Ricardo Angoso cree que la independencia de Kosovo propuesta por el enviado especial de la ONU, Martti Ahtisaari, podría devolver la inestabilidad a los Balcanes, ante nuevas demandas de autodeterminación y crisis regionales. La iniciativa, rechazada sólo por Serbia y Rusia, expone para Angoso el doble rasero de la comunidad internacional, al apelar a medidas que antes rechazó en otros conflictos balcánicos.


LA TEMIDA INDEPENDENCIA QUE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL, liderada por Estados Unidos y una Unión Europea (UE) sumisa y claudicante, pretende imponer como supuesta solución al contencioso de la provincia serbia de Kosovo amenaza con sumir a toda la región en un nuevo periodo de inestabilidad, convulsión y seguros conflictos.

De la misma forma que Alemania, Austria y el Vaticano forzaron las segregaciones de Eslovenia y Croacia, a las que más tarde se le vino a unir la irresponsable de Bosnia y Herzegovina, ahora Washington y Bruselas auspician un disparatado proceso que puede tener fatales consecuencias para todos. Las independencias de Croacia y Eslovenia –antes de agotar las vías políticas para salvar Yugoslavia– abrieron las puertas a diez años de guerras tribales y horrendos genocidios en los Balcanes.

EXTERMINIO DEL DIFERENTE
Nuestros dirigentes políticos y diplomáticos, al satisfacer las demandas territoriales de los grupos terroristas albanokosovares, olvidan las raíces cristianas y europeas del pueblo serbio de Kosovo, alentando la creación del primer Estado de carácter integrista en el corazón de los Balcanes. Sorprende también que numerosos intelectuales de izquierda y algunos analistas de salón apoyen la iniciativa y defiendan la autodeterminación de una entidad creada a sangre y fuego por islamistas radicales.

Más de 300.000 no albaneses han sido expulsados del Kosovo desde la intervención de la OTAN, allá por el año 1999, y la supuesta homogeneidad racial de este territorio tan sólo se ha conseguido a merced de la limpieza étnica y el exterminio brutal del diferente, principalmente serbio.

Nadie ha condenado todavía estos nefastos actos y la izquierda guarda un cómplice silencio. Ningún intelectual ha levantado su voz, excepto Peter Handke, por la triste suerte de los serbios de Kosovo.

CONTRA LAS RESOLUCIONES DE NACIONES UNIDAS

Tras Kosovo, si finalmente se admite el despropósito de la independencia de esta inviable región, todo valdrá; las fronteras ya no tendrán ningún valor en Europa y en los Balcanes y asistiremos a nuevos ejercicios del derecho de autodeterminación en otras latitudes.

Por ejemplo, el siguiente objetivo para el nacionalismo radical albanés, que no escatima la utilización del terrorismo para conseguir sus objetivos, será Macedonia, un frágil Estado en donde casi el 30 por ciento de la población pertenece al colectivo albanés que habita en zonas homogéneas en las fronteras de este país con Albania y Serbia. Ya lo han intentado en otras ocasiones y es más que seguro que la independencia de Kosovo servirá de estímulo para propiciar nuevos episodios violentos. Tiempo al tiempo.

Lo más sorprendente del asunto de Kosovo es el doble rasero que utiliza la comunidad internacional. Mientras en el pasado se negó a aceptar la autodeterminación de los serbios de Bosnia y Herzegovina –que fueron obligados a vivir con los defensores de la Yihad en los Balcanes– y forzó la marcha de casi medio millón de serbios en Croacia, en un brutal ejercicio de limpieza étnica tolerado por Estados Unidos y la UE, ahora se acepta la partición de los Estados, en contra de las mismas resoluciones de Naciones Unidas, y se fomenta la creación de una entidad nacional forjada mediante la violencia, el crimen y la coacción terrorista.

NUEVAS CRISIS REGIONALES

Así las cosas, y tal como anunciaban los peores pronósticos, parece que la independencia de Kosovo podría ser proclamada este mismo verano. Tan sólo Rusia –que aparece como único aliado de Serbia en la escena internacional–, se ha opuesto a este dislate y amenaza con aguar la fiesta.

No obstante, conviene recordar que en el pasado, sobre todo a raíz de la intervención de la OTAN contra la difunta Yugoslavia, la diplomacia rusa no fue más allá de la retórica a la hora de frenar las aspiraciones hegemónicas norteamericanas en los Balcanes. Está claro que en el nuevo diseño geoestratégico de Washington para esta región, Kosovo será una pieza fundamental y que la independencia de esta región ya estaba decidida de antemano. Lo que está por ver es si este proceso de balcanización sin límites emprendido por Estados Unidos no abrirá nuevas e inesperadas crisis regionales.

Los serbios de Bosnia pueden ser los siguientes en exigir el derecho a la autodeterminación: ¿con qué derecho se les negará? ¿Podrá alguien, entonces, negarles los mismos derechos a los serbios que a los albanokosovares?