Argentina ha perdido el siglo XX, no por culpa de las grandes potencias, sino por la clase política nativa, que ha sido responsable de la destrucción del país. ¿Vive hoy Argentina una nueva época de lucidez o se trata de una nueva ceguera? Si aquello a lo que atendemos nos define –como escribía Ortega y Gasset– es conveniente preguntarse ¿a qué atiende la Argentina de hoy?

LA IMAGEN DE ARGENTINA vista desde el exterior merece estas reflexiones.

Inevitablemente, la imagen que un país tiene de otro está construida sobre lo que Walter Lippmann llamaba estereotipos, y la imagen de España pivota sobre ETA, Zapatero, Serrat, Sabina, el Rey, el Real Madrid, o los estropicios canoros de Julio Iglesias, tan lamentables como prescindibles.

Estereotipos aparte, la sociedad argentina no es diferente de la de los países del hemisferio Norte. Tiene magníficos profesionales liberales, y sus escritores y artistas son admirados en todo el mundo. Y tiene también sus políticos, gente va por una acera distinta, y discurre en dirección contraria.

En España se piensa que la política mueve una corrupción incontrolable (Busti y la expectativa de comisiones no cobradas algo tienen que decir en el episodio de las papeleras), y que en torno a la política se tejen misteriosos asesinatos, como los que se han producido en Merlo. Y los que han visto la película El Bonaerense preferirían ser víctimas de los ladrones que de ese cuerpo policial.

¿TERCER MUNDO?

Argentina ha perdido el siglo XX. Vivimos un período de fuerte aceleración histórica, y ahora un siglo es mucho tiempo, un tiempo irrecuperable, por lo que tiene de quebranto y desesperanza.

«La destrucción de Argentina ha sido perpetrada por la clase política nativa»

Y ese naufragio no es responsabilidad de Estados Unidos (como persisten en creer algunos afiliados a ese recurso infantil del chivo expiatorio), ni tampoco del Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque haya estado implicado en la política menemista de los años noventa: la destrucción de Argentina ha sido perpetrada por la clase política nativa.

Y lo ha hecho con tal profesionalidad, que ha conseguido su objetivo: ha dejado al país a los pies de los caballos. Nada les impidió construir un país como Alemania, Francia, Italia o España, y todo lo que hicieron fue meter a la sociedad en un tren rápido, cuya estación terminal decía: Tercer Mundo.

LA VOZ DE ORTEGA Y GASSET Y LA PEQUEÑEZ DE LA CLASE DIRIGENTE

El 2 de septiembre de 1916, en su primera visita a Buenos Aires, Ortega y Gasset (que decía ser un argentino imaginario), dijo que cada época no es otra cosa que un sistema genuino de preferencias y pretericiones. Y añadió: dime lo que atiendes y te diré quién eres.

«Argentina se atendió mucho a sí misma, y de tanto mirarse el ombligo perdió de vista al mundo, para descubrir (horrorizada) que el mundo podía prescindir de ella«Cada época –decía el filósofo– está constituida por unas cuantas pretensiones y unas cuantas cegueras dentro de las cuales viven los individuos. Argentina se atendió mucho a sí misma, y de tanto mirarse el ombligo perdió de vista al mundo, para descubrir (horrorizada) que el mundo podía prescindir de ella.

Tanta fue su ceguera que, cuando llegó la lucidez, era demasiado tarde. Y la pregunta de si ahora vive en la lucidez, o es víctima de una nueva ceguera, no es fácil de contestar, por lo que quedará sin respuesta.

La crisis de un país es la crisis de su clase dirigente, y la destrucción de la riqueza argentina es un episodio del que sólo pueden responder sus políticos.

«Ser una gran nación, es mirar hacia Brasil. Y supeditar la política interior a la política exterior»
Así piensan los argentinos que viven entre nosotros: aseguran que los políticos no son de fiar, y que (en cuanto se recupere un poco la Economía), volverán a las andadas.

Porque en España, algunos de los que hablan mal de los argentinos son argentinos, tal vez hartos de serlo, y hartos de las razones que les llevaron a emigrar. Uno de ellos, Federico Luppi habló en televisión de los argentinos en términos derogatorios, como si fuesen malévolos personajes de la película Nueve Reinas.

MIRAR MÁS A BRASIL

En 1930 Ortega y Gasset se preguntaba si los jóvenes argentinos sabían lo que es nacer en un pueblo que puede ser una gran nación, dando por supuesto que Argentina no era una gran nación, pero sí uno de los pocos pueblos que podían serlo.

Hoy, cuando en Itamaratí se preparan para asumir un liderazgo latinoamericano que se perfila como inevitable, algunos se preguntan en qué anda Argentina, si tiene tiempo para pensar en algo más que en las elecciones, en Maradona, en Perón y en Evita (mitos pequeños, del tamaño de pájaro), y si sigue anteponiendo la política interior a la política exterior: el episodio de las papeleras de Botnia y de ENCE es ejemplo de ello.

El autor de estas líneas, que da en decir que es un argentino imaginario (nacer en Montevideo, y no tener prejuicios nacionalistas, da ese derecho), recuerda que hoy, ser una gran nación, es mirar hacia Brasil. Y supeditar la política interior a la política exterior.

Es emular a la Unión Europea, con sus fracasos y sus contradicciones, pero con un proyecto de integración económica y política, que actúa como mito dinámico, capaz de movilizar en una misma dirección los comportamientos, los intereses, y la búsqueda de soluciones a los graves desafíos de esta hora histórica.

LO QUE ATENDEMOS NOS DEFINE

Cristina Fernández dijo en Brasilia que urge resolver el abastecimiento energético, lo que llamó cerrar la ecuación energética en América Latina.

Jaguaribe advierte: lo que no se haga ahora, ya no se podrá hacer. Y el subdesarrollo será el único destino que les espere a los que fracasen en la dinámica de la integración.

Joaquín Estefanía (antiguo director del diario El País), escribe: todas las políticas que se hacen en España a partir de 1959 tienen encima la idea de Europa. Una pregunta se impone: ¿todas las políticas impulsadas en Argentina tienen encima la idea de América, o del Mercosur? ¿La política interior se supedita y subordina al objetivo integracionista?

Aquello a lo que atendemos nos define, y (como escribía Ortega), dime lo que atiendes y te diré quién eres. ¿A qué atiende la Argentina de hoy? Tal vez alguno de los comentaristas de este foro tenga una respuesta.