Es de esperar que el Partido Comunista Chino adopte la estrategia de modificar algo para que nada cambie ante su XVII Congreso. Ganaría así tiempo para mantenerse en el poder y encontrar caminos intermedios entre las alternativas de un neomandarinato autoritario o el pluralismo democrático.

EL CONGRESO QUE LOS COMUNISTAS CHINOS inician el próximo 15 de octubre será un indicador de los desafíos que enfrenta el Partido Comunista de China (PCCh) y, muy especialmente, del principal de todos ellos: su propia subsistencia como eje de la vida política china.

Las amenazas que penden sobre su monopolio no proceden, ni mucho menos, del exterior, cuyas presiones, débiles por otra parte en función de la primacía de los intereses mercantiles, tienen fácil rechazo recurriendo a las consignas nacionalistas, de comprobado arraigo en la sociedad china (y tan fáciles de gestionar también en hipotéticas tensiones con Estados Unidos o con Taiwán). Pero es en el interior, donde, a medio plazo, las hipotecas sobre la exclusividad del dominio del Partido Comunista de China parecen más serias y profundas.

LOS RETOS: ESTABILIZACIÓN DE LA ECONOMÍA Y CONSOLIDACIÓN INTERNA

Obviamente, el primer reto tiene que ver con la superación de esa evaluación permanente que le exige un manejo adecuado de los problemas económicos.

El crecimiento de los últimos años se ha desarrollado en condiciones poco asumibles por su impacto en otras magnitudes de difícil control (desde la inflación al medio ambiente). De otra parte, la moderación de las desigualdades y desequilibrios es una exigencia social que ya no admite demoras, pero los compromisos del PCCh, asumidos en las sesiones parlamentarias de marzo del año pasado, como es lógico, no han dado frutos aún.

El PCCh conoce bien los factores en juego e intenta gestionarlos en un marco flexible que impida la aparición de la temida inestabilidad.

Por último, lo más delicado: su propia consolidación interna.

Tres son los problemas principales. En primer lugar, la corrupción, que, pese a la reiteración de campañas y la severidad de las penas aplicadas, no deja de crecer.

En segundo lugar, la consistencia ideológica de una vanguardia proletaria que, sin renunciar al marxismo, se apresta a acoger en sus filas a empresarios y millonarios con ignorada conciencia de clase.

En tercer lugar, el manejo de esas contradicciones con los nuevos sectores sociales que han ingresado al filo de la teoría de la triple representatividad y que plantean dos tipos de problemas. El primero de ellos, territorial, facilita la compra de pequeños espacios de poder que desde la periferia erosionan el poder central. El segundo, de carácter global, asume una coexistencia que a largo plazo no parece sostenible a no ser que el PCCh renuncie a sus patrones de identidad más esenciales.

MODIFICAR ALGO SIN QUE NADA CAMBIE

La complejidad creciente de la sociedad china, la incapacidad para resolver problemas crónicos como la corrupción, las exigencias de mayor transparencia y participación, son factores que el PCCh conoce bien y que intenta gestionar en un marco flexible que impida la aparición de la temida inestabilidad.

En clave más o menos críptica, en el XVII Congreso se procurará dar las respuestas posibles en el momento actual para modificar algo sin que nada cambie, estrategia que, sin duda alguna, en las últimas décadas han podido perfeccionar en modo considerable.

Por el momento, puede ser suficiente experimentar con estas alternativas parciales, mientras se gana tiempo para encontrar el mejor camino entre los otros dos posibles: neomandarinato autoritario o pluralismo democrático.