Una región que redefine su política económica
Pablo Martínez Sameck reflexiona sobre la mayor presencia del Estado en América Latina y dice que no se trata de una regresión al populismo, al autoritarismo o al desbordante intervencionismo estatal, sino de un giro copernicano que reclama la mayor presencia del Estado en la economía. Martínez Sameck explica por qué la democracia y la igualdad en la región, así como un menor grado de autoritarismo y de exclusión, están inevitablemente asociadas a una mayor intervención del Estado.
Pablo Martínez Sameck es sociólogo, catedrático e investigador de la Universidad de Buenos Aires. Es consultor de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y ha sido decano de la Facultad de Ciencias Sociales y vice-rector por la misma universidad. Fue subsecretario de la Universidad de Buenos Aires y miembro de la convención nacional constituyente para la reforma de la Constitución de Argentina.
LA DECISIÓN DEL GOBIERNO VENEZOLANO de renacionalizar las empresas estratégicas marca un hito en el que viene desarrollando América Latina. Giro que se expresa con alborotadora incomprensión para algunos y, salvo los grupos más sustantivistas de la izquierda tradicional –siempre a la búsqueda de una vuelta más de tuerca–, comienza a poseer un grado de acompañamiento que plasma un sentido común generalizable, muy difícil de alcanzar pocos años atrás.
La respuesta debe ser interpretada en su medida y sin dramatizaciones. Junto con la aceptación del mercado –en mayor o menor grado– como componente de las relaciones económicas, pareciera ser que sus fundamentos son el producto de un balance sobre cómo las relaciones mercantiles han incidido en materia social y de diversos modos en la región que, después de sopesar los costos de haber cumplido a rajatabla con los recetarios más exigentes, extrajeran negativas conclusiones sobre sus resultados.
CAMBIO DE SENTIDO
Esto requiere del esfuerzo de no ser simplista. Tal reduccionismo se presentaría como incomprensible para ciertas ortodoxias, como para la burocracia de los grandes organismos del crédito, incapaces de la mínima autocrítica acerca de sus desaciertos. Resultaría cándido adjudicarlo a un mero potencial de comprensión intelectual. Ello implicaría la cronificación de un prejuicio.
Si se lo lee puntillosamente, permite comprender que es el producto de cómo el camino de aquel pasado arrastró a un conjunto de países heterogéneos, con relaciones de fuerza propias y culturas tan disímiles, a expresarse de manera confluyente con matrices de políticas de Estado análogas al sur del Río Bravo. El grueso, excepto Colombia, extrajo una conclusión común: más vale juntos, que una muerte asegurada por asfixia. No está al margen de este tipo de pensamiento la reacción a las políticas libre-mercadistas in extremis que se implantaron por décadas en el hemisferio.
Sus consecuencias se encuentran a la vista, salvo para aquellos que posean intereses expresamente en contrario, se debiera hacer el esfuerzo de interpretarlas como lo que son: el cambio de sentido de una época. Tal orientación está nítidamente asociada a un pasado con graves polarizaciones y derrotas. Los Estados populistas de fines de la segunda posguerra, y aún las experiencias desarrollistas, respondían también a los supuestos de un tipo de pensamiento nutrido por una perspectiva de la época: la del Welfare State (Estado de bienestar).
PÉRDIDA DE SUSTANCIA DEMOCRÁTICA
El derrumbe de procurar una acrítica vuelta al capitalismo de libre concurrencia vino a señalar una realidad plena de asimetrías y prejuicios que resultan imposibles de sostener. Cuando Chávez declama: aquí no se privatiza más nada, si se lo lee por fuera del prejuicio etnocéntrico, viene a expresar tanto el hartazgo por las derrotas, como el señalado sentido de un cambio de época. El vocinglero presidente del país caribeño debe ser interpretado por fuera de toda anatema. Sin palabras incendiarias, con expresiones simples, dijo: Esto es muy sencillo, el Estado dio a gerenciar ciertas cosas a los privados y ahora, revisa los resultados, no está conforme, y les dice, señores, dejen, vamos a seguir haciéndolo nosotros.
En Argentina, la política del Estado Nacional, de deserción de sus responsabilidades fundamentales, condujo a la profundización del desequilibrio de la economía, la desarticulación de las redes sociales y la devaluación de la política y los políticos, con toda su posible calificación moral. Este fenómeno está asociado a la pérdida de sustancia democrática, consecuencia de la evasión de importantes sectores en la producción de bienes y servicios estratégicos de la esfera de gestión pública. Su traspaso a manos privadas implicó no sólo un cambio del tipo de propiedad, sino la reconversión al ámbito mercantil de bienes que constituían servicios indispensables respecto de derechos económicos y sociales de ciudadanía política y social. Otras actividades transferidas por el Estado, sometieron por mecanismos de pura lógica del mercado la asignación de recursos de actividades productivas estratégicas para el desarrollo nacional.
CRECIMIENTO NO IMPLICA DESARROLLO
Una conclusión que unifica a toda la región es que crecimiento no resulta ser ya sinónimo de desarrollo. Es más, en el actual período de globalización, resulta ser un síntoma más de la cronificación de asimetrías insalvables, si no se produce la intervención reparadora de la política y del Estado. El balance de aquel pasado permite ver que las decisiones que definían las orientaciones de largo plazo del proyecto de país, las cuestiones más decisivas del orden social, fueron sustraídas del Estado y entregadas al mercado. Un proceso de erradicación de la ciudadanía de ámbitos trascendentales de la vida económica y social.
Una época en las sociedades resultaron despojadas de derechos, reducido a meros consumidores, y como una consecuencia central del nuevo estado de cosas: los excluidos del empleo, dejaron de ser consumidores –por la misma lógica mercantil–, perdiendo también su carácter de ciudadanos. Fueron tiempos en los que el destino de los recursos de la Nación permaneció sustraído de los mecanismos de decisión democrática, y los gobiernos elegidos por el pueblo –por su abandono de objetivos del sostén de una política de empleo– dejaron de tener definiciones básicas de inclusión social.
La derecha latinoamericana, primero, a sangre y fuego y con regímenes terroristas arrebató el poder al Estado para, después, encarnarse en propuestas electorales continuistas de los proyectos neoliberales. Hoy, se resiste a los procesos de transformación iniciados con el nuevo milenio. Enfrenta y ataca al conjunto de los gobiernos que rescaten una fuerte impronta de intervención pública en la economía y procuren una mayor igualdad e inclusión, así como también toda construcción de naciones económicamente independientes, y sustrae todo respaldo decidido a la profundización del MERCOSUR y la integración regional.
EL PLANTEAMIENTO DE LA DERECHA
Esa derecha, con fuerte capacidad para influir en la opinión pública, en el sentido que controla casi por completo los medios de prensa, presenta una versión invertida de la democracia, plantea que las nacionalizaciones son autoritarias y que el aumento de la intervención pública y el poder estatal contradicen a la democracia. En realidad, menos ciudadanía y más poder privado son elementos expropiatorios de la democracia sustantiva, condición que implica mayor respeto por los intereses de las mayorías en las decisiones sobre las cuestiones esenciales del país.
En Venezuela son los golpistas, que el pueblo mayoritariamente chavista derrotó, quienes lo acusan de autoritario, quienes se resisten a la recuperación por parte del Estado de la gestión y definición estratégica en materia de decisiones económicas. En Argentina lo hacen los círculos de poder que –siendo beneficiarios directos de aquel abandono por parte del Estado de todas las empresas estratégicas– apoyaron los golpes, propusieron la renuncia a la moneda propia mediante la dolarización, atacan la política de derechos humanos del gobierno y proponen reconciliaciones en lugar de justicia. Hoy también Argentina se encamina con un proyecto con más Estado, con una intervención más decidida para promover el desarrollo, para redistribuir el ingreso, para reducir la pobreza.
