La Iglesia Católica, ¿contra la democracia?
Javier del Rey Morató comenta las menciones del Papa Benedicto XVI tras su reciente visita a Brasil y dice que la Iglesia católica debe dejar de meterse ya en temáticas como el aborto y la sexualidad de los ciudadanos. Su doctrina es contraria a la democracia del siglo XXI.
Javier del Rey Morató es profesor de Comunicación Política y Teoría General de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. Es Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra y Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha dictado cursos y seminarios en América Latina y es autor de numerosos artículos científicos y libros sobre comunicación y política.
LA DESPENALIZACIÓN DEL ABORTO EN MÉXICO –Estado laico desde 1857– desató una enérgica protesta de la Iglesia Católica, que indignó al rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Juan Ramón de la Fuente, quien declaró: una democracia es laica, o no es democracia. Y el Papa, desde Brasil, amenazó con la excomunión a los políticos católicos que favorezcan el aborto.
No es nuevo que la Iglesia cuestione la legitimidad de un parlamento para legislar sobre el divorcio o el aborto. A nadie le agrada el aborto –tampoco a la mujer que aborta–, y nadie lo defiende ni lo fomenta: sólo se pretende su despenalización, con la que se puede estar de acuerdo o no. Pero decir que desde el momento de la concepción ya hay un ser humano en el feto, es discutible, siendo una decisión que tiene que ver con las creencias. Y en la Iglesia no hay unanimidad sobre esa cuestión: el teólogo Tamayo lo ha recordado más de una vez. Tanto la Biblia como los moralistas españoles diferencian entre el feto formado y el feto informado, cuestionando que exista un hombre desde la concepción, pudiéndose hablar más bien de un período de gradual hominización.
LA DOCTRINA A SUS FIELES
Miret Magdalena recuerda a Karl Rhaner (entre el óvulo fecundado y el organismo animado por el espíritu hay varios grados biológicos que todavía no son hombres), y a Santo Tomás de Aquino: la ley humana no puede prohibir todo lo que la ley natural prohíbe.
Pero a la Iglesia Católica no le gusta la democracia.
Tampoco le gusta la mujer, y su capacidad de tomar decisiones sobre su sexualidad. Ese raro plantel de funcionarios públicos solteros se atribuye poderes que la sociedad moderna no le reconoce: si creen que (en nombre de un Dios) pueden prohibir el divorcio o el aborto, confunden el tocino con la velocidad.
Como mucho, pueden adoctrinar a sus fieles, pero no legislar, prohibiendo y penalizando conductas. Nadie les niega lo primero: el Estado laico sólo les niega lo segundo. Se creen que están todavía en el virreinato, y que el Estado es suyo. Como en España. O en Chile.
LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS
El Tribunal Constitucional de Chile declaró inconstitucional la resolución del Ministerio de Salud sobre la distribución gratuita de la píldora del día después. En un país en el que 150.000 mujeres abortan cada año (115.000 son pobres, y católicas) la medida del Gobierno parece incuestionable. Y es que a la Iglesia no le importan las mujeres y sus problemas: sólo les importa su doctrina, sus valores (no son los únicos: hay otros), aunque la consecuencia social de su observancia pueda ser perversa, como en este caso.
Y no se limita a proponer una conducta: tiene una idea negativa del hombre, y del uso que puede hacer de su libertad, desde una antropología pesimista. Necesita imponer, prohibir y penalizar, porque no cree en la libertad de conciencia. Recurre al Estado, con la pretensión de que ejecute su deseo, y le dé fuerza de ley. Desde una lejanía que le hace estar más próxima a las pirámides de Egipto que a los ciudadanos del siglo XXI, a la Iglesia le gusta meterse en la cama de los ciudadanos, y decidir por ellos sobre anticonceptivos, aborto y divorcio. Y está dispuesta a pasar por encima de la democracia para conseguirlo. La Iglesia tiene respuestas a todas las preguntas, pero sus preguntas no son las que preocupan a la gente. Y las respuestas, claro, se escuchan con la indiferencia del que oye los resultados de la liga de fútbol en China.
