La cooperación energética y el protagonismo ruso han marcado la cumbre de la Organización de Cooperación de Shangai, en la que se ha acordado crear un mercado energético unificado cuyos precios gasísticos decidirán Rusia e Irán.

DOS ELEMENTOS PARECEN CLAVES para tratar de entender el significado de la cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shangai (SCO, en sus siglas en inglés) que comenzó el pasado 16 de agosto en la capital de Kirguizistán, Bishkek.

Estos elementos son, por un lado, la voluntad de estrechar la cooperación energética y, por otro, el progresivo incremento del protagonismo de la Federación Rusa en el marco de la organización. En efecto, Rusia, además de impulsar la creación de un mercado energético unificado, ha sido escenario (Cheliabinsk), junto con la Republica Popular China (Urumqi), del ejercicio conjunto Peace Mission 2007, el más importante realizado al amparo de la SCO, albergará la cumbre de 2009 e iniciará en ese año su presidencia de la organización.

Asimismo, se insistió en la conveniencia de reforzar la cooperación de la SCO con la CSTO (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva), liderada por Rusia, llegando a plantearse incluso una posible fusión, habida cuenta de la coincidencia de un gran número de miembros. Un incremento de protagonismo favorecido incluso por la inexistencia de un intérprete que tradujera del chino el discurso del presidente Hu Jintao.

PARTICIPACIÓN MUY RELEVANTE
La reunión, que ha permitido incluso la firma de un Acuerdo a Largo Plazo de Relaciones de Vecindad, ha constituido la séptima cumbre celebrada por la organización desde que surgiera en 2001 a partir de lo que había sido el Grupo de Shangai. En ella, además de los seis miembros de pleno derecho de la organización, esto es, Rusia, la República Popular China, Kazajstán, Tayikistán, Uzbekistán y Kirguizistán –que lo son desde su creación– participaron en calidad de observadores Mongolia, Pakistán, India e Irán, como ya ocurriera en la cumbre anterior y como invitados distinguidos Turkmenistán y Afganistán.

La nómina de participantes en la cumbre, la más amplia de la corta historia de la organización no carece de relevancia y no tanto por el número como por la naturaleza y peculiaridades tanto de algunos de los observadores como de los invitados. En el caso de los primeros, parece cuanto menos llamativo que, de entre los cuatro, sea el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad el único que gozara, por segundo año consecutivo, de la oportunidad de pronunciar un discurso en el transcurso de la reunión.

Una oportunidad que parece tanto más significativa en el contexto del acuerdo alcanzado por la propia cumbre para la creación –a propuesta del presidente ruso Vladimir Putin– de un mercado energético unificado entre los miembros de la organización y de la voluntad de Rusia e Irán, los dos mayores productores de gas del mundo, de fijar conjuntamente los precios de dicho recurso energético. En ese mismo sentido, no parece mera casualidad que la reunión coincidiera en el tiempo con la decisión estadounidense de incluir a los Guardianes de la Revolución iraníes en su lista de organizaciones terroristas.

PREOCUPACIÓN POR AFGANISTÁN
En otro orden de cosas, la presencia de Afganistán, que ya tuvo lugar en 2006, supuso un incentivo extra para que los participantes expresaran su preocupación por la degradación de la situación en dicho Estado. En concreto y, en línea con lo que había demandado el presidente afgano Hammid Karzai, los participantes consideraron un objetivo de primer orden la lucha contra el narcotráfico optando por la creación de un Grupo de Contacto especial encargado de esa tarea.

Por último, la mera presencia de Turkmenistán, Estado centroasiático tradicionalmente caracterizado por su aislacionismo y neutralidad, es digna de mención, pero resulta tanto más importante habida cuenta de su recientemente adquirida voluntad de empezar a explotar sus cuantiosas reservas de gas.

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