DIVERSIDAD POLÍTICA Y CULTURAL
El correo, el control de las ondas radioeléctricas, el agua, pasaron a la esfera pública. No se pasaron por alto otros incumplimientos, como el caso de los aeropuertos, cuyas deudas con el Estado se cobraron en acciones. Se creó Enarsa, primer paso para recuperar las decisiones estratégicas en materia de hidrocarburos. Se transita el camino por recuperar una empresa de aeronavegación de bandera. Se implementan políticas de ingresos (precios y salarios). Se renegocia la deuda con un enfoque soberano y con una actitud de fortaleza frente al poder financiero. Se interviene en el ámbito cambiario. Se adoptan líneas de acción de defensa del abastecimiento de bienes esenciales para la canasta familiar.
Democracia e igualdad, menos autoritarismo y exclusión, están asociados a una mayor presencia del Estado en la economía. Las nacionalizaciones de la Venezuela son un signo de la época, decisiones propias de un Estado soberano que dice transitar hacia el socialismo del siglo XXI. La Argentina de Kirchner admite el ejercicio del poder soberano de un Estado par, socio en el MERCOSUR, pero señala también que en su país las relaciones son capitalistas. Algo debió haberse hecho muy mal para que tal diversidad política y cultural esté tan definidamente alineada dentro del grueso continental, de manera tan sólidamente fraguada bajo patrones de mutua defensa frente a los monocordes e indiscriminados recetarios del pasado.
Publicado por:
Ana
fecha: 11 | 04 | 2007
hora: 10:30 pm
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Las idas y venidas,la claudicaciòn de principios en pos de los designios de las épocas,hace que las clases políticas hagan zozobrar las democracias.
Un intelectual,no un ignorante,que ocupaba una senadurìa en el primer gobierno democrático posterior a la dictadura puso en evidencia ese defecto.
Reclamé en ese momento una ley de jubilaciones que reuniera todos los requisitos de respeto al aportante y continuara con una saneada financiaciòn en manos del estado.
Este buen intelectual me contestò que tenìa que hacer looby a la par de la futuras administradoras que estaban interesadas en la privatizaciòn de los fondos previsionales.
Lo que no me dijo es que por la deuda externa habìa un condicionamiento para que esos fondos fuesen privatizados-
Pongo las manos al fuego por esa persona,no la creo capaz de especular con la opiniòn que diò,simplemente en su momento describiò una realidad que èl no podìa modificar.
Por estas razones surgen las personalidades como CHAVEZ QUE EN EL FONDO SON QUERIDAS POR LOS PAISES QUE CONTROLAN LATINOAMERICA.
Por tal razón la pobre América Latina vive a los balanceos bruscos en el columpio,espero que nunca se le corte la cuerda y en algùn momento aprenda.
Publicado por:
Ana
fecha: 11 | 04 | 2007
hora: 10:31 pm
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Las idas y venidas,la claudicaciòn de principios en pos de los designios de las épocas,hace que las clases políticas hagan zozobrar las democracias.
Un intelectual,no un ignorante,que ocupaba una senadurìa en el primer gobierno democrático posterior a la dictadura puso en evidencia ese defecto.
Reclamé en ese momento una ley de jubilaciones que reuniera todos los requisitos de respeto al aportante y continuara con una saneada financiaciòn en manos del estado.
Este buen intelectual me contestò que tenìa que hacer looby a la par de la futuras administradoras que estaban interesadas en la privatizaciòn de los fondos previsionales.
Lo que no me dijo es que por la deuda externa habìa un condicionamiento para que esos fondos fuesen privatizados-
Pongo las manos al fuego por esa persona,no la creo capaz de especular con la opiniòn que diò,simplemente en su momento describiò una realidad que èl no podìa modificar.
Por estas razones surgen las personalidades como CHAVEZ QUE EN EL FONDO SON QUERIDAS POR LOS PAISES QUE CONTROLAN LATINOAMERICA.
Por tal razón la pobre América Latina vive a los balanceos bruscos en el columpio,espero que nunca se le corte la cuerda y en algùn momento aprenda.
Publicado por:
Javier Pablo Marotte
fecha: 13 | 04 | 2007
hora: 12:12 pm
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La crisis del sistema capitalista de 1973, de la que se culpó al aumento en el precio del petróleo, produjo una recesión mundial con bajas tasas de crecimiento (estancamiento) y aumento de la inflación, a lo que se denominó estanflación. Ante el colapso del keynesianismo se originó un vacío por el cual se colaron las propuestas de los neoliberales (Borón, 2003:209), quienes incriminaron como causas de la crisis a los gastos sociales excesivos del Estado de Bienestar, el desmesurado poder de los sindicatos y el exagerado e innecesario intervencionismo dirigista del Estado en las economías nacionales. La propuesta de solución fue eliminar de raíz las fuentes y para ello, propusieron un Estado débil en las erogaciones sociales y en la intervención económica y un Estado fuerte en su capacidad de romper el poder de los sindicatos .
La avanzada neoliberal principió en Reino Unido en 1979 bajo el gobierno de la premier Margaret Thatcher y en EUA en 1981, al asumir la Presidencia Ronald Reagan, quienes intentaron hacer retroceder al Estado de Bienestar. A la aplicación de la ortodoxia neoliberal se la denominó «La Revolución Conservadora» en Gran Bretaña y «Reaganomics» en EUA. Estas políticas, a través de los organismos financieros internacionales (FMI y BM), se impusieron tardíamente en América Latina; a excepción de Chile que, bajo la dictadura pinochetista, las aplicaba desde 1975 , por lo que se le considera el pionero del ciclo neoliberal en la historia contemporánea (Anderson, 2003:34).
Para el neoliberalismo, la génesis de la crisis del Estado latinoamericano radicó en la aplicación del modelo cepalino de desarrollo implantado por los gobiernos desde 1950, basado en la «industrialización por sustitución de importaciones» (ISI); en el que se le asignó al Estado un rol primordial, como promotor económico y protector de las industrias nacientes, a través de aranceles, restricciones y prohibiciones a las importaciones competitivas. Este proceso de producción resguardando a los empresarios latinoamericanos, hizo que a éstos se les llamara, «empresarios de incubadora» y al sistema económico-político que los generó, «capitalismo de estado» o de «economía mixta». La crisis en Latinoamérica se vio acrecentada por tres causas: el peso gravoso de las deudas externas , la construcción de las democracias restauradas entre 1979-90 y la irrupción con pretensiones hegemonizantes del neoconservadurismo. A ello, debemos sumarle la emergencia del Movimiento de Reforma Gubernamental Global ; el Tratado de Maastricht de la Unión Europea; el nuevo rol de los organismos de préstamo que demandan injerencia en los asuntos internos de los Estados; la caída del comunismo; el triunfo del modelo de mercado y el surgimiento de la nueva economía de competencia global y el fracaso de ese mismo modelo, que comienza a evidenciarse en 1998 (Ciulla Kamarck, 2001:301-313); además de la revolución informática y el aumento de la capacidad de las empresas privadas para evadir las regulaciones a las que los Estados nacionales las habían sometido (Cavarozzi, 2006:75).
Intentaremos responder a los interrogante ¿qué Estado se halla de regreso?; ¿qué Estado es el deseable?
Los Programas de Ajuste Estructural (PAE), fueron el mecanismo por el cual se desmanteló el tenue Estado Social de Derecho que existió en América Latina. Todos los paquetes económicos aplicados tuvieron similar contenido de políticas y propuestas, la diferencia estribó en la gradualidad o el shock de su aplicación . El método utilizado por los neoliberales consistió en efectuar una crítica al incipiente Estado Social y a los regímenes nacional-populistas basados en la economía mixta, para luego exteriorizar propuestas destinadas a superar las fallas o deficiencias, apoyados mediáticamente por sectores de la prensa y del empresariado.