LOS PROBLEMAS DE LOS CURAS
La píldora del día después disocia la sexualidad de la reproducción, como valores autónomos, liberando a la primera de su asociación necesaria con la segunda. La Iglesia no lo entiende así, y pregona una moral que no practican ni los católicos. Y los no católicos sólo ven a una institución totalitaria, que pretende sentar a la modernidad ante el juicio inapelable de la antigüedad, y les resulta sospechoso que señores que viven con señores, que no frecuentan a señoras, peroren sobre lo que éstas deben hacer con sus maridos.
Los problemas sexuales de los curas, su sospechosa aversión al sexo (compatible con la pederastia), y su extraño y nunca explicado desconcierto ante el mundo de la mujer, no son problemas que tengan los ciudadanos: sus traumas les pertenecen sólo a ellos.
Si la democracia no se mete en la cama de los curas, los curas harían bien en no hurgar en la cama que comparten un hombre y una mujer.
Publicado por:
María
fecha: 23 | 05 | 2007
hora: 10:46 am
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Este análisis es de una pobreza intelectual extrema. Cuesta creer que su autor sea profesor universitario. Está repleto de argumentos simplones y lugares comunes
En una democracia todos tienen derecho a opinar y la Iglesia cuenta con el mismo derecho que otros actores sociales y grupos de interés a la hora de realizar propuestas y defender valores
Afirmar que la Iglesia está en contra de la democracia porque no se ajusta al discurso de lo ‘políticamente correcto’ es una forma sutil de totalitarismo. Según el autor del análisis, sólo serían auténticamente ‘democráticos’ quienes defienden los valores que él, y los que opinan como él, consideran ‘correctos’
Publicado por:
Francisco
fecha: 23 | 05 | 2007
hora: 12:50 pm
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La verdad cada día entiendo menos a los que se ganan la vida como profesores universitarios, y su marchamo intelectual y capacidad profesional, la cobijan en el receptáculo de un título universitario, no académico, Platón no daba títulos de nada.
Me guataríe que me explicase la relación que hay entre aborto, libertad y democracia. Cómo que una democracia tiene que ser laica , también puede serla si no la es.
En la vieja democracia ateniense, los dioses eran adorados, y el pensamiento libre de los filósofos, siguió fluyendo,salvo las interrupciones dada, no por razones de creencias religiosas, sino por las persecuciones políticas. Además sus investigaciones sobre la existencia y esencia de los dioses, era parte de sus preocupaciones intelectuales.
Sólo a partir del Positivismo, el pensamiento empieza a cambiar, pero a partir de ideas muy radicales y excluyentes, lo mismo que intolerantes. O era lo que ellos decían, o no era. De esa forma el pensamiento se fue haciendo uniforme y poco discordante, aunque una rama de él se fue hacia el materialismo y utilitarismo burgés, y otra más social, hacia el socialismo. De ellos, también partieron dos monstruos, como fueron el nazismo y el bolchevismo, en dónde la vida humana apenas tenía valor. También en nombre de la ciencia y el progreso, que son los sustitutivos de la idea de Dios, se exeperimentaron con las personas. Pero claro, una cosa es la ciencia y otra muy distinta Dios.
Los asesinatos, asesinatos son, sean hecho en el nombre que sea, pero salvo excepciones muy, muy concretas, el aborto también lo es, cuando realmente hay medios para evitarlos. La gran frustración de la vida actual, es educar en un goce hedonista ilimitado, que es también como educar a las personas en una nueva forma de suicidio. No confundamos la libertad con el libertinaje, y lo permisivo, con la permisividad. Drogas, alcoholismo,prostitución, carencia de principios, ausencia de crítica, inversión de valores, robos, asesinatos, confusión social, ausencia de la ley, ataques contra la libertad y la creación intelectual, delincuencia organizada, inseguridad ciudadana. Le suena. Tiberio,Calígula, Nerón. Las alcantarillas de Roma atestadas de niños recien nacidos. Quizás sea esa la libertad de la que entiende, para hacer sobre esa laicidad, los fundamentos de la democracia y el derecho alaborto.
Publicado por:
Javier del Rey Morató
fecha: 23 | 05 | 2007
hora: 8:47 pm
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Lo más interesante de publicar en Safe Democracy es que la comunidad de internautas constituye una sociedad abierta, en la que se discuten argumentos y se respeta a la persona.
El objeto de la crítica es un artículo periodístico -y político- y no un artículo académico, que exige otras rutinas y otros criterios intelectuales. Y no tiene otras aspiraciones, salvo la de poder ser criticado, porque en la crítica serena y educada, ganamos todos. Pero si la crítica es exaltada, el problema ya no está tanto en el artículo criticado, cuanto en el sujeto que ejecuta la crítica.
