Ferran Requejo analiza los respectivos procesos constituyentes de Bolivia y Ecuador, y atribuye a los errores al respecto cometidos por el gobierno de Morales a la pérdida de popularidad del mandatario. Requejo es más optimista en el caso del Ejecutivo de Correa, si bien advierte que el reto de sendos procesos estriba en compatibilizar democracia con Estado de derecho.

BOLIVIA Y ECUADOR se encuentran en la actualidad inmersos en dos complejos procesos constituyentes cuyo resultado es hoy por hoy incierto. Una persistente crisis económica y una clase política muy desprestigiada están en la base de los problemas estructurales de ambos países.Ello explica la inicial ola de esperanza cuando por la vía electoral han llegado al poder dos presidentes, como Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, con vocación de realizar cambios estructurales.

LOS ERRORES DE MORALES
El proceso constituyente boliviano se encuentra en una fase más avanzada. Sin embargo, a pesar de los once meses transcurridos, la Asamblea Constituyente casi no ha redactado ningún artículo de la nueva constitución.

El gobierno de Morales ha cometido algunos errores graves en este período, como pretender cambiar la mayoría para la aprobación de la Constitución, en concreto, pasar de los dos tercios requeridos a sólo la mayoría absoluta que detenta en el parlamento el Movimiento al Socialismo http://www.masbolivia.org/ del presidente; otros errores han sido el no acabar de articular de forma coherente la cuestión indígena, y el haberse opuesto al proceso de descentralización reclamado por los cuatro departamentos orientales que votaron a favor de dicho proceso en referéndum.

Estos errores, que han sido reconocidos por el mismo gobierno, están en la base de la creciente pérdida de popularidad del presidente Morales.

MEJORES EXPECTATIVAS EN ECUADOR
Por su parte, el proceso ecuatoriano está en sus inicios. La elección de la nueva Asamblea está prevista para septiembre-octubre de 2007.

La dinámica política que ello representa y la popularidad inicial del presidente Correa (más del 80 por ciento) amortiguan la crisis institucional que vive actualmente el país (contraposición entre el Tribunal Electoral, el Tribunal Constitucional y el Parlamento).

Evitar los errores bolivianos, replantear, en su caso, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, establecer una reforma territorial que acomode las reivindicaciones del área de Guayaquil, y encauzar la cuestión indígena aparecen como temas prioritarios de la agenda del gobierno de Rafael Correa.

Visto en perspectiva, se trata de un proceso que parece contar con mayores perspectivas de éxito para que se produzca un proceso modernizador del Estado y de la sociedad, proceso anhelado por diversos sectores sociales.

DEMOCRACIA Y ESTADO DE DERECHO
El reto general de estos procesos constituyentes es el de compatibilizar la democracia con el Estado de derecho, incluyendo además un claro proceso de descentralización y la acomodación de la diversidad cultural indígena. No son temas fáciles. Especialmente, cuando coinciden en el tiempo. Hasta ahora el populismo planea sobre ambos procesos, más de momento en el caso boliviano, pero hasta ahora no ha aterrizado todavía claramente en ninguno de ellos.

En el lado positivo se trata de dos países con posibilidades de futuro. Ambos cuentan con una geografía privilegiada, repartida en zonas diferenciadas: zona andina y amazonía en el caso de Bolivia, y costa, zona andina y una pequeña amazonía en el caso de Ecuador (a pesar de que Bolivia suele clasificarse como un país andino, de hecho, dos terceras partes del país forman parte de la geografía verde de la amazonía).

En el caso ecuatoriano, se cuenta además con la posibilidad ecológica de intercambiar la no explotación de los recursos petrolíferos por la importación de otro tipo de recursos. Sin embargo, hoy por hoy, nada está garantizado. Tampoco su éxito institucional.

Dos países y dos procesos que merecen todo el apoyo de las democracias occidentales, mientras se cumplan los requisitos del Estado de derecho que el populismo siempre dinamita en nombre de alguna concepción autoritaria, no liberal, de la democracia política.