La reforma del Estado es una de las dos líneas maestras del proyecto neoliberal (la otra es la de libre funcionamiento del mercado), y su objetivo fundamental fue reducir el tamaño y las funciones del aparato estatal. La pregunta que los promotores del neoliberalismo le planteaban al pueblo para legitimar su propuesta era: «¿Qué prefiere Usted, un Estado Grande o un Brasil Grande?» y en el caso argentino, sostenían la falacia de «achicar el Estado es agrandar la nación». Para los neoliberales, el Estado resulta el principal causante de las crisis latinoamericanas. No obstante, encontrarse él mismo inmerso en una profunda crisis, que lo ha tornado ineficiente e ineficaz. Las crisis fueron generadas por el intervencionismo exagerado; la excesiva presencia estatal en el área productiva; el gigantismo e inoperancia del aparato administrativo; el populismo-clientelismo; la corrupción enquistada y el déficit fiscal.
La visión del Estado benefactor creó -desde la óptica neoliberal- individuos irresponsables, anónimos y sin iniciativa, por ello plantearon: achicar al Estado, reduciéndolo al mínimo y comprimiéndolo a las funciones de defensa y seguridad externa e interna, educación y salud. En nuestra Región, la propuesta del neoliberalismo se tradujo en el desguace radical del Estado Social en su versión nacional y popular (Svampa, 2005:9), que dentro del marco de una fuerte desregulación de la economía y de una reestructuración integral del Estado , enfatizó las desigualdades previas y generó nuevos procesos de exclusión en los que cayeron vastos sectores de la sociedad.
Joaquín Estefanía (2004) incluye entre los siete pecados capitales de América Latina «el mayor debilitamiento del Estado» , lo cual amplificó su incapacidad para influir, controlar, regular o beneficiarse de los procesos transnacionales y para resistir a las tendencias hegemónicas en los planes económico-políticos. El Estado ostenta serias deficiencias, se ha atenuado y en algunas zonas ha desaparecido virtualmente, incluso su legalidad no se extiende a vastos territorios y a parte de los ciudadanos, porque operan las ilegalidades mafiosas o «sultanísticas» (O´Donnell, 2004:182). Más allá del tamaño de sus burocracias los Estados son débiles, aunque en el pasado algunos hayan sido terriblemente eficaces en la aplicación de acciones represivas ilegales .
El estudio sobre democracia del PNUD (2004) menciona como una de las principales causas de la crisis de la democracia, la debilidad del Estado. La pérdida de poder se insinúa en tres aspectos: por un lado, el Estado es incapaz de proteger la propiedad, la integridad física y la vida de sus ciudadanos; por otra parte las falencias funcionales de las democracias latinoamericanas se traducen en un escaso apego al cumplimiento de la ley (Latinobarómetro, 2004); finalmente el Estado ya no regula los flujos de capital, mientras que lo que legislan los parlamentos no logra a disciplinar a las grandes corporaciones financieras y mediáticas que imponen su ley a través de un mercado global. La merma de poder también se reproduce en el margen de acción cada vez más estrecho y de la escasa autonomía frente al veto de actores internos y externos, sobre todo del sector económico (Nolte, 2005:217). Todo ello ha provocado el descenso de la fe en la capacidad del Estado para resolver los problemas de la sociedad (PNUD, 2004:243).
La (in)evolución del Estado es en Latinoamérica la clave de la crisis de la identidad; aunque para algunos autores el Estado ha permanecido en crisis permanente (Sonntag, 1986) y no ha logrado homogeneizar sus naciones y sociedades (O´Donnell, 2004:176). Los principales problemas siguen siendo sus burocracias ineficientes, la inefectividad de su sistema legal y la escasa credibilidad de los poderes públicos. Los Estados endebles y «angostos» constituyen el freno que obsta al avance en la democratización de los países .
Fernando Calderón, expone que en la década del ´80 y mas precisamente con los procesos de estructuración y cambio de los ´90, el Estado se desprendió de la nación, y progresivamente tendió a convertirse en un agente de los procesos de mundialización; se rompieron las alianzas sociales originales entre los sectores medios, el mundo popular y el Estado, comenzándose así a operar el proceso de deterioro del proyecto Estado-Nación (Calderón, 2004:193).
Las democracias latinoamericanas se han enfrentado a limitaciones en un mundo globalizado, porque los Estados tienen circunscritas sus capacidades de maniobra. Cavarozzi (2004) señala que las transiciones democráticas producidas desde la década de los ´80, conllevaron el abandono de una matriz centrada en el Estado para reemplazarla por otra de signo neoliberal basada en la disminución de sus capacidades operativas y materiales . Bosoer, en idéntico sentido, sostiene que el Consenso de Washington intentó adaptar a cada contexto nacional latinoamericano la desarticulación de la matriz nacional-popular o estado-céntrica. A la par, la estrategia ideológica norteamericana en los ´80-´90 consistió en promover la «escasa densidad institucional» de los Estados latinoamericanos y el incremento de su irrelevancia geopolítica. (Bosoer, 2004) «La globalización implicó el debilitamiento de las estructuras estatales, de la autonomía y del poder del Estado» (Beck, 2002: 21). Como señala Guéhenno (1995:11-12) el verdadero cambio representado por los acontecimientos de 1989 no fue el fin del comunismo, sino el final de la era hegemonizada por los Estados-nacionales .
Micieli y Vazeilles (1998) enuncian que en nuestro país el Estado populista compensó relativamente la disociación entre economía y sociedad; pero la destrucción de este Estado compensador comenzó a ejecutarse durante la dictadura militar 1976-83. En Argentina, la retirada del Estado es transpuesta por sus ineficacias presentes y pasadas; determinándose una evaporación funcional y territorial de su dimensión política.
En el caso argentino, el Estado atravesó su descomposición y achicamiento, configurando su destrucción en cámara lenta durante la década del 90 (Cavarozzi, 2006:80) cuando vendió las «joyas de la abuela» y se desprendió de escuelas y hospitales que transfirió a provincias y municipios. Simultáneamente rehusó a seguir desempeñando en vastas áreas los roles de promotor, regulador, empleador y subsidiador, que había cumplido en su etapa intervencionista. De tal modo, la reforma del Estado significó además una reforma de la sociedad (Oszlak, 1999; Walzer, 2001:149).
Kliksberg (2006) concluye que el desastre argentino no fue una fatalidad inexorable, sino el producto lógico de las políticas de destrucción del Estado, de la privatización salvaje, de la desprotección total de la pequeña y mediana empresa, de la concentración del crédito y de las altas dosis de corrupción e inestabilidad. En términos de Atilio Borón, la fusión de la crisis fiscal con el discurso auto-incriminatorio del Estado, llevó a los gobiernos latinoamericanos a adoptar políticas de desmantelamiento del mismo, que decretaron como asombrosa novedad «la muerte súbita» del Estado (Borón, 2003b:62).
Nuevas convicciones: la resurrección Del Estado
El agotamiento en América Latina del modelo neoliberal a fines del siglo XX, provocó que una gran mayoría de economistas, politólogos y filósofos comenzaran a promover la restauración del Estado. Ya en 1981, David Easton (1981:303) preanunció la «resurrección» del concepto de Estado, «surgido de su tumba para amedrentarnos nuevamente.»
Desde 1985 los gobiernos desmantelaron el Estado, pero desde mediados de los ´90 se tuvo el convencimiento de la necesidad de volver a tener Estados fuertes. Así, en 1998, la CEPAL propuso fortalecer el Estado, manteniendo las variables macroeconómicas estables para que los capitales e inversiones no huyan de los países (Cohen, 1998). Krugman (1998), sostuvo que la libertad absoluta de mercado es irrealizable y que el Estado debe intervenir de algún modo en la economía, sin sacrificar el crecimiento. En 1998, Stiglitz objetó fuertemente el Consenso de Washington, señalando que entre las medidas que se propiciaban, la referida al repliegue del Estado no constituía el único ni el mejor camino a seguir (Stiglitz, 1998a). Asimismo, señaló que: «…parte de la estrategia para una economía mas productiva es encontrar el rol apropiado para el Estado, identificando por ejemplo, las formas en las que el gobierno puede ser un complemento efectivo de los mercados.» (Stiglitz, 1998b:12).
