Turbulencia en el panorama político de Belgrado
Ricardo Angoso dice que la situación en Serbia tras el triunfo del ultranacionalista Partido Radical Serbio –conducido por Tomislav Nikolic— confirma el peor de los pronósticos. Pese a ello, Angoso cree que el partido de ultraderecha está lejos de llegar al poder debido a su escasa mayoría en el parlamento y a la formación de una gran coalición reformista y antinacionalista que podría llevar al actual primer ministro, Vojislav Kostunica, a repetir mandato. Lo que está claro es que a Serbia se le presentan dos grandes retos: el contencioso de Kosovo y el relanzamiento de la economía. ¿Podrá afrontarlos un gobierno sin mayoría y en solitario?
Ricardo Angoso es periodista especializado en cuestiones internacionales y coordinador general de la ONG Diálogo Europeo, con sede en Madrid.
SERBIA, UN PAÍS ENCLAVADO EN EL CORAZÓN DE LOS BALCANES y heredero de la antigua Yugoslavia, ha celebrado unas elecciones transcendentales. Los peores pronósticos se han cumplido: los ultranacionalistas han ganado los comicios.
No sólo estaba en juego su propia transición hacia la democracia, un proceso todavía no concluido, sino la estabilidad y la seguridad de la región y el definitivo anclaje de este incierto país en la Europa política y democrática. Lo construido hasta ahora –que ha sido mucho y poco percibido por una ciudadanía hastiada de guerras y una larga crisis económica, social y política– estaba en tela de juicio y el mayor temor que había era que la ultraderecha se hiciera con el Gobierno. Por ahora parece que los radicales, que conduce el imprevisible Tomislav Nikolic, con una escuálida mayoría en el parlamento, están lejos de llegar al poder. Se prepara una gran coalición reformista y antinacionalista. Ya veremos qué pasa en las próximas semanas.
El actual primer ministro, Vojislav Kostunica, pese a sus precarios resultados, podría volver a repetir en el cargo pero sin una mayoría clara y volviendo a reconstruir tras estas elecciones una gran coalición, siempre a tenor de la nueva composición parlamentaria. Si así fuera, Kostunica tendrá que hacer frente a los grandes desafíos que le aguardan a la Serbia del siglo XXI, que son muchos y de enorme calado político.
ENTREGAR A LOS CRIMINALES DE GUERRA
En primer lugar, hay que reseñar que todavía quedan muchos escollos en el proceso de acercamiento a la Unión Europea. Por su parte, Bruselas sigue exigiendo a Serbia plena cooperación con el tribunal que juzga a los criminales de guerra de la antigua Yugoslavia, muchos de los cuales son considerados auténticos héroes en Serbia y que concitan amplios apoyos en esta desestructurada sociedad. Entregarlos a La Haya, piensan muchos en Belgrado, podría ser considerado un gesto de alta traición y, desde luego, tendría altos costes electorales para quien osase hacerlo.
Kostunica, buen conocedor de que el tema es complejo, quizá esté esperando que pase el furor electoral y ya con el horizonte despejado se apreste a afrontar este espinoso asunto. Hasta ahora, las autoridades de Belgrado se han negado a entregar a dos de los criminales de guerra más buscados del mundo: Radovan Karadzic y Ratko Mladic, supuestos estrategas y planificadores de las campañas de limpieza étnica en Bosnia y Herzegovina. Recomponer las relaciones con Europa pasa por resolver este embrollo, una auténtica patata caliente para cualquier ejecutivo que gobierne Serbia.
RELANZAR LA ECONOMÍA SERBIA
Luego está la situación social y económica. Pese a los buenos datos relativos al crecimiento económico de los últimos años, el paro se acerca a casi el 30 por ciento de la población activa y los sueldos no superan, en la mayoría de los casos, los 300 euros. Los pensionistas se mueren de hambre y frío con pensiones que no alcanzan los mínimos exigibles. Aparte de estos elementos adversos, el país tiene que afrontar una baja productividad, una estructura industrial obsoleta y escasamente modernizada y una economía nulamente engarzada con los mercados internacionales. Lo anterior en un contexto regional muy desfavorable y con una sociedad, tras décadas de sacrificios, muy reacia a los grandes cambios.
Relanzar la economía serbia, realizando reformas radicales que implicarían más costes sociales, será una labor titánica difícil de realizar sin un amplio consenso político. Labor que desgastará electoralmente a quien lleve a cabo el proceso y acabará perdiendo el poder.
EL CONTENCIOSO DE KOSOVO
Por último, pero no de menor importancia, está el contencioso de Kosovo. Una vez concluidas las elecciones serbias, el enviado de Naciones Unidas para la región, Martti Ahtisaari, presentará un informe con sus conclusiones y recomendaciones para Kosovo, en las que concluye que este territorio debe acceder a una independencia condicionada y tutelada por la comunidad internacional.
Quizá a la Unión Europea le quede el dudoso honor de tutelar una zona que será pasto de las disputas y seguros conflictos entre Serbia y Albania. Ahtisaari –siempre en la línea tan antiserbia que ha caracterizado a la comunidad internacional en estos últimos años– no ha querido presentar antes sus conclusiones para no interferir en el proceso electoral serbio.
¿ES POSIBLE EL CONSENSO?
Belgrado se opone radicalmente a la independencia de Kosovo, algo en lo que hay un absoluto consenso en la sociedad, y se argumenta desde la capital serbia que la soberanía del territorio es indiscutible, así lo deja bien claro la resolución 1244 de Naciones Unidas y los acuerdos firmados entre Serbia y la comunidad internacional en su momento. Claudicar en este asunto, se afirma en Belgrado, sería una traición al pueblo serbio y una falsa resolución del conflicto, pues dejaría atrapados a miles de no albaneses en un territorio que históricamente ha pertenecido a Serbia. La violencia étnica y el terrorismo radical albanés se han cebado en los últimos años contra la minoría serbia, menos del 10 por ciento sobre una población que podría superar a los dos millones, y contra el resto de las minorías de la región, pero especialmente los gitanos. El Kosovo democrático y multiétnico que justificó la intervención de la OTAN está muy lejos de la realidad cotidiana, de lo que acontece día tras día en este territorio.
La búsqueda de un consenso entre las partes parece imposible. Son muchos los que piensan que la entrega de Kosovo a los radicalizados líderes albanokosovares podría ser el peaje que tendría que pagar Belgrado para iniciar así unas seguras negociaciones con Bruselas con la vista puesta en su futuro ingreso en la UE, aunque ello provoque no pocas (y casi seguras) turbulencias en el ya inestable panorama político serbio. Está claro que el gobierno no contará con una sólida mayoría para liderar el país y afrontar en solitario estos ingentes desafíos.
¿Qué opina usted de este análisis? Le invitamos a publicar su comentario