Los populismos tienden a engrosar el grupo de las democracias no liberales contemporáneas. No es extraño que desde un liderazgo único de carácter caudillista que dice ejercerse en nombre del pueblo y para el pueblo, se supriman o disminuyan considerablemente derechos y libertades políticas, como la libertad de prensa, la libertad de expresión, el pluripartidismo, el control de los procesos electorales, señala el autor.

 

(Desde Barcelona) LOS POPULISMOS PUEDEN ENTENDERSE de varias maneras. Una de ellas es hacerlo como sistemas democráticos en los que ha desaparecido el liberalismo político como elemento institucional vertebrador de dichos sistemas.

«A partir del siglo XVII, el liberalismo político ofreció un modo distinto de organizar el poder: proteger una serie de derechos y libertades y garantizar que el poder político tuviera límites en su actuación»Los populismos tienden a engrosar el grupo de las democracias no liberales contemporáneas. No es extraño que desde un liderazgo único de carácter caudillista que dice ejercerse en nombre del pueblo y para el pueblo, se supriman o disminuyan considerablemente derechos y libertades políticas, como la libertad de prensa, la libertad de expresión, el pluripartidismo, el control de los procesos electorales, etc.

Una acción política dirigida a los sectores más empobrecidos desde premisas paternalistas suele combinarse con un discurso muy simple de grandes conceptos (igualdad, anti-imperialismo, nacionalismo, etc.) de marcados tintes demagógicos. Se trata de una interpretación no liberal de la democracia que aparece en el siglo XX en América Latina.

EVOLUCIÓN DE LA DEMOCRACIA

La democracia es una idea antigua. Como es bien sabido, remite a la experiencia de la Grecia antigua. Ya ciertos filósofos, historiadores y políticos griegos (Aristóteles, Tucídides, Isócrates) que vieron en la democracia de la Atenas de los siglos V y IV a.C. elementos importantes a mantener, realizaron críticas de calado a cómo funcionaba en la práctica la democracia. «El reverso del paternalismo populista es la infantilización de la sociedad; el anverso, la corrupción del gobierno» Entre estas críticas cabe mencionar la irracionalidad y demagogia cuando se apela a las emociones de grandes audiencias, la irresponsabilidad política cuando las decisiones son tomadas por grupos amplios, o las malas decisiones cuando quienes deciden tienen poca competencia técnica.

A partir del siglo XVII, el liberalismo político ofreció un modo distinto de organizar el poder. Los objetivos básicos: proteger una serie de derechos y libertades, y garantizar que el poder político tuviera límites en su actuación, fuera quien fuera quien lo ejerciera. «Hay ejemplos sobrados de lo que ocurre cuando se postulan democracias verdaderas en nombre de la libertad y de la igualdad auténticas« Ello se puso en práctica a través de una serie de técnicas: constituciones y cartas de derechos y libertades, separación de poderes, principio de legalidad, elecciones para cámaras representativas, pluripartidismo, etc.

Más tarde, la perspectiva democrática reapareció de la mano de movimientos que fueron capaces de incrustar en las instituciones liberales aspectos democráticos que hoy nos parecen evidentes: sufragio universal, derecho de asociación, manifestación, huelga, derechos sociales, etc. A partir del siglo XX, se consolidaron las democracias liberales, una manera concreta de articular elementos democráticos alrededor de un núcleo liberal previo.

¿ENEMIGA DE LA LIBERTAD?

Acentuar los elementos democráticos arrumbando los de carácter liberal supone deslizarse por una pendiente que dinamita el pluralismo, las libertades y el Estado de derecho. La democracia puede ser enemiga de la libertad, de las libertades prácticas.

El reverso del paternalismo populista es la infantilización de la sociedad; el anverso, la corrupción del gobierno. En la historia contemporánea hay ejemplos sobrados de lo que ocurre cuando se postulan democracias verdaderas en nombre de la libertad y de la igualdad auténticas.

Los populismos suponen otra versión de unos riesgos que tienen raíces muy antiguas y que ejemplifican los lados oscuros de las democracias sin liberalismo.