El Banco Mundial (BM) inversamente a lo que esgrimía años antes, discurre ahora que, lejos de haber un exceso de participación del Estado, hay insuficiencia en cuanto a la presencia activa de éste en varios campos de acción claves . En el Informe sobre el Desarrollo 1997 (BM, 1998) la entidad colocó en el centro de su preocupación el desafío de la reconstrucción del Estado. Mientras que en el Informe 2004 (BM, 2005) adoptó como tema central de análisis la cobertura de «servicios para pobres», considerado el eje estratégico de sus futuras acciones. Reivindica para el Estado la misión de atenderlos con eficiencia y optimizando los costos, ya que en esos ámbitos reconoce, no funcionan las leyes del mercado (Treber, 2006)
Bresser Pereira, también en 1998, sostuvo la necesidad de reconstruir el Estado, redefiniendo sus funciones y fortaleciendo su capacidad de intervención, para arribar a un Estado más fuerte y eficiente, más capaz y dotado de gobernanza y gobernabilidad, el cual ya no deberá proteger la economía nacional sino cumplir el rol de asistencia, a fin de convertirla en internacionalmente competitiva (Bresser Pereira, 1998)
Slavoj Zizek no confía en la idea liberal según la cual el Estado fue superado por el mercado y las grandes compañías multinacionales, porque jamás un aparato estatal fue mas fuerte ni tuvo tal control absoluto de la propia población que el de EUA hoy. Asimismo, considera «ridículo el discurso sobre la desaparición del Estado» , reconociendo cáusticamente que han desaparecido servicios sociales como el de salud, pero el aparato represivo-policial y de inteligencia militar es mas fuerte que nunca antes en la historia (Zizek, 2006).
Desde su posición antiestatista, Holloway entiende al Estado «como una forma subsidiaria de la realidad del valor, que es lo que establece la verdadera síntesis social», la cual se caracteriza por su permanente inestabilidad. Señala, que el reestablecimiento del Estado halla su fundamento en la presencia de elementos estadocéntricos dentro del movimiento de resistencia. Asimismo, no siendo el Estado una institución ajena «nos penetra en términos de cómo pensamos el cambio social.» La aludida penetración por el capital y el Estado en el movimiento anticapitalista es lo que muestra cómo logró el Estado recomponerse, restablecer el orden y recobrar legitimidad después del colapso argentino de 2001 (Holloway, 2006).
Por otra parte, no puede rehuirse la necesidad de promover aún una profunda reforma del Estado, porque ineficiente y devastado nada puede hacer para favorecer a los sectores medios y populares. En total coincidencia con el planteo de Borón (2003:226) corresponde concebir a la reforma del Estado como la insuperable ocasión para diseñar nuevos mecanismos e instrumentos democráticos que extiendan el control de la sociedad sobre la burocracia. Toda reforma debería contener como principal tema el de para que paradigma de nación se propone que sea ese Estado (O´Donnell, 2004:177).
Las distintas reformas del Estado llevadas a cabo en Latinoamérica, han dejado desde el punto de vista político un déficit consistente en no haber logrado la transformación radical de la clase dirigente y burocrática; tampoco obtuvieron la de los partidos políticos para hacerlos más responsables y menos tentados a «tirar todo por la borda», con el objeto de maximizar la rentabilidad electoral inmediata. Menos aún, lograron erradicar la corrupción y desincentivar las formas ilegales de financiación electoral. (Paramio, 2004:19)
¿Qué Estado está volviendo?
La experiencia argentina respecto al Estado en los últimos treinta años, donde se pasó por el Estado represor (1976-83), el Estado democrático-hiperinflacionario-neoliberal (1983-2001), el Estado confiscador (2001-02) para imaginar al Estado deseable (desde 2002) , ha dejado un convencimiento: atravesamos el principio del fin de la larga noche histórica de los Estados desbocados, con «sobredosis» de poder (Rubiales, 2005), colonizados, «privatizados» por los grandes capitales, que lo hacen un ámbito de discrecionalidad decisional.
Cabe entonces dar respuesta al interrogante de qué Estado se desea: un Estado para viabilizar el mercado o un Estado que ofrezca parámetros mediante los cuales sea posible una convivencia dignificante, justa e igualitaria. Se trata de resolver cómo transformar las demandas e intereses particulares -que se multiplican exponencialmente-, en una energía creadora del interés general. El rediseño del Estado se caracteriza por ser polifacético; ya que a la dimensión gerencial de la crisis, se suma la necesidad de modificar las estructuras estatales y la matriz cultural que tipifica a sus instituciones.
El proyecto democrático que se plantea para satisfacer demandas sociales enfatiza la importancia de la participación de la sociedad civil , para lo cual se debe reinventar la política como práctica y como proyecto, de modo que contribuya con las personas a ayudarlas a superar sus carencias y a fortalecer los valores socialmente instituidos. Con Walzer entendemos a la política, «en tanto actividad distinta de la simple coacción y de la manipulación burocrática», dependiente de la historia compartida, del sentimiento comunitario y de las convenciones aceptadas (Walzer, 2001:84). De modo tal que la necesidad del fortalecimiento del Estado viene adunado al de la propia sociedad civil, la que se vio debilitada «con la ‘devolución’ de poder a través de los procesos de privatización que sólo fortalecieron a la sociedad mercantil» (Bonetto y Piñero, 2003b:150).
Dando por sentado que el Estado soportó una profunda crisis que trajo aparejada una erosión del mismo y que sus capacidades se vieron disminuidas por una serie de factores: como fueron los procesos de integración regionales que le quitaron competencias; la emergencia de actores fuertes (medios de comunicación, multinacionales, ONG, etc) y las nuevas tecnologías que desbordaron las concepciones tradicionales sobre las soberanías de los Estados (Guedan, 2004:140); además, han de reconocerse y afrontarse los déficits del Estado democrático mediante la aplicación de fórmulas que permitan ensanchar la participación ciudadana, como por ejemplo: mayor acceso de los ciudadanos a la información; descentralización territorial de la administración; regulación del rendimiento efectivo de cuentas por parte de los políticos; establecimiento de sistemas de coparticipación en la elaboración de políticas públicas; creación de sistemas eficaces de lucha contra la corrupción; realización de consulta popular o referéndum para cuestiones de especial importancia.
Estamos frente a un progresivo cambio de paradigma que supone un nuevo perfil de ciudadano y de participación; ha surgido una aguda persuasión de que el Estado ya no es propietario de la sociedad, sino más bien ésta es «la propietaria» del Estado, el que mantiene una función central en la regulación social (Sorj, 2005:108; Oliva, 2000:142). Esta apreciación cambia las reglas de juego y constriñe a una nueva responsabilidad social y a un alto nivel de cooperación entre todos los sectores. Durante largos años «lo público» era de exclusiva competencia del Estado y fue percibido como tal, pero la fragmentación de la representación social y de las identidades convirtió «a las ONG en portavoces de valores y mini-utopías» (Sorj, 2005:104); a la par que los partidos políticos perdieron el monopolio de la representación popular, no controlan a los nuevos movimientos sociales ni a las redes de socialización de millones de personas. El debilitamiento de la democracia política, a consecuencia de la profundización de las expectativas igualitarias, sumado a la desconfianza en los políticos y a la opacidad del Estado, devaluó la legitimidad de éste último y generó un sentimiento mayoritario de que gobernar es responder a las exigencias de los mercados (Ibíd.:108).
