Fabián Bosoer analiza el panorama político en Argentina ante las elecciones de octubre de 2007 y dice que el país completará el panorama de los gobiernos y rumbos de la región: reelección presidencial luego de gestiones relativamente exitosas, ubicación de los gobiernos en el espacio de izquierdas o centro-izquierda, debilidad de los partidos y fuerte influencia de los medios de comunicación, entre otros. Bosoer cree, sin embargo, que Argentina siempre ha tenido sus singularidades y que las novedades en este caso, son: la fuerza del kirchnerismo, el lanzamiento del ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, y la proyección del liderazgo de Cristina Kirchner.



LUEGO DEL INTENSO CALENDARIO ELECTORAL DE 2006 –nueve elecciones presidenciales que significaron continuidades y cambios en los principales países latinoamericanos–, la elección presidencial de octubre próximo en Argentina completará el panorama de los gobiernos y rumbos con los que la región recorrerá la segunda mitad de la primera década de este siglo XXI.

Se prefigura en el caso argentino –que se aproxima además a su bicentenario en 2010– una combinación de los ingredientes y factores que han dado contornos definidos a algunos de los casos más significativos de la zona. Entre ellos cabe enumerar: probable reelección presidencial luego de gestiones relativamente exitosas, ubicación de los gobiernos en el espacio comúnmente definido como de izquierdas o centro-izquierda dentro del espectro ideológico, debilidad de los partidos políticos y escenarios de competencia electoral volátiles y fuertemente influidos por los medios masivos de comunicación y los climas de opinión pública, ausencia de oposiciones estructuradas en condiciones de competir por la alternancia.

MOVIMIENTO HEGEMÓNICO
Estas características asimilan a Argentina con Brasil y Venezuela, y a la probable reelección del presidente Néstor Kirchner con las de los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez. Sin embargo, Argentina ha dado siempre notas discordantes y singularidades en el cuadro regional. Estas vienen marcadas en este caso, en primer lugar, por la existencia de un movimiento político central –el peronismo–, que es a la vez una fuerza política fuertemente hegemónica y definidamente difusa en sus alcances, contenidos, estructura y organización. Tantas veces se pensó que se acercaba a su extinción o dispersión, tantas veces volvió como fuente natural de poder político.

En la última elección presidencial (2003), compitieron en los primeros lugares de preferencia tres candidatos representando al peronismo: Carlos Menem (ex presidente), Adolfo Rodríguez Sáa (ex gobernador de San Luis) y Néstor Kirchner. Los primeros dos representaban a un peronismo más bien conservador y de centro-derecha.

PERONISMO REVOLUCIONARIO
Kirchner ganó y llevó adelante una gestión de gobierno de perfil progresista, orientado al centro-izquierda y a la reivindicación del llamado peronismo revolucionario de la década de los setenta. Otras opciones no peronistas, como las representadas históricamente por la Unión Cívica Radical, los partidos de centroizquierda y las fuerzas liberales y conservadoras, quedaron reducidas a expresiones menores, en gran parte como resultado del derrumbe del sistema de partidos tradicional precipitado con la crisis de fines de 2001 y la renuncia del presidente Fernando de la Rúa.

Mucho ha cambiado en la economía y la sociedad argentina desde entonces y hay también una recuperación de la confianza en la política y la capacidad del gobierno para actuar. Pero desde el punto de vista del sistema político y los partidos, poco es lo que se ha avanzado y la fragmentación existente acerca a Argentina a la experiencia de otros países como Perú, Bolivia y Ecuador, que no han superado un cuadro de severa crisis de representación política.

LA FUERZA DEL KIRCHNERISMO
Lo nuevo en el panorama electoral argentino es la existencia de una gran fuerza también difusa y amorfa, el llamado kirchnerismo, que funciona como un gigantesco imán que atrae pedazos del viejo aparato peronista, figuras con predicamento territorial o referentes políticos y sociales tributarios del poder reconstruido desde el gobierno en estos años. La segunda novedad es el lanzamiento del ex ministro de economía, Roberto Lavagna –responsable fundamental de la recuperación económica, también de origen peronista– como candidato presidencial de una coalición opositora alternativa, todavía sin definirse, de contornos centro-progresistas.

La tercera novedad, finalmente, es una combinación de viejos estilos monárquicos y nepotistas de la política territorial latinoamericana con las nuevas tendencias de renovación política y proyección de liderazgos femeninos a las principales responsabilidades de gobierno. La posibilidad, ya esbozada por el presidente Kirchner y voceros del gobierno, de que sea la senadora Cristina Kirchner, esposa del primer mandatario, la candidata presidencial, emulando la experiencia de Michelle Bachelet en Chile o Hillary Clinton en Estados Unidos.

CORREN NUEVOS TIEMPOS
En este caso, Argentina vuelve a darle un toque distintivo a los tiempos de renovación que corren. Después de todo, fue la mujer del caudillo originario, Eva Perón, la porta-estandarte del voto femenino introducido tempranamente en este país.

Fue ella el símbolo de una lucha política inconclusa, para muchos improbable dentro de los moldes culturales del populismo, por la democratización política y social frente a los privilegios indebidos, las desigualdades extremas y los poderes oligárquicos.