¿Vaso medio lleno o medio vacío?

Por Carlos Escudé (para Safe Democracy)

Carlos Escudé cree que las estadísticas europeas –supuestamente tranquilizadoras– sobre el rechazo mayoritario de las comunidades musulmanes hacia el terrorismo yihadista (65 por ciento en Francia, 75 por ciento en España, 24 en el Reino Unido) demuestran una realidad muy preocupante, según el autor: que existe alrededor de un 20 por ciento que avalaría este fenómeno. Un número demasiado alto y peligroso.


Carlos Escudé es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Yale y profesor de Relaciones Internacionales. Dirige el Centro de Estudios Internacionales y de Educación para la Globalización en la Universidad del CEMA (en Buenos Aires). Ha sido asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores de su país.

EUROPA OCCIDENTAL SUFRE UN SÍNDROME de inmunodeficiencia cultural adquirida. Esa es mi conclusión después de participar en el Encuentro Internacional de Safe Democracy, a 3 años del 11-M, Desafíos regionales para un mundo en globalización.

Lo comprendí desde el acto de apertura, donde se presentaron estadísticas, supuestamente tranquilizadoras, que muestran que la mayor parte de los musulmanes europeos no justifica la violencia contra blancos civiles occidentales.

Según la encuesta presentada por el catedrático de Relaciones Internacionales (UCM), Rafael Calduch, un 65 por ciento de los musulmanes de Francia jamás condonaría el terrorismo. No debemos dejarnos llevar por estereotipos, admonizó el disertante, casi como si el problema radicara más en los prejuicios occidentales que en el terrorismo de algunos musulmanes.

ENCUESTAS Y PORCENTAJES
¡Que el 65 por ciento de los islámicos franceses esté en contra del terrorismo significa que el 35 por ciento lo justifica en algunas ocasiones! Según la encuesta, un 16 por ciento lo avala a veces y otro 19 por ciento, raramente. En el caso de España las cifras son, respectivamente, del 16 y 9 por ciento: en total, un 25 por ciento. Y en el Reino Unido, este total es del 24 por ciento.

En Francia hay unos 6 millones de musulmanes, casi el 10 por ciento de la población. En el Reino Unido, cerca de dos millones. Y en España, un millón. Es decir que en Francia, el caso más extremo, hay más de dos millones de musulmanes que no perpetran atentados pero llegarían a comprender a quienes lo hacen. Arshin Adib-Moghaddam, docente de origen iraní de la Universidad de Oxford, asintió a mi observación diciendo: Es de hecho lo que ocurre. Los fundamentalistas a menudo protegen a los terroristas.

Por cierto, la población musulmana de Europa se asemeja a las capas concéntricas de una cebolla: los seculares respetan a los observantes moderados, éstos a los fundamentalistas, y éstos a su vez a los terroristas. En ese contexto, la inteligencia para prevenir el terrorismo es muy dificultosa.

CRECIMIENTO POBLACIONAL
La emigración musulmana hacia Europa ha ido en aumento durante las últimas décadas. Pero ya desde la década de los sesenta, antes de la eclosión del fundamentalismo y su yihad, los europeos se dejaron seducir por la tentación de importar mano de obra barata. En 1982, el porcentaje de población musulmana de la Europa de los 15 todavía era de sólo el 1,9 por ciento. En 2003, la cifra había saltado al 4 por ciento y crece en forma cada vez más acelerada.

Cerca del 50 por ciento de estos musulmanes nacieron en Europa y poseen derechos ciudadanos. Su tasa de crecimiento vegetativo es tres veces superior a la de los no-musulmanes y su población es mucho más joven: comienzan a tener hijos a edad mucho más temprana: una generación se mide en 16 años, contra el doble para la población no-musulmana. En 2015 la población musulmana europea se habrá duplicado otra vez, mientras la población no musulmana habrá disminuido en 3,5 por ciento. Según las proyecciones menos pesimistas, en 2050 los musulmanes representarán el 20 por ciento de la población de Europa occidental. Otros cálculos han llegado a proyectar una mayoría musulmana en Francia en 2050.

Pero a los europeos les resulta muy difícil reconocer su predicamento. El público atento al tema tiende a refugiarse en el optimismo de ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío: la mayor parte de nuestros musulmanes es enemiga del terrorismo, razonan sin llegar a falsear los datos. Y a menudo ceden a las extorsiones, como cuando España permitió que los ataques de Atocha, del 11 de marzo de 2004, torcieran el resultado de sus comicios y modificaran su política exterior.

El mismo fenómeno se registra en la lucha contra otros flagelos. Escribo estas líneas frente al mar, sentado en las gradas del anfiteatro romano de Tarragona. Viene a mi mente el escándalo de Iñaki de Juana, el asesino de ETA que obtuvo prisión domiciliaria del gobierno del presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

Es todo parte del mismo síndrome: una Europa que no está dispuesta a sufrir, en el corto plazo, los costes de sobrevivir en el largo plazo. Y por eso, cede. En tiempos en que se requiere un Winston Churchill, opta por el apaciguamiento de un Neville Chamberlain.

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