En América Latina, no se halló «la relación ideal entre los tres principios básicos de coordinación de los individuos y la organización de las sociedades: el Estado, el Mercado y la Comunidad». El absolutismo de cualquiera de estos ordenamientos en distintas etapas de la historia generó consecuencias gravosas para el conjunto de la sociedad. El desafío pasa por descubrir y afianzar el punto de equilibrio entre los valores que orientan al Estado, el Mercado y la Comunidad, es decir entre igualdad, libertad y solidaridad, respectivamente. (Fleury, 1998:24)
Una comunidad es libre solamente si puede darse a si misma sus propias leyes. Esto implica, que los ciudadanos puedan participar libremente en la definición de las políticas de Estado; además que el propio Estado sea libre, es decir, que no sea esclavo ni vasallo de otras fuerzas, de otros intereses o de otros Estados . No debe responder a otros mandatos, más que a los de sus propios ciudadanos democráticamente organizados. El Estado debe dejar de funcionar al servicio de intereses distintos a los que emergen de la voluntad popular. Por consiguiente, el Estado puede y debe tornarse un instrumento de su pueblo para luchar contra esos intereses ajenos, ya que hoy no constituye una amenaza a la libertad de las personas; mas aún, la ciudadanía desde comienzos de siglo expresa una «demanda de Estado», diferente al que debutara en 2001 como confiscador de patrimonios y represor-judicializador de la protesta. Desde ese entonces el Estado no puede actuar con monopolio del poder y ha quedado en claro que no lo ostenta en forma exclusiva.
Oszlak dice que existe un supermercado de modelos de «Estado deseable»: necesario, inteligente, atlético, mínimo, sensato, modesto, reinventado, catalítico, ético, transparente, desburocratizado, informado, profesionalizado y tecnológicamente aggiornado. (Oszlak, 1999). Se requieren Estados que fomenten espacios de participación democrática, de diálogo y de concertaciones; que reconozcan papeles decisivos a los individuos y a los movimientos sociales. El nuevo Estado, como indica Touraine (2003), debe ser movilizador y dinamizador de una sociedad madura a la que, incluso, se le deben facilitar herramientas de control sobre sus actuaciones.
conclusión
El Estado es un producto histórico, y la historia es la forma espiritual en que una cultura se rinde cuentas de su pasado (Huizinga, 1977:95); por ello es condicionado, variable y dinámico. «El Estado es una construcción, un artefacto cultural que aparece, a la vez, como el producto y la expresión de determinados conflictos y tradiciones, cristalizados en conjuntos históricamente específicos de instituciones y de prácticas.» (Nun, 2002:63) En síntesis: el Estado es una realidad sobre la que se puede actuar. Pero, no ha de soslayarse que el objetivo final de las acciones políticas no son los Estados, sino los individuos (Gaviria, 1999).
Las reformas neoliberales debilitaron un Estado que en muchos países latinoamericanos era tradicionalmente endeble. Ello fue posible ante la impotencia de los actores sociales y la paradoja que quien hizo las reformas anti-estatales fue el propio Estado . Por otra parte se tuvo el convencimiento casi uniforme de que era necesario «atenuar el intervencionismo del Estado» (Hurtado, 2005:212). La cólera antiestatista de los años pasados fue facilitada por el «disfuncional elefantismo» (O´Donnell, 2004:177) que habían adquirido las burocracias estatales los países latinoamericanos.
El énfasis neoliberal puesto en la Región en los años ´90 trajo como consecuencias el abandono de los cometidos esenciales del Estado; la desestatización de la economía que terminó restándole su poder económico, y por aditamento el aparato estatal dejó de ser uno de los mayores empleadores; claro está, que en la coyuntura no se ofrecieron las alternativas para que la ciudadanía recobrase el pleno empleo que les había sido cercenado.
Las experiencias de los países latinoamericanos, a la luz de los paradigmas del Consenso de Washington , nos mueve a alertar sobre la inexistencia de uno o más modelos ejemplares a los cuales remitirse como solución para afrontar estructuralmente las funciones que han asumido o deben asumir los Estados de la Región. La gran diferencia es que los países ricos de Europa como Alemania, Holanda, Francia y Reino Unido han exportado prosperidad y democracia a las ex-dictaduras de España, Portugal y Grecia, que les permitieron construir nuevas realidades . Por el contrario EUA, el gigante rico de América, envió más dictadura que democracia a Latinoamérica y auxilió muy poco económicamente a su vecindario (Varsavsky, 2006:66). «En los países centrales los procesos de mutación estructural no se expresaron necesariamente en el desmantelamiento total o cuasitotal de las instituciones y marcos regulatorios típicos del modelo anterior (Estado de Bienestar o Estado Social)» (Svampa, 2005:9).
La mayor parte de la ciudadanía requiere un Estado activo , dado que un Estado fuerte y autónomo es condición para reducir la desigualdad social y la pobreza, fortalecer la confianza de los ciudadanos en la política y la democracia. En la Argentina postcrisis del 2001-2002 el Estado se ha recuperado más rápido que la propia sociedad civil y posee indudablemente más recursos que ella (Arroyo, 2006:198) . El Estado cambió de rumbo en las políticas públicas sin modernización (Ibíd.: 202); percibe un creciente superávit fiscal y mantiene un crecimiento sostenido desde hace mas de tres años; pero no ha actualizado su estructura organizativa interna. Las reformas neoliberales no lograron estructurar un nuevo tipo de Estado. En palabras de Daniel Arroyo, parece que se resiste a pasar de la etapa «amateur» a la etapa «profesional» (Ibíd.: 203)
Hoy la solución constatada empíricamente pasa por la reconstrucción del Estado y no su desmantelamiento (Boiero y Estrada, 2003:2). El Estado re-emerge como el actor preocupado por la equidad social, esto implica que «hay un retorno del Estado como actor del desarrollo… un Estado bisagra, que pueda trabajar hacia adentro, o desde adentro de nuestras sociedades, para producir procesos de integración social» (Calderón, 2006). Se trata de construir un nuevo Estado en función de lo público, que potencie la capacidad de acción de los actores del desarrollo (Ibíd., 2004:210-211); porque en la Región perdió la función esencial de defender el interés público, en gran parte como consecuencia de las prédicas neoliberales, pero en otros casos por el poder contaminante de la corrupción. El Estado capturado , retoma el mandato primordial de guardar y preservar el orden en la economía; fijando las reglas demarcatorias del ámbito dentro del cual han de desarrollarse las actividades productivas, vigilando su cumplimiento y sancionando a quienes las infrinjan.
En síntesis, se halla de regreso un Estado distinto destinado a corregir las inequidades sociales; para lo cual, cabe señalarlo sin ambages, es imprescindible que se trate de un Estado fuerte y eficiente, con atribuciones legales suficientes e instituciones competentes que permitan ejercer su autoridad y propiciar un adecuado balance entre éxito económico y beneficio social. Debe existir tanto Estado como sea necesario, reconquistando el monopolio del uso legítimo de la fuerza y la preservación «perpetua» del imperio de la ley. Ese nuevo Estado en ciernes, superador de la versión reduccionista-economicista del mismo, debe llenar el vacío político producido por el proceso de subordinación de lo político y lo social a la economía neoliberal.
Publicado por:
Javier Pablo Marotte
fecha: 13 | 04 | 2007
hora: 12:17 pm
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1.- Fukuyama Y Williamson por la (re)construcción del Estado
Tras anunciar el «fin de la historia», Fukuyama indica ahora que es urgente fortalecer el Estado, como uno de los asuntos de mayor importancia para la comunidad mundial. En su último libro asegura que los Estados débiles son causa de casi todos los males: «pobreza, sida, droga, terrorismo» (Fukuyama, 2005:9). La hegemonía liberal del mundo acabó plasmando un panorama de gran desigualdad que, para sus promotores iniciales, resultó redituable pero muy inseguro. Por eso el politólogo norteamericano dirigió su atención a la institución central de la vida política: el Estado. Éste, históricamente, cumplió la función de controlar la violencia dentro de una jurisdicción territorial. Al menos para algunas culturas políticas, el Estado también es el encargado de evitar una polarización social extrema -lo cual deploran los neoliberales estadounidenses-. En su ambición por liberar a la economía de cualquier traba, las políticas triunfantes en los años ´90 atrofiaron o anularon las posibilidades del Estado para impedir la violencia, el aumento de la miseria o la explotación irrestricta del trabajo humano.