Al que escribe estas líneas le gusta tan poco el aborto como a mis críticos, a los que agradezco la atención prestada y la crítica que les merecen mis líneas. No se me incurriría injurias su punto de partida intelectual -sus creencias-, y es lo de menos que sean las mías o que yo tenga otras.
Desde ese punto de partida, no hago más que recordar lo que constituye una obviedad: la cuestión del aborto es un problema, un auténtico problema, quiero decir, un tema que sigue abierto, y no cerrado, concluido de una vez y para siempre, en torno a enunciados terminales, indiscutibles y sagrados.
Porque aunque si fuera así para los creyentes -al menos, en teoría-, tenemos pruebas empíricas suficientes que avalan la hipótesis contraria: tampoco para ellos parece un asunto cerrado, como quisiera hacerle creer la jerarquía.
Se me ocurren algunos ejemplos que tengo en la memoria, porque tienen que ver con el país en el que vivo.
1.- En España, las mujeres que abortan, son católicas. Quiero decir: no son shintoístas, budistas, hinduístas, no pertenecen a religiones animistas, y tampoco son musulmanas. Son católicas. ¿Podría interpretarse este dato como que ellas cuestionan la versión oficial de la Iglesia a la que pertenecen, o en la que han sido educadas?
2.- El Presidente González, bajo cuyo gobierno se aprobó el aborto, dijo, recuerdo, que no se sentía capaz de llevar a la cárcel a mujeres por abortar. Muchos le comprendieron. Y de eso se trata, y no de otra cosa: de si se penaliza o se despenaliza, en determinados supuestos, que en España son tres: riesgo para la vida de la madre, malformaciones del feto y violación.
3.- En aquellos días, habia sacerdotes que lo entendían. Honestamente, no recuerdo quienes. Pero cuando murió el pontífice anterior, recuerdo haber visto en televisión a dos teólogos, a los que cito en el artículo, diciendo que la cuestión del abordo es discutible, y de ninguna manera un tema cerrado.
4.- Cuando gobernó el Sr. Aznar, entre 1996 y 2004, su gobierno era de ministros católicos. Tenía mayoría parlamentaria -entre 1996 y 2000, con apoyo de CiU, y entre 2000 y 2004 con mayoría absoluta de su partido- para actuar sobre la ley del aborto, modificándola, haciéndola menos permisiva, o, sencillamente, derogándola, prohibiendo el aborto en todos los supuestos y persiguiendo e imponiendo penas de cárcel a las mujeres que incurrieran en esa práctica.
Mis queridos contertulios internáuticos: las cosas no son tan sencillas, ni el mundo es una película en blanco y negro.
La ciencia no nos puede ofrecer certidumbres sobre este asunto: ¿la hominización es inmediata, o estamos ante un proceso de hominización gradual?
Es un asunto en el que intervienen las creencias, y, claro, las autoridades religiosas que administran los dogmas y las normas que afectan a los creyentes.
Y es que el problema del aborto es más un problema filosófico y político que biológico, como dice un teólogo español. Y teológico, claro, lo doy por supuesto.
Pero esto último afecta a los creyentes, no a la totalidad de los ciudadanos.
La doctrina de la hominización inmediata -desde el momento de la concepción- naturalmente restaría toda legitimidad al aborto, en cualquiera de los supuestos en los que está penalizado en España.
Y si lleváramos hasta sus últimas consecuencias esa doctrina -siempre desde el punto de vista católico- habría que bautizar al feto inmediatamente: allí hay un hombre.
Pero es que insisto en otra cuestión: tampoco en la Iglesia está resuelto. Hay quien piensa de manera distinta a la jerarquía.
Y, aunque no estoy seguro, me parece que tampoco el Aquinate pensaba que el aborto era siempre un homicidio. Que lo fuera o no dependía (creo) del momento en que se practicare, lo cual está en la línea de una hominización gradual y no inmediata.
Pero, en cualquier caso, no se legisla para católicos, sino para ciudadanos. Y Santo Tomás decía -esto sí lo sé-, que la ley de los hombres no puede prohibir todo lo que la ley natural prohíbe. Porque la ley está para ordenar la convivencia -como dice un teólogo español-, y no para reproducir fielmente la moral personal.
