Sudamérica no es solamente un reguero de pólvora, un subcontinente en ebullición, una jungla predatoria, un parque temático o un paisaje de fabulosas ganancias y descomunales pérdidas: sigue siendo también una tierra promisoria para cultivar utopías y certidumbres individuales y colectivas. Apostar por ellas puede ser también un buen negocio, dice el autor. Y las actuales condiciones y el potencial de Argentina invitan a ello.

(Desde Buenos Aires) ¿CÓMO ABORDAR LAS PERSPECTIVAS, necesidades y oportunidades de inversión que ofrece la Argentina actual, tras sucesivos ciclos de crisis, recuperación y caída? ¿Cómo explicar que es en ese registro en el que conviene leer el panorama que se abre con el nuevo gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner? El tema fue un tópico central del encuentro Argentina, en la encrucijada de un nuevo ciclo realizado por Safe Democracy en Madrid semanas atrás y creo que vale la pena compartir con los lectores algunas de las reflexiones suscitadas en esos intercambios.

«Por primera vez en la historia, la vigencia de la democracia coincide con un ciclo de crecimiento económico sostenido y con mejoras relativas en los indicadores sociales básicos» Estas reflexiones se resumen en cuatro interrogantes, cuatro ensayos de respuesta y algunos consejos finales. La primera pregunta: ¿cuán sólidas son la recuperación y el crecimiento económico de los últimos años? La segunda pregunta: ¿qué hace falta para transformar ese crecimiento en desarrollo sostenido con inclusión social? Tercera pregunta: ¿de qué factores depende que esas condiciones para trazar perspectivas favorables se puedan concretar? Cuarta pregunta: ¿está el gobierno de CFK encaminado en la dirección correcta y bien dotado para favorecer tales condiciones? Veamos algunas posibles respuestas.

CONTEXTO REGIONAL E HISTORIA

En primer lugar, Argentina se inscribe en un contexto regional que no puede desligarse de las peculiaridades nacionales, pero tampoco cabe desvincularlo de las tendencias que presenta Sudamérica como conjunto geopolítico en los últimos años. Las democracias sudamericanas atraviesan una etapa común de alta intensidad política, participación electoral y movilización ciudadana.

Por primera vez en la historia, la vigencia de la democracia coincide con un ciclo de crecimiento económico sostenido y con mejoras relativas en los indicadores sociales básicos. Esto ocurre, además, por primera vez, con gobiernos que expresan en su mayoría al cuadrante de izquierda o centro-izquierda de sus respectivas sociedades, aún con todas sus diferencias y singularidades.

«Es demasiada coincidencia que los países sudamericanos hayan crecido durante los últimos cinco años y que nada hayan puesto en ello las políticas cambiarias, monetarias, de equilibrio fiscal y recuperación del ingreso aplicadas por sus gobiernos»

Que las izquierdas gobiernen y que, además, en varios casos gobiernen bien, sin el miedo a caer víctimas de conspiraciones y golpes de Estado sangrientos, es una novedad que merece computarse como un avance y un indicador de normalidad por parte de los observadores externos y evaluadores de riesgo a la luz de lo que fue la historia latinoamericana.

En segundo lugar, no es la coyuntura favorable lo que explica la recuperación argentina: es su historia. Y no sólo la historia de la crisis de 2001 y la recuperación posterior del período 2003-2007 en que gobernó Néstor Kirchner, sino la historia de un cuarto de siglo de transición y consolidación democrática, aprendizaje en el ensayo y error, maduración tras grandes expectativas y también fabulosas frustraciones.

POLÍTICA NACIONAL Y CONSISTENCIA DEL CAMINO

En tercer lugar, no es la economía la que explica a la política sino al revés: hay que desconfiar de los diagnósticos simplistas que asignan los logros económicos exclusivamente al favorable viento de cola de la economía internacional (aumento de los precios de las materias primas, irrupción de China e India como compradoras de alimentos) mientras cargan los lastres nacionales a las características de gobiernos que aprovechan esa ola para financiar políticas populistas y demagógicas.