Fukuyama estima que es hora de restaurar la soberanía estatal y al tratar de fundar el orden mundial en el fortalecimiento de los Estados, se opone al dogma neoliberal del «Estado mínimo». Según el liberalismo clásico, el Estado se inmiscuye demasiado en la vida privada bloqueando las iniciativas individuales. Cuanto más restringido sea su papel, la sociedad que lo sufre como un mal necesario (por seguridad) disfrutará de mayores estímulos para multiplicar la riqueza y garantizar la libertad personal.
Algunos de quienes sólo veían en el Estado un factor de distorsión económica (demasiada intervención, pésima gestión, impuestos exorbitantes) y recomendaban comprimirlo exiguamente, impulsan ahora su reconstitución. En el panorama que observaron más allá del Estado, los partidarios de la libertad económica no encontraron esa apacible anarquía de mercaderes intercambiando bienes y servicios por sano egoísmo, sino la guerra civil y la miseria, la inestabilidad regional y la inseguridad global.
El Consenso de Washington tuvo aceptación inicialmente, porque el Estado había sido una fuente principal de padecimiento popular en el siglo XX: desencadenó guerras mundiales y organizó exterminios masivos, postró poblaciones y reprimió generaciones enteras. Pero después de que una economía desbocada lo neutralizó, a comienzos del siglo XXI, liberales como Fukuyama impulsan su recomposición, motivados por razones de seguridad propia. Un mundo sin Estados les parece ahora peligroso, lleno de terroristas, señores de la guerra y atentados suicidas. Para zonas enteras del planeta, insinúa el autor, el remedio estatal -antiguo como Hobbes, pero recién descubierto por algunos liberales- quizás llegue demasiado tarde.
Fukuyama distingue entre el «alcance del Estado» y la «fuerza del Estado». (Fukuyama, 2005:21-33) Allí estriba -según él- la confusión al momento de implementarse las reducciones de los aparatos estatales, porque existía la sensación generalizada de que el Estado simplemente tenía que achicarse, sin tener a la vez una comprensión clara de que había fracciones que tenían que fortalecerse, en términos de rendimiento.
John Williamson, quien en 1989 enunciara el decálogo del Consenso de Washington, afirmó años más tarde: «Un Estado fuerte y capaz es necesario para apoyar los mercados, y un Estado arbitrario y corrupto puede impedir su desarrollo» (Williamson, 2003:3). A partir de Fukuyama y Williamson, antiguos detractores del Estado (que podrían compararse en su pasado concepto del mismo al de magna latrocinia agustiniano ), puestos hoy en la tarea de defender su redescubierta importancia, podemos elaborar a priori una conclusión: queda claro que existe consenso acerca de la necesidad de un Estado fuerte y efectivo que apoye y complemente la tarea de crear riqueza. A modo de síntesis se ha pasado de un énfasis en «menos Estado», a uno a favor de un «mejor Estado» (Fukuyama, 2005:176; Resico, 2006:184-185; Oszlak, 1999; Paramio, 2004:10).
2.- Boaventura de Sousa Santos y el Estado como novísimo movimiento social
El sociólogo portugués señala que las teorías del Estado -tanto las de origen liberal, como las de origen marxista-, se han convertido en vetustas, debido predominantemente al declive del poder regulador del Estado en su forma tradicional, su despolitización y la desestatalización de la regulación social inducidas por la erosión del contrato social (Sousa Santos, 2005:48). Asimismo, entiende que bajo la denominación «Estado» está emergiendo una nueva forma de organización política más amplia que el Estado mismo, un híbrido compuesto de flujos, organizaciones y redes en la que se conciertan y disfrazan elementos estatales y no estatales, nacionales y globales. El Estado es el articulador de ese conjunto. (Ibíd.:48). Santos interpreta que la «miniaturización» ó «municipalización» (Ibíd.:48) es en realidad una transformación de la soberanía y de la regulación de las capacidades normativas del Estado.
El fascismo consiste ahora, más en un régimen social que en un sistema político, el cual «no sacrifica la democracia sino que la fomenta hasta el punto que ya no es necesario, ni siquiera conveniente, sacrificarla para promover el capitalismo» (Ibíd.:29). El cuadro de las relaciones económicas resulta definitivo para la aproximación a las restantes expresiones del fascismo que describe: del apartheid social, del Estado paralelo, paraestatal, populista, financiero y de la inseguridad (Ibíd.:30-36). Frente a las manipulaciones del fascismo societal orientadas a convertir al Estado en un engranaje para servir al espacio privado, tendría que levantarse una verdadera red de fuerzas democráticas cuyos componentes existen en medida variable y composición diversa, de manera dispersa y a menudo distorsionada en usos y abusos de sus potencialidades, dentro de la sociedad civil. (Ibíd.:49) «La lucha antifascista se resuelve articulando la democracia representativa con la participativa». (Ibíd.:52-53)
La reinvención del Estado y la de la democracia están íntimamente ligadas. Santos caracteriza la transformación del Estado en lo que denomina un «novísimo movimiento social» (Ibíd.: 48) Su norte se encuentra en la transición del Estado como «una materialidad institucional y burocrática» hacia un sistema de relaciones en el «terreno de una lucha política mucho menos codificada y reglada que la lucha política convencional» (Ibíd.:49). El pensador lusitano introduce el concepto de «Estado experimental», como un espacio de transición en el cual asigna un ritmo progresivo al paso de la implementación de soluciones propias del viejo paradigma a las soluciones generadas en el nuevo.
El autor enuncia los dos paradigmas de transformación social: reformismo o revolución; el uno pensado para ejercerse contra el Estado, el otro para que lo ejerza el Estado. (Ibíd.:57) Se puede entonces discernir entre las tesis de Estado irreformable y Estado reformable. La primera, predominante hasta comienzos de los años ´90, típicamente neoliberal, considera al Estado ineficaz, parásito, y depredador (Ibíd.:24), y propone reducir sus funciones a la mínima expresión en el plano económico y en el de la responsabilidad social, asumiendo un canon que lo ponía al servicio de los intereses privados foráneos. El otro reformismo, surgido en los últimos diez años, implica reformas «promovidas por sectores sociales con capacidad de intervención en el Estado», una especie de recuperación de las funciones de conducción – de lo público en sentido general – desde el exterior de la institucionalidad política tradicional. (Ibíd.:57-68)
3.- Paolo Virno: menos Estado y más ciudadanía.
Virno sostiene que vivimos en una época de crisis que, como ocurrió en el siglo XVII, cuando se inventaron todas las categorías, los conceptos que ahora parecen obvios, triviales y comunes, se nos impone repensarlos. Apuesta a una democracia de la «multitud» que no debe tomar el poder, sino crear una nueva esfera pública que prescinda del Estado y valorice al individuo (Virno, 2002).
Fue en el siglo XVII cuando se creó la idea del Estado nacional-central, y se inventaron conceptos como la soberanía y la obligación de obedecer. Para el filósofo italiano, estamos en una fase en la que todos esos conceptos pasan por una crisis y se construyen otros nuevos. Estos conceptos emergen progresivamente dentro de experiencias colectivas por prueba y error. Surge un nuevo modo de ser en la esfera pública, que se caracteriza por el hecho de que el Estado es algo que se ha vuelto arcaico e inadecuado (Virno, 2003).
Este presente parece saturado de miedos y angustias, conocidos y desconocidos; es una era de incertidumbre. Virno cree que ese miedo como sentimiento difuso, característico de la época, es un pánico en el cual se mezclan los miedos por peligros concretos (por ejemplo a perder el trabajo) y uno más general que no tiene un objeto preciso, lo cual es el sentido de la propia precariedad. Es la relación con el mundo en su conjunto, la fuente de peligro. Ambas cosas, normalmente estaban separadas: el miedo por motivos determinados era algo socialmente gobernable; mientras que la inquietud por la propia labilidad, por la propia finitud, era algo que las religiones o la filosofía trataban de administrar (Virno, 2003).