Por otra parte, tampoco estoy seguro de que el aborto vaya contra la ley natural. Porque, si por ley natural entendemos aquella norma que puede ser deducida claramente por la propia razón del individuo, sea este creyente, agnóstico o ateo. Si puede ser deducida por él, conocida con el único auxilio de la razón, ¿para qué la jerarquía que pretende sustituir el dictado de su razón?
El aborto va o no va contra la ley natural. No lo sé.
Como decía Karl Popper, un epistemólogo sobre el que escribí algo, hace años, y al que recuerdo tan bien que puedo citar sin mirar el libro en el que le cito: «yo puedo estar equivocado y tú puedes tener razón, y, con un esfuerzo, podemos acercarnos los dos a la verdad.»
Un saludo afectuoso, y la promesa de que habrá un segundo artículo sobre la religión, si tengo paciencia para escribirlo, y mis lectores indulgencia para aceptarlo.
Publicado por:
ANA
fecha: 24 | 05 | 2007
hora: 1:33 am
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Nada más acorde con la direcciòn del pensamiento del siglo que se inicia que afirmar que el fruto de la concepciòn es un ser humano.Precisamente desde el momento en que el espermatozoide fecunda al óvulo.Ello es asì pués todas las caracterìsticas del futuro ser se encuentran en el feto.Lo que falta es solo su desarrollo.PRECISAMENTE EN LA EPOCA DE SANTO TOMAS SE CREIA QUE EL FETO SE HUMANIZABA A LOS CUATRO MESES.
Un ser humano merece todo el respeto que todos sus congèneres nos merecemos.
Si un cientìfico ,académico ,o estudioso de cualquier materia tiene una concepciòn humanista debería respetar esta manifestaciòn de vida conciente.Si tiene cualquier tipo de concepciòn en la cuál la existencia del ser humano es un accidente de la naturaleza es viable que pretenda que las leyes traduzcan su pensamiento.
Un pensamiento democrà tico tolera a estos cientìficos ,académicos o estudiosos de cualquier materia que pueden ser partidarios del aborto,suicidio,infanticidio,genocidio,eutanacia etc etc TODOS CONCEPTOS DE LA MISMA NATURALEZA mientras estos CRITERIOS no pretendan ser impuestos a los demà s seres humanos contra su voluntad.
Publicado por:
luisacomas
fecha: 24 | 05 | 2007
hora: 3:58 pm
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La nota me parece excelente, así mucho que lo leí algo tan sincero sobre la Iglesia, y tan de sentido comun…
Publicado por:
Macarena
fecha: 20 | 07 | 2007
hora: 6:58 pm
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Creo que la cuestión del presente asunto no radica en notar las diferencias entre el comportamiento que debería tener el género humano y el que, en los hechos, se demuestra.
Tampoco el kid del asunto va por las etiquetas religiosas que pregonan los hombres y mujeres, donde se debe diferenciar entre el pertenecer -o incluso querer pertenecer- a determinado credo religioso o ser parte del mismo -con todo lo que ello significa.
Considero que la discusión en este caso se debe centrar en elementos esenciales, que conforman la cimentación que sustenta el argumento planteado por el autor, cuyas falencias doctrinarias no tienen, ni pueden tener cabida.
Desde mi posición académica en el área política, me es imposible dejar de notar la colosal omisión del autor en lo que respecta a la propia concepción de la democracia.
Ya en autores como Norberto Bobbio se establece el estrecho vínculo entre la democracia y el liberalismo; así como para ser tal la democracia debe actuar en un contexto donde se respeten plenamente los derechos y libertades individuales.
De esta manera, cuando la Iglesia se posiciona contraria al aborto no está oponiéndose a la democracia, sino justamente lo contrario: procura se resguarden aquellos derechos fundamentales que conforman el espacio adecuado donde la democracia puede accionar cabalmente.
Por consiguiente, considero que la falacia lógica (explícitamente: el silogismo hipotético combinado con falacia de negación del antecedente) que «sustenta» el argumento del autor no debería bajo ningún concepto ser empleado por un profesional en la arena política.
Atentamente,
Macarena
Publicado por:
javier del rey morató
fecha: 15 | 08 | 2007
hora: 2:58 pm
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Veo el comentario de Macarena, por casualidad, porque no suelo regresar a los comentarios a pie de artículo una vez que han transcurrido varios días de su publicación, y lo normal es que éste quedara sin respuesta.