«No fijen la mirada exclusivamente en el vértice, sino también en aquello que hay debajo y detrás; los actores, las dinámicas y los juegos de una economía y una sociedad que están en movimiento y presentan tendencias alentadoras» Tanta sofisticación en el análisis macroeconómico de la globalización y el régimen de acceso a los mercados suele contrastar con esas miradas toscas, unidimensionales y fuertemente ideológicas de los procesos políticos y los líderes nacionales. Es demasiada coincidencia que los países sudamericanos hayan venido creciendo durante los últimos cinco años a un promedio del 5 por ciento anual (con tasas superiores al 8 por ciento en el caso argentino) y que nada hayan puesto en ello las políticas cambiarias, monetarias, de equilibrio fiscal y recuperación del ingreso aplicadas por sus gobiernos. Algún mérito habrán tenido ellas.

En cuarto lugar, no es sólo a las presidencias y a los gobiernos adonde se debe mirar a la hora de hablar de calidad institucional, fortalecimiento del sistema republicano y previsibilidad en las reglas de juego. Los sistemas políticos son algo más que sus vértices de poder y la democracia es algo más que elegir presidentes por sufragio. El gobierno de CFK cuenta, en tal sentido, con condiciones propicias para superar los ciclos políticos y económicos de ascenso y caída que se produjeron década tras década en la medida en que se entienda que eso depende no sólo de la mayor o menor clarividencia, talento o discrecionalidad de un presidente sino de la consistencia de un camino de desarrollo y de la construcción de un nuevo sistema de partidos o coaliciones con representatividad social y con relativa autonomía de las altas y bajas de los gobiernos.

Dos o más fuerzas principales que coexistan y que tengan incentivos para trabajar más allá de los períodos electorales y más acá de la ocupación de espacios de poder en la administración pública; esa será la prueba de calidad para la democracia argentina del Bicentenario.

ANTES DE INVERTIR…

En cuanto a las recomendaciones para inversores, he aquí algunos consejos:

1. No se queden sólo con los diagnósticos de coyuntura que vienen con recetario incluido. Apuesten al mediano plazo y a la comprensión de los procesos que trascienden muchas veces las acciones y expresiones de los gobernantes y líderes políticos. No fijen la mirada exclusivamente en el vértice, sino también en aquello que hay debajo y detrás; los actores, las dinámicas y los juegos de una economía y una sociedad que están en movimiento y presentan tendencias alentadoras.

2. No apuesten a un solo motor ni pongan todas las fichas en un solo casillero. Hay amplios márgenes para un juego más rico y diversificado y hay espacios vacantes en la interlocución entre el sector privado y los gobiernos nacionales, subnacionales y locales para promover la transformación productiva, la responsabilidad social empresaria, la participación en proyectos y estrategias de inversión social, capacitación profesional, desarrollo medioambiental, industrias culturales y nuevas tecnologías.

«Es posible ahora planificar de aquí a cuatro o cinco años: inviertan en futuro, el 2010 cotiza en alza»

3. Amplíen el horizonte de expectativas y ganancias a medio plazo invirtiendo en proyectos y emprendimientos que involucren desarrollos científico-tecnológicos, educativos y culturales y político-institucionales que verán sus frutos de aquí a cinco o diez años. Dejen de mirar exclusivamente a Cristina Kirchner, que sin dudas dará que hablar a quienes sientan simpatía, curiosidad o prevenciones hacia su figura, y a los grandes intereses económico-financieros que deberán tratar con ella. Es posible ahora planificar de aquí a cuatro o cinco años: inviertan en futuro, el 2010 cotiza en alza. Apuesten por democracias de dos o más motores, incubadoras de futuros dirigentes, semilleros de capital humano, movimientos sociales plurales, clases medias emprendedoras, pequeñas y medianas empresas y proyectos de desarrollo social enraizados en sus realidades locales.

Sudamérica no es solamente un reguero de pólvora, un subcontinente en ebullición, una jungla predatoria, un parque temático o un paisaje de fabulosas ganancias y descomunales pérdidas: sigue siendo también una tierra promisoria para cultivar utopías y certidumbres individuales y colectivas. Apostar por ellas puede ser también un buen negocio.