Virno cree que lo que puede constituir un remedio, una cura para ese miedo angustiante es la construcción de una nueva esfera pública (Virno, 2004); es decir nuevas formas de vida que no tengan más en su centro la obediencia al Estado y la obligación del trabajo asalariado en tanto trabajo despojado de significado que está por debajo de lo que hombres y mujeres pueden hacer con su colaboración inteligente. Una nueva esfera pública donde se pueda valorizar la propia singularidad y no converger hacia esa especie de unidad trascendente que es el soberano, el Estado (Virno, 2003).
Es la madurez de los tiempos que impone concebir la nueva esfera pública por fuera y más allá del Estado. Virno sostiene que es enteramente realista construir en las luchas sociales instituciones que ya no tengan como jefe al «soberano» y que disuelvan todo «monopolio de la decisión política». (Virno, 2006) Esas instituciones pos-estatales deben brindar diferentes alternativas de mitigación de la agresividad y carga auto-destructiva del animal humano (Ibíd., 2006). El Estado central moderno conoce una crisis radical, pero pese a ello no deja de reproducirse a través de una sucesión de mutaciones alarmantes, como por ejemplo el «estado de excepción permanente». El reto es determinar e individualizar cuáles son las instituciones que se colocan más allá del monopolio, que aún es encarnado por el Estado (Ibíd., 2006)
Es en la imperiosa necesidad de un mejor e innovador Estado fuerte, donde -aunque resulte paradojal- parecen coincidir Fukuyama y Santos. El primero, a la luz de la realidad, sentencia que los Estados débiles representan una amenaza para el orden internacional por ser fuente de conflictos y de vulneración de los derechos humanos; siendo la tarea de los gobiernos fortalecer esos Estados por medio de la construcción de naciones. (Fukuyama, 2005:176). Rechaza hoy el «ocaso de la soberanía» y entiende que los Estados son los únicos que pueden acumular y desplegar poder legítimo, y que en definitiva, la única opción es «el retorno hacia el Estado-nación y tratar de comprender de nuevo cómo hacer que sea fuerte y eficaz.» (Ibíd.: 177).
Santos, por su parte, sostiene que: cuando la democracia resultó ser de baja intensidad, pasamos a vivir en sociedades que son políticamente democráticas pero socialmente fascistas. El fascismo no es un régimen político, ahora es un régimen social, porque cuando la democracia deja de tener virtudes redistributivas – mejorar las condiciones de vida y el bienestar de las clases populares-, permite que en ausencia del Estado los más poderosos asuman un derecho de veto sobre la vida y la sobrevivencia de los más débiles. Propone para ello reinventar la democracia y el Estado; porque no existe otra institución política donde podamos reivindicar los derechos universales: civiles, políticos, sociales, económicos y culturales. Al presente no hay ninguna alternativa y mientras no la haya el Estado debe ser fortalecido, aunque basado en la participación social, para evitar ser capturado por las grandes trasnacionales y por los intereses del capitalismo global.
Finalmente, Paolo Virno sugiere que para el mal del siglo XXI, el miedo angustiante, ha de superarse al Estado y construirse una nueva esfera pública, es decir nuevas formas de vida que no tengan su centro en la obediencia al Estado, donde se pueda estimar la propia singularidad y no converger hacia esa especie de unidad trascendente que es el soberano, el Estado.-
Reflexión final
La economía neoliberal produjo que el Estado fuese percibido como un extraño o un enemigo y planteó la sustitución lisa y llana del Estado por el mercado -dos instituciones que alejan a los ciudadanos de las decisiones políticas-; a la par intentó fulminar el reconocimiento del rol estatal como agente y productor de la cohesión social, por medio del gasto público social (Svampa, 2005: 21), produciéndose así el vaciamiento de sus capacidades institucionales. Sus consecuencias se resumen en un saldo negativo: la destrucción de todos los resortes del poder económico y político estatal; una ciudadanía pauperizada y degradada ; un Estado casi interfecto y una clase política impotente, o corrupta.
El énfasis fundamentalista antiestatal del neoliberalismo intentó imponer la idea con pretensiones de dogma, que el Estado había desaparecido, que el Estado debía morir. Tal afirmación tuvo una vida efímera, la comprobación empírica de las nefastas consecuencias del achicamiento del Estado provocaron que se decretara su resurrección. Fukuyama y Williamson, debieron arriar sus banderas y propender a la restauración del mal que combatían; junto a ellos, otros pensadores como Boaventura de Sousa Santos -desde miradas diferentes-, proclaman la necesidad de un Estado distinto, eficiente, mejor, fuerte, pero no opresor. Mientras que filósofos como Virno, creen que ha llegado el momento de superarse al Estado y revertirse el poder a la ciudadanía.
Entendemos, que dentro de la realidad latinoamericana, la ciudadanía reivindica y merece un Estado que facilite el progreso social, regulando al mercado y coetáneamente garantice el desarrollo de instituciones sólidas y competentes, que permitan armonizar libertad con seguridad; crecimiento con equidad y República con democracia. Instituciones para un «país en serio» son junto con la pulverización de la pobreza, las grandes cuentas pendientes de los Estados; los cuales están de regreso, a pesar de la secuela neoliberal, pero han de consumar grandes cambios para rehabilitar su credibilidad.
Publicado por:
ANA
fecha: 13 | 04 | 2007
hora: 6:00 pm
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Casualmente en la jornada de vacaciones que pienso hacer,voy a visitar la HUNGRIA DE MIS AM0RES,patria como la mìa de grandes acomodaticios al par de personas que sin pensarlo dos veces arriesgan su vida por una quimera.La que vi como el niño de tos ferina a la misma edad pero desde visiòn extranjera con un padre politizado al máximo que no podìa concebir que un colaboracionista hubiera podido estar en asociaciòn con Stalin.Voy expresamente a conversar con,digamos familiares del alma sobre la caída econòmica de los regìmenes socialistas.la forma en que los cayeron sin la poesìa épico dramática del 1956,cuando Occidente los abandona ignominiosamente debajo de los tanques sovieticos.Pensar que a causa de eso mi padre entronizó a CHURCHILL para que ahora yo tenga un repudio total a los ingleses.
Agradezco el artìculo de Javier Marotte ,se lo que cuesta explicar tan claramente problemas complejos,
en lo que voy leyendo esta magnìfico.Trataré de leerlo varias veces y sacar copias .Esa universidad por internet se agradece sinceramente
En lo que difiero con la globalizaciòn es que las influencias intelectuales en cierta forma «achican a los polìticos»,acá se discutìa la presencia de Cavallo,material ya descartable por la caida de la influencia financiera y se le avisò al gobierno que tanto militares argentino como norteamericanos manifestaban estar»hartos de la influencia del capital judio» eso se traducìa en que norteamérica estaba al borde de la crisis y venìa un resurgimiento del poder militar para pasar el interregno.
Como ve profesor lo que pasa en la aldea pasa en el mundo.
Piense,Profesor que esto no me lo contaron y lo escuché en julio de 2000,incluso los movimientos venìan de antes de que subiera MENEM y ,estoy de acuerdo con la pobre primer mujer de este hombre que facilitaron los atentados y la muerte del hijo mayor del nombrado e incluso,creo ,la del hijo de JAROLAVSKY-este señor muy cercano a mi afecto,siempre lo cayó-.
Publicado por:
ANA
fecha: 13 | 04 | 2007
hora: 10:14 pm
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Prof Javier Marotte otra cosa debo decirle,todas las baraturas que las aplicaciones sucesivas de distintas posiciones intelectuales se sucedieron en AMERICA LATINA determinaron la decadencia de la sociedad,la regresiòn de sus grupos intelectuales que se hicieron servidores de la influencia de turno.
Esa hermosìsima costumbre tambièn se exporta desgraciadamente a las casas centrales y las casas centrales,como en este momento històrico està n más en peligro que sudamérica.
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Juan Alfonso Maeso Buenasmañanas
fecha: 14 | 04 | 2007
hora: 8:20 pm
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Permítame, Prof. Martínez Sameck, rebatir con todo respeto sus argumentaciones desde el ideario del liberalismo político y económico que profeso.
