Con el triunfo de Michelle Bachelet, Chile parecía tenerlo todo para dar el salto definitivo al desarrollo; sin embargo, el país está desperdiciando una oportunidad histórica por la falta de liderazgo del gobierno, a pesar de lo mucho y bien que se han hecho las cosas hasta ahora.


(Desde Santiago de Chile ) ALGO NO FUNCIONA BIEN EN EL GOBIERNO DE MICHELLE BACHELET. Cuando asumió la presidencia de Chile, todo indicaba que iba a ser extremadamente exitoso. Gran prestigio internacional, y en lo interno, por primera vez desde el retorno a la democracia, su coalición tenía mayoría en ambas cámaras del Congreso.Su primer mensaje a la nación describía a un país con crecimiento económico, con pleno funcionamiento institucional de poderes independientes, baja conflictividad social, superávit fiscal gracias a finanzas ordenadas y al excepcional precio del cobre. Tanto que hizo un anuncio propio de país desarrollado: quería que su gobierno fuera recordado como aquel que generó una completa seguridad social para todos sus habitantes.

¿Cuál es el balance?

ÉXITOS
• En el haber, un descenso comprobado de los niveles de pobreza, continuación de las políticas de los gobiernos anteriores. Un excedente fiscal que le permite al país pensar en cosas importantes y la convicción que se puede dar el salto hacia el desarrollo. Una economía ordenada e instituciones que funcionan bien en un marco de completa libertad de prensa.

• Pinochet fue enterrado sin que existieran mayores alteraciones del orden público en evidencia de la estabilidad del país.

• En lo internacional, el país se orienta hacia lo que se llaman países con políticas sociales, económicas e institucionales semejantes (los llamados like-minded countries), y se incluye a los escandinavos, Irlanda y a Nueva Zelanda. Chile pasa a ser una de las pocas naciones no desarrollados que son invitados a integrarse al exclusivo OECD.

FRACASOS
En el debe hay una lista tan llamativa como la anterior:

• enormes dificultades energéticas;

• la falta de un proyecto de país entendible para todos;

• la pérdida de la disciplina partidaria que la ha llevado a perder votaciones emblemáticas en el Congreso a pesar de su mayoría;

• un proceso de toma de decisiones que es difícil de entender en lo interno como también las prioridades a nivel internacional, y a pesar del buen momento económico;

• equilibrios macroeconómicos que no se notan en el bienestar de los chilenos;

• falta de definiciones acerca de qué hacer con los excedentes del cobre que por ahora solo se acumulan, y un crecimiento económico que está por debajo del promedio de la región, y que se basa fundamentalmente en el precio de las materias primas y del consumo chino;

• Fracasos notorios en decisiones tales como la reforma radical del transporte público.

¿Y LA REGIÓN?
En lo internacional, así como Chile es recibido como un igual en Suiza, se ha ganado el derecho a ser respetado por Estados Unidos –a pesar de discrepar en temas como Irak– y que pronto visitará Japón para firmar un tratado de libre comercio que la potencia oriental tiene con pocos países, sigue sin insertarse adecuadamente en la región.

A pesar de las palabras de buena crianza, Perú decidió llevar a Chile a la Corte Internacional de La Haya para discutir nada menos que la delimitación marítima entre ambos países, con el agravante de que realmente nadie sabe cómo va a afectar esa relación la decisión de la Corte Suprema chilena de extraditar o no a Fujimori, con el agregado reciente de su candidatura al senado nipón.

En el caso de Argentina, lo que pareció que iba a ser una relación especial con Néstor Kirchner se complicó con los incumplimientos en la entrega de gas, lo que no parece que vaya a cambiar con Cristina Fernández, considerando el hecho que –por falta de inversiones– la situación en Argentina es peor. Y en el caso de Bolivia, tarde o temprano, la inteligente política de Evo Morales va a llevar a Chile a discutir un tema para el cual ningún mandatario chileno tiene piso político y que es la demanda histórica del país altiplánico: la salida soberana y útil al mar.

En resumen, Chile parece haberlo tenido todo para dar el salto al desarrollo, pero como en otras oportunidades de su historia –que van desde la riqueza salitrera a fines del siglo XlX hasta el gobierno de Lagos–, se avanza pero no lo suficiente, por lo que la posibilidad parece escaparse.

EL ROSTRO SERIO DE MICHELLE
En el caso de Bachelet se ha presentado un problema de liderazgo, ya que no hay claridad sobre cómo se toman las decisiones ni a nivel internacional ni a nivel local, ni tampoco parece claro dónde están las prioridades. La idea de ser queridos más que respetados no está funcionando lo suficientemente bien, incluyendo el hecho que todo presidente aspira a ser parte de la historia. Y lo más difícil lo logró Michelle Bachelet el día en que fue electa, ya que con ella no sólo llegó la primera mujer al mando del país sino una renovación de la elite que había gobernado por dieciséis años.

Los problemas se han reflejado en un descenso marcado en las encuestas, lo que no es secundario, toda vez que su candidatura fue impuesta por la gente por esa vía, ya que si de las elites hubiese dependido ella no hubiese sido la abanderada.

El consuelo es uno y grande: a pesar de todo, la oposición de centro-derecha está aún peor, y es incapaz de capitalizar errores, el descontento, y el desgaste de una coalición que está ininterrumpidamente en el poder desde el año 1990. Le favorece el hecho de que los mismos que han perdido todas las elecciones siguen figurando como alternativa, incluyendo a quienes fueron parte del gobierno de Pinochet. En todo caso, comparar a la democracia con el autoritarismo, y comparar a Chile no con aquellas naciones que lo hacen mejor, sino con aquellas que le va peor, es un balance insuficiente para un gobierno al que parecía que todo le sonreía cuando asumió. Y nada refleja mejor lo que está ocurriendo con el rostro serio y preocupado de alguien normalmente alegre, optimista y cercano a la gente como es el caso de Michelle Bachelet.

BALANCE CON CLAROSCUROS
Para algunos, el análisis puede ser injusto con Bachelet que lleva menos de dos años en el gobierno, para otros, es la continuación de una larga permanencia de la misma coalición.

En uno u otro escenario, su gobierno durará sólo cuatro años sin reelección, por lo el futuro se ve políticamente complicado desde el momento que el país entra en una maratón eleccionaria que incluye elecciones locales, nacionales y presidenciales, una detrás de otra.

Hace una década se hablaba del bicentenario nacional de 2010 como la fecha para acercarse al desarrollo. Hoy ya se habla de 2020 o 2030, si es que se diera el improbable escenario de que los países más avanzados se mantuvieran estáticos.

En resumen, el balance es que a pesar de lo mucho que se ha hecho bien, el resultado es que Chile parece estar desperdiciando otra oportunidad histórica de acercarse al desarrollo. Esta vez por la falta de un claro liderazgo.