases en el el Master en Relaciones Internacionales y Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid y ha publicado decenas de libros sobre política internacional.
LA DISPUTA ENERGÉTICA que de un tiempo a esta parte mantienen Rusia y la Unión Europea obedece a una trama ya conocida en la que, como suele ser habitual, no faltan las conductas poco edificantes del lado de ambas partes.
Parece claro que, por lo que a Rusia respecta, el Kremlin, a falta de otros activos, cada vez se halla más decidido a emplear la presión energética para mantener a raya a los países de su contestada zona de influencia. En paralelo, en Moscú se aprecia el deseo de renacionalizar industrias importantes en provecho último –no se olvide– de determinados segmentos del poder putiniano.
CADA MIEMBRO POR SU CUENTA
Por lo que a la UE se refiere, ha mostrado una hipócrita sorpresa ante las subidas de precios del gas y del petróleo con que Rusia ha replicado al alejamiento de algunos aliados que a buen seguro esperaban algo más que palabras de solidaridad del lado de Bruselas.
En un escenario marcado por el hecho palpable de que los Estados miembros desean preservar para sí cierto grado de control de sus mercados energéticos, la Unión ha mantenido restricciones, por otra parte, a la arribada de capitales rusos en el sector de la energía. Para que nada falte, en suma, cada uno de los miembros se mueve por su cuenta –ahí está Alemania firmemente decidida a colaborar activamente con Moscú en la construcción de un gasoducto en el mar Báltico– y en alguna ocasión colea la delicada cuestión de qué hacer ante las violaciones de los derechos humanos en Rusia.
LA POSICIÓN POLACA
Por importantes que sean todas estas cuestiones, no aciertan a ocultar que, al cabo, el principal problema para la UE no es Rusia, sino las secuelas energéticas de la prepotente política que abrazan los gobernantes estadounidenses de hoy en día, en un magma marcado por la llamativa ausencia, al respecto, de una estrategia a medio y largo plazo del lado de Bruselas.
En la trastienda despunta por momentos, también, la singularísima posición que han asumido los dirigentes polacos. Aunque algo tiene que ver con todo lo anterior –y en particular con el gasoducto germano-ruso–, las raíces de las discrepancias que Varsovia blande son más hondas y remiten a una larga historia de desencuentros con el gigante oriental del continente. En realidad los esfuerzos de Polonia en lo que atañe a obstaculizar un franco acercamiento entre la UE y Rusia son los primeros coletazos de algo que los expertos anunciaron en su momento.
Y es que muchos se preguntaron, un par de años atrás, si la ampliación de la Unión Europea verificada en 2004 estaba llamada a acrecentar las relaciones de aquélla con Rusia o, por el contrario, conduciría irremisiblemente a un retroceso.
SEGÚN CÓMO SE MIRE
Lo común fue que entonces se replicase con un cauteloso según: si el sentido primero de las políticas de la Unión lo iban a seguir determinando los quince socios de ésta anteriores a la mentada ampliación, los vínculos con Moscú entrarían en fase de crecimiento; si, por el contrario, la fijación de esas políticas pasaba a corresponder a los nuevos miembros de la UE, en su mayoría portadores de una muy mala relación histórica con Rusia, otro gallo cantaría.
No se olvide, por cierto, que el último horizonte mencionado es más hacedero de lo que pueda parecer, siquiera sólo sea en virtud de una prosaica razón geográfica: los nuevos miembros de la Unión –o la mayoría de ellos– son los Estados de aquélla más próximos a Rusia.
A buen seguro que a lo ya dicho conviene agregar, bien es verdad, el plus de agresividad antirrusa que nace de la singular condición propia del gobierno que encabeza Polonia en estas horas.lonia en estas horas.
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