A casi nueve años de la llegada de Hugo Chávez al poder, existen más sombras que luces en Venezuela, según el autor. El país, abanderado del socialismo del siglo XXI, muestra una realidad muy preocupante, de acuerdo con indicadores políticos, económicos, y sociales, aquí citados.


EL PRESIDENTE VENEZOLANO HUGO CHÁVEZ por fin ha decidido institucionalizar su sistema político y apostar a fondo por lo que él denomina el socialismo del siglo XXI. A tal fin, el hombre que llegara al poder en el año 1998 por la vía democrática ha decidido reformar la Constitución anterior, apostar por nuevas formas de productividad, que implican un alto grado de intervencionismo por parte del Estado en la Economía, e introducir importantes cambios en la estructura territorial del Estado.

También se anuncian importantes reformas en la educación y otras esferas de la sociedad venezolana, como los medios de comunicación, aspecto este último que genera preocupación en los profesionales de este país.

«Lo más preocupante de la reciente reforma constitucional es el mecanismo por el que se anuncia la reelección indefinida del máximo líder» Sin apenas oposición al régimen, con una sociedad muy polarizada y una pobreza extrema que una década de chavismo no ha conseguido erradicar, el máximo líder venezolano se enfrenta a horas decisivas para su peculiar sistema; si en los próximos años, incluso meses, la población no percibe claras mejorías y avances, el sistema se deslegitimará y la oposición podría contar con el viento a su favor para generar una corriente de cambios. Estaríamos ad portas de un probable giro en la situación interna venezolana.

Pero más allá de lo pintoresco que es el fenómeno de la revolución bolivariana, con la excesiva retórica de un Chávez que ya ha conseguido ahuyentar la inversión extranjera, lo más preocupante de la reciente reforma constitucional anunciada por él mismo es el mecanismo por el que se anuncia la reelección indefinida del máximo líder y la peligrosa consumación de ese ideal bolivariano que legitima la presidencia vitalicia. Peligroso precedente que recuerda en mucho al del gran dinousario del Caribe: el eterno e inacabable Fidel Castro.

LOS NÚMEROS NO ENGAÑAN

Luego, si analizamos en profundidad este peculiar sistema político, basado en las consabidas y simplistas tesis del socialismo del siglo XXI que enarbola Chávez en países de tan dudosa trayectoria democrática como Bielorusia, China, Irán y Siria, nos encontramos con unos pobres indicadores políticos, sociales y económicos. Por ejemplo, si nos ponemos a hablar de libertad de prensa, de acuerdo con el informe de Reporteros Sin Fronteras, Venezuela ocupa el puesto 115 entre los 168 países que componen el índice de libertad de prensa que está organización elabora todos los años.

En lo político tampoco se queda a la zaga: según la Fundación Adenauer, el país del socialismo del siglo XXI se encuentra en el puesto 16 de los países en el índice de desarrollo democrático estudiados de América Latina.

A todo lo anterior, que desde luego presenta un panorama muy poco halagüeño, hay que sumar la cuestión de la corrupción, en que la Venezuela de Chávez encabeza el puesto 138, de un total de 163, de acuerdo a los registros de la organización Transparencia Internacional.

«La industria petrolera no se ha puesto al servicio del país, no ha corregido las desigualdades económicas y sociales y el capital generado por el alza de los precios podría haberse despilfarrado» Respecto al Índice Desarrollo Humano (IDH) del país, según el estudio que elabora todos los años las Naciones Unidas, Venezuela ocupa el puesto número 72 sobre 177, mostrando una tendencia a la baja desde la llegada de Chávez al gobierno, habiendo pasado del 61 en el año 2001 al ahora reseñado.

Por poner sólo un ejemplo del despilfarro del petróleo que caracteriza a la economía venezolana y de la escasa incidencia en el Producto Interior Bruto (PIB) del país de esta industria, hay que destacar que, por ejemplo, Colombia, sin tan preciada industria, se encuentra dos puestos por delante que su vecino caribeño en tan prestigioso ranking. Al margen de controversias políticas, estos datos muestran a las claras que la industria petrolera no se ha puesto al servicio del país, no ha sido capaz de corregir las desigualdades económicas y sociales y el capital generado por el alza de los precios del crudo podría haberse despilfarrado, tal como aseguran los detractores del máximo líder venezolano.

Situación análoga se vive en su admirada Irán, donde la riqueza tampoco redunda en el bienestar general y el país de los persas sigue mostrando indicadores socioeconómicos muy distanciados del mundo desarrollado.

PREOCUPACIÓN RESPECTO AL FUTURO

Otro aspecto que llama la atención de Venezuela es el fuerte aumento en de la cifra de homicidios, tal como señalaba recientemente el periodista colombiano Armando Montenegro, al que cito textualmente: Entre todos los indicadores de Venezuela llama la atención el fuerte aumento de la cifra de homicidios. En 2006 hubo 13.200 asesinatos, casi el doble de los ocurridos en 2001, una prueba del colapso de la seguridad y la protección de la vida por parte del Estado. Cuando se compara la cifra de asesinatos por 100.000 habitantes, el indicador estándar en esta materia, Venezuela es ya un país más violento que Colombia, algo que muestra con claridad lo que ha venido pasando en ambos lados de la frontera en los últimos años.

En definitiva, y a modo de resumen, nos encontramos con un conjunto de elementos que invitan a la preocupación con respecto al futuro de la revolución bolivariana, pese a algunos tenues logros en la educación, la sanidad y la erradicación de la pobreza.

La gran duda que radica sobre Chávez es la misma que expresara en su momento el escritor colombiano y Premio Nobel, Gabriel García Márquez, quien resumió así su pensamiento ambivalente sobre el personaje, a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país, al tiempo que expresaba la duda de que pudiera ser tan sólo un ilusionista que podía pasar a la historia como un déspota más.

Ahora, casi nueve años después del comienzo de la revolución bolivariana y de la llegada de Chávez a la máxima responsabilidad del país, hay más sombras que luces en torno a uno de los más complejos procesos políticos que se desarrollan en la América Latina del siglo XXI.