Usted afirma atribuyendo a Hugo Chávez (y parece compartir tal punto de vista): «Esto es muy sencillo, el Estado dio a gerenciar ciertas cosas a los privados y ahora, revisa los resultados, no está conforme, y les dice, señores, dejen, vamos a seguir haciéndolo nosotros».
Esta afirmación da por supuesto que corresponde al Estado «gerenciar» todos los asuntos que afectan a los ciudadanos y que ese Estado, a veces, graciosamente, decide entregar ciertas responsabilidades a los ciudadanos a ver que tal se desempeñan, como si les cediese a unos niños un poco de libertad para comprobar qué uso hacen de ella.
Creo que esta manera de ver las cosas es aberrante. La libertad sólo se puede predicar de los seres humanos, no de los vegetales, de los minerales, o de las abstracciones políticas como el Estado. El Estado no está pensado para que él mismo goce de libertad, los titulares de la libertad son las personas y el Estado debe limitarse a garantizar el ejercicio de la misma. Y dentro de esa libertad está la de que cada cual pueda buscar la prosperidad cómo quiera o como pueda.
Con esto no quiero decir que el estado sea innecesario. Lo es desde muchos puntos de vista y en el ámbito económico tiene deberes que cumplir, tales como asegurar la libre competencia, ofrecer garantías jurídicas a empresarios, comerciantes, trabajadores y consumidores, evitar los monopolios, las estafas, garantizar la salubridad de los productos que se ponen a la venta, e incluso a implementar políticas de apoyo a colectivos y personas que no sean capaces de obtener calidad de vida en una economía de mercado, etc. Pero la responsabilidad básica de buscarse un medio de vida corresponde a los ciudadanos.
A parte de esta argumentación teórica están los datos empíricos como los que muestran la incapacidad de los regímenes que dirigen y planifican la economía para generar riqueza y prosperidad (o si no que se lo digan a cubanos y norcoreanos) o su tendencia a cometer atroces crímenes contra la humanidad (recuérdese que los regímenes más ferozmente estatistas se vieron en la Alemania nazi, en la Unión Soviética de Stalin, en la China de Mao o en la Camboya de Pol Pot, regímenes responsables de la muerte de decenas y decenas de millones de personas). Naturalmente tampoco pretendo afirmar que cualquier régimen político con una presencia fuerte del estado tenga que conducir necesariamente a odiosas tiranías, pero creo que es un paso necesario mas no suficiente para que algo así llegue a ocurrir.
En sentido opuesto tenemos a países como Irlanda, Taiwan, Estados Unidos, Nueva Zelanda, que, habiendo apostado por un liberalismo abierto y con una relativamente escasa intervención estatal están experimentando crecimientos económicos notables que siempre, tarde o temprano, en mayor o menor cuantía, acaban beneficiando al conjunto de la sociedad (admito que más a unos que a otros, pero es imposible que el aumento de riqueza sea igual para todos los ciudadanos pues unos son más competitivos que otros, o simplemente han tenido más suerte)
De todas maneras la piedra de toque de todo ideario político es la realidad que acaba generado, por lo que estoy dispuesto a reconsiderar mis opiniones si vemos de aquí a cinco o diez años que Venezuela sea un país más próspero y libre, cosa que no tiene pinta de que vaya a suceder vistos los planes de Hugo Chavez de crear un partido único (naturalmente marxista) en su república bolivariana (por cierto, Simón Bolívar, como todo hombre culto de su época, era un liberal clásico).
Publicado por:
ANA
fecha: 14 | 04 | 2007
hora: 8:45 pm
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El señor Juan Alfonso defiende al liberalismo con razones válidas.
Partiendo de la base que Chavez puede llegar a ser,como piendo,una suerte de militar keynesiano,pseudo socialista y vaya a saber que otras yerbas permitido por la propia norteamérica en momentos en que ésta entra en reseción econòmica.Ya sucedió en la década 40/50.
Quiero hacerle una relexiòn sobre el capitalismo llamado neocapitalismo que en realidad tampoco es lo que dice ser pués es el sistema tìpico del liberalismo en crisis terminal ya que està viciado del oligopolio y del monopolio.
Por otra parte ahora viene la tercera etapa que deberà soportar latinoamèrica el saneamiento de la pobreza que pregona lo que parecen llamar los españoles LA GOBERNANZA.
En realidad esta gente pretende sanear la pobreza no inventando nada,ya que muchos sistemas de solidaridad social(Ej jubilaciones que se establecieron por primera vez en Uruguay)fueron originarios del sur del continente americano.
Por otra parte los gobiernos no tienen que sanear nada simplimente deben tener un sistema avanzado que permite a todos sus habitantes comer,vestirse,estudiar,no morirse de hambre cuando no pueden trabajar por invalidez,vejez etc
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Lucas Blanco Acosta
fecha: 22 | 10 | 2010
hora: 5:03 pm
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PARTICIPÓ UN 93.59 % DE ELECTORES Y NO UN 66.45 %
Según los votos que contabiliza el CNE en su web, Participó un 93.59 % de electores y no un 66.45 % en las elecciones parlamentarias de septiembre de 2010. Según estas cifras publicadas por el mismo CNE; 16.373.272 de venezolanos votaron en estas elecciones parlamentarias del 26 de septiembre de 2010; para registrar un 93.59 % de participación. Según el universo electoral venezolano de 17.495.353 electores, publicado por el mismo CNE, el 31 de marzo de 2010.
Si le sumamos el porcentaje de votos nulos, que por lo regular en este tipo de elecciones parlamentarias es alto; porque son más complejas que otras elecciones; alrededor de un 3 % más, por votos nulos; y los que ejercieron solo el voto del parlamento latinoamericano o el indígena y no sufragaron por el voto lista, ni el nominal, regulémoslos en 1 %. El total indicaría: 93.59 + 3 + 1 = 97.59, es decir, el 98 % de participación; esto explicaría porque en este modelo de votación tan rápido y perfecto, la Directiva del CNE retardó su primer y único boletín, hasta las 2 am de la madrugada del día siguiente.
Será que les faltarían mas venezolanos inscritos en el CNE, para lograr su meta de 110 diputados; precisamente dos días después el presidente Chávez declaraba que había muchos venezolanos sin cédula de identidad, que había que hacer una campaña para cedularlos o más bien será crear el porcentaje virtual que les hizo falta esta vez.
No puede ser posible que las principales instituciones del país no entren en cuenta ni imputen este atropello, todo indica que son cómplices, principalmente la dirigencia o los que representan la Mesa de la Unidad Democrática, el partido político PPT y PODEMOS; que supuestamente son los más votados, conjuntamente con el oficialismo.
Entonces tendremos que comprobar que son aliados secretos o mejor dicho, guardan este gran secreto que los “beneficia”; el de los votos invisibles; el de los venezolanos que nunca han existido, pero están registrados en los cuadernos electorales y siempre, en los últimos años han votado por quien les convenga. Resulta que ahora no se trata del partido o candidato que tenga más preferencia entre el electorado, sino del que tenga la capacidad o disponibilidad de generar más cédulas de identidades, usurpación de votos o electores invisibles.
Qué venezolano o que institución acepta el reto de sumar, evidenciar y después denunciar este exabrupto, ante cada fiscalía de su municipio o Estado; hasta que, a los responsables de este desafuero los abandone el cinismo. Para que las diversas universidades y los técnicos en biometría, intervengan y hagan las auditorias respectivas en el Consejo Nacional Electoral venezolano y ambos, nos curemos en salud.
Esta apreciación, es otra prueba que añadiré a mi denuncia. Puede revisar mi acusación consignada el 30 de septiembre de 2010 ante la fiscalía, en: http://www.lucasblancoacosta.com, igual puede verificar allí el detallado cálculo matemático del 93.59 % de participación, Estado por Estado.
Lucas Blanco Acosta.