Teherán y la estrategia de la «turbulencia perpetua»

Por Jana Beris (desde Jerusalén, para Safe Democracy)

Jana Beris explica la estrategia iraní de la turbulencia perpetua (o inestabilidad permanente) en los territorios palestinos (vía Hamás) y en Líbano (vía Hezbolá). Para Teherán, cuanto peor vaya la región, mejor; al menos, hasta concretar el sueño del poderío nuclear.

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Jana Beris es periodista especializada en Oriente Medio y corresponsal del Servicio Latinoamericano de la BBC (de Londres) y del diario La Nación (de Buenos Aires) en Israel, entre otros medios. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

CUANTO PEOR, MEJOR. En estos términos se puede resumir la visión de Irán respecto a la estabilidad en Oriente Medio.

Ante todo, sería oportuno abreviar de qué hablamos: la violencia interna palestina en la Franja de Gaza, los cohetes disparados desde allí hacia Israel, la respuesta militar israelí contra Hamas y Yihad Islámica, y hacia el norte, la tensión interna en Líbano, que envuelve al gobierno central, a Hezbolá y a Siria.

En una conferencia dictada hace pocas semanas en el prestigioso Jerusalem Center for Contemporary Affairs por el Brigadier General (R) Yosi Kuperwasser –quien fue hasta hace pocos meses Jefe del Investigación de la Inteligencia de Israel–, el tema quedaba claro.

LA ESENCIA DEL RÉGIMEN
Kuperwasser planteaba la diferencia básica entre el enfoque del régimen de la revolución islámica de Irán y el de las democracias occidentales que lidian con él, explicando que mientras estas últimas hablan de la necesidad de estabilidad, en Teherán la necesidad es otra, radicalmente diferente: turbulencia perpetua.

La estabilidad eternizaría el orden mundial existente, justamente lo que Irán quiere cambiar, recalcó Kuperwasser, exhortando a que tengamos esto en mente. Y resumió: Todos los intentos de convencer a Irán a aceptar la idea de estabilidad regional, están muertos antes de nacer. No hay forma de que Irán lo acepte. La esencia misma de su régimen es contraria a la idea de estabilidad regional.

ALIANZA ESTRATÉGICA CON HAMAS
Dinero de Irán ha llegado en grandes cantidades a Hamas y miembros de la organización han tenido consultas especiales en Teherán, declarando allí el primer ministro palestino Ismail Haniye, de dicha organización, que el pueblo palestino tiene una alianza estratégica con el régimen. Eso se traduce en dinero y en un constante esfuerzo iraní de establecer focos operativos en los territorios palestinos. Pero sería un error pensar que ello es una amenaza sólo para Israel.

Hace unos días, el embajador de Egipto en Israel declaró que el hecho de pensar en una base de Irán en Gaza, a través de Hamas, es una catástrofe. Jordania concuerda sin duda con esta apreciación.

A decir verdad, la situación es alarmante, también si Irán no logra un asidero permanente en la zona, a través de los elementos radicales palestinos en la Franja de Gaza, que se sume al que ya tiene en Líbano con las acciones de Hezbolá.

LA GUERRA PALESTINA
Es que en medio de la guerra interna palestina entre Hamas y Al Fatah, la organización integrista resolvió impulsar su propia agenda, intensificando el disparo de cohetes Kassam desde Gaza hacia territorio israelí.

Tras muchos meses de contención –por la cual era criticado por su propia población atacada– el gobierno israelí dio la orden de responder. Se han reanudado los asesinatos selectivos y los ataques desde el aire, y está claro que esta ofensiva contra Hamas agrava más aún la situación interna en Gaza.

En Israel hay quienes consideran que el gobierno está haciendo poco. Y demasiado tarde. No sólo políticos de derechas, sino también analistas de seguridad independientes estiman que los operativos actuales contra Hamas no bastarán para frenar a la organización: quienes estén interesados en que la calma reine en Gaza –y del lado israelí de la frontera– deberían defender la idea de un operativo de gran envergadura en Gaza, dicen.

EL SUEÑO NUCLEAR DE AHMADINEJAD
Al considerar cómo actuar ante Hamas –que desde la retirada israelí de Gaza hace casi dos años ha reforzado considerablemente su arsenal– el gobierno de Israel tiene al menos ya un antecedente poco alentador: el gran poderío acumulado por Hezbolá en el sur libanés a partir de la retirada israelí en mayo de 2000.

Todo esto, claro está, no constituye una amenaza a la existencia misma del Estado de Israel, aunque sí es una alteración de su vida con la que cualquier país tendría problemas para lidiar. Pero de fondo está Mahmud Ahmadinejad.

Él, antes de concretar su sueño de poderío nuclear –que sí es una amenaza existencial para Israel, y Europa y Occidente en general– sigue interesado, al menos por ahora, en la inestabilidad permanente.

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