Yo creo que sus razones son atendibles, sobre todo si dejamos aparte las «falencias» del autor del artículo, que escribía sobre política, y sobre un asunto abierto y controvertido.
Allá se lo haya cada uno con sus falencias. La lógica que sustenta un argumento siempre puede discutirse. Pero la realidad que nos interpela, está ahí. Por poco confortable intelectualmente que nos resulte, sigue ahí. Y un cierre de la argumentación desde una perspectiva esencialista, satisface al creyente -al menos en teoría, aunque la realidad vaya por otros caminos: insisto en que las abortistas son católicas, en el país en el que escribo, y en tantos otros-, no lo rechaza el agnóstico o al ateo, pero no parece que la política en la democracia moderna vaya necesariamente y siempre por ahí.
Pero es bueno no confundir el legítimo enfrentamiento periodístico -y también políico- con el debate cultural.
Sabemos que los comportamientos que se generan en el ámbito de la política no son como los comportamientos que prosperan en el ámbito de la cultura, en el ámbito de la economía, y en el ámbito de la religión o de la creencia.
La legitimidad de unos y otros tiene distintas fuentes, y distintas son sus pretensiones de validez, por decirlo en jerga habermasiana.
Mi artículo podría ser mejor, pero no lo consideré necesario: dije lo que quería decir, con un lenguaje accesible a mis lectores.
En un segundo artículo la autora del comentario podrá encontrar un complemento a mi punto de vista, que -obviamente- no se inscribe en el ámbito de la religión, sino en el de la política: el primero generará enunciados prescriptivos sobre lo que se debe o no debe hacer -es legítimo, y los ciudadanos, creyentes o no, lo esperan así-, y al segundo le toca administrar un estado de cosas compleo y contradictorio, poco confortable intelectualmente, y al que hay que darle, si no soluciones -a veces no las hay- sí alivios para situaciones concretas.
El creyente podrá no estar de acuerdo con esas soluciones, o alivios. Pero, como podrá ver la comentarista en las razones que esgrimo en mi segundo artículo sobre esta cuestion -y en el cruce de comentarios con mis lectores, que está a continuación-, tampoco los católicos con poder, y con convicciones, hacen nada por cambiar el estado de cosas que se encuentran al llegar al poder: allí digo que en España, entre 1996 y 2004, el PP pudo cambiar la ley del aborto, restringir sus supuestos, derogarla, perseguir y meter en la cárcel a las mujeres que abortaron en aquellos años… Y nada de eso hizo.
¿Se plantearon José Maria Aznar, y sus ministros católicos, un debate esencialista sobre la cuestión? No. Miraron para otro lado. Claro: vieron que la realidad es más compleja, y no siepre consiente en dejarse atrapar en las redes y soluciones derivadas de los enunciados prescriptivos.
Y no estoy de acuerdo en el debate esencialista que parece proponer, porque observo que tampoco lo esgrimieron los católicos cuando en España tuvieron poder para derogar la ley del aborto -insisto: no lo hicieron-, y porque el debate esencialista en la actividad política no siempre consigue llevar a buen puerto ni el debate ni la convivencia.
Además, yo también soy antiabortista.Y si he evolucionado desde una actitud intolerante ante el aborto hacia una visión distinta de la legislación generada en relación con ese asunto, es porque comprendí que no siempre se puede someter la compleja realidad humana y social a los enunciados voluntaristas que quisieran ordenarla en un determinado sentido.
Y no cometo la torpeza de confundir el aborto con la ley del aborto: es falso que ésta propicie al primero. El aborto existe, existirá, con o sin ley, sin pena de cárcel y con ella.
El argumento según el cual los que propugnan una ley del aborto crean el aborto, es interesado, es falso, y no sirve para nada.
Naturalmente, el debate podría abrirse, podríamos hablar de los valores, del problema de hasta qué punto los valores pueden cumplirse -Isaiah Berlin tiene páginas incomparables sobre esta cuestión-, o, como pasa en el asunto que nos ocupa, hay que pactar con una realidad que no nos gusta, pero que está ahí, y que seguirá estando ahí, «malgre nous».
Desde mi circunstancia, y desde mis «falencias», que a veces son fluviales, y a veces son oceánicas, un saludo afectuoso.