karzainegocia.jpgNo es la primera vez que el presidente afgano Hamid Karzai ofrece el diálogo a los taliban; sí lo es el apoyo de Estados Unidos y del resto de la coalición internacional al igual que la respuesta taliban, es decir: negociación, pero con condiciones (control de las provincias del sur, un calendario de salida de las tropas internacionales y la liberación de todos los presos). ¿Por qué la oferta de Karzai se produce ahora cuando la violencia crece y los taliban controlan casi la mitad de Afganistán?


EN LOS ÚLTIMOS MESES se han intensificado los contactos entre el gobierno de Afganistán y comandantes de la insurgencia taliban, como ha reconocido recientemente el presidente afgano, Hamid Karzai.

A finales de septiembre de 2007 Karzai invitó a negociar a los taliban, e incluso se mostró abierto a compartir el poder en el ejecutivo, a cambio de cesar los ataques. No es la primera vez que el presidente afgano ofrece el diálogo a los taliban; lo que sí es una novedad es que los taliban han respondido a la oferta, aunque con condiciones: el control de diez provincias del sur, un calendario de salida de las tropas internacionales y la liberación de todos los presos taliban en un plazo de seis meses.

A pesar de que esta oferta no pasa, por el momento, de ser la expresión de un deseo y, como en toda negociación, se abre un camino largo e incierto, la propuesta revela algunos aspectos sorprendentes, como es que cuenta con el respaldo de la comunidad internacional –Naciones Unidas ya ha ofrecido mediar en tales negociaciones– o, al menos, su aquiescencia, como ocurre en el caso de Estados Unidos. Desde el gobierno británico y el alemán también se han repetido las llamadas a una negociación con la insurgencia como vía de superar el conflicto.

PEOR QUE UN ANNUS HORRIBILIS

La actividad de la insurgencia no ha dejado de crecer de forma exponencial desde 2005. Si 2006 fue un annus horribilis por el nivel de violencia, este año bate todos los registros. Según el último informe del Secretario-General de Naciones Unidas sobre la situación del país, los atentados terroristas han aumentado un 20 por ciento en 2007.

El think tank Senlis Council también ha lanzado la voz de alarma. En un informe reciente (Stumbling into Chaos: Afghanistan on the brink, Senlis Council, noviembre de 2007) sostenía que el conflicto afgano ha alcanzado proporciones de crisis, y afirmaba que los taliban están presentes ya el 54 por ciento del país. Otros análisis estiman que las tropas internacionales sólo controlan el 20 por ciento de las provincias del sur, mientras que la actividad insurgente se extiende por todo el país y los combates se encuentran a menos de una hora de Kabul.

La posibilidad de negociar con los taliban encierra buen número de preguntas que conviene despejar antes de embarcarse en un diálogo, sin duda necesario, pero en el que es necesario perfilar bien sus términos. La primera cuestión que surge es por qué se produce la oferta en este momento, cuando la insurgencia está generando los índices de violencia más altos desde el derrocamiento del régimen talibán (550 artefactos explosivos de media al mes y 130 atentados suicidas en lo que va de año).

Aunque aún no hay una respuesta clara a esta pregunta, existen cuatro posibles escenarios que pueden aportar algunas claves sobre el sentido de la oferta del presidente afgano:

UNO

El anuncio de Karzai podría ser una mera reedición de ofertas anteriores de pacificación, como el plan de reconciliación nacional presentado en diciembre de 2006 que contenía una invitación para que los insurgentes renunciaran sin condiciones a la violencia y se integraran en la vida civil. El plan, sin embargo, ha ofrecido hasta ahora escasos resultados, con algunos cientos de reintegrados entre los que figuran muy pocos altos mandos.

DOS

Un segundo escenario es que se trate de una oferta para desmoralizar a los oponentes, crear controversias entre los comandantes y minar el movimiento insurgente desde dentro. Actualmente, los británicos dialogan con varios comandantes taliban que actúan en Helmand para alcanzar acuerdos locales, como ya hicieron en el distrito de Musa Qala el año pasado que colapsó a los pocos meses.

TRES

Una tercera opción es que se trate de una medida de emergencia para intentar contener una situación desesperada, sin retorno, y podría interpretarse como la respuesta de un gobierno acosado por varios flancos: desde dentro del sistema con la creación de un nuevo partido de oposición, el Frente Nacional, que aglutina incluso a miembros de su propio gobierno, y desde fuera de la legalidad por los grupos insurgentes. De acuerdo con este escenario, Karzai estaría buscando una vía de salida de emergencia cuando ya ha comprobado que sus socios internacionales, no son capaces de vencer a la insurgencia por la vía militar.

CUATRO

El cuarto escenario resulta, si cabe, aún más inquietante. Como expone el profesor Barnett Rubin en un reciente artículo (The situation in Afghanistan and its implicantions for international peace and security, Informe del Secretario General, ONU, septiembre de 2007, A/62/345-S/2007/555), la oferta de negociaciones equivaldría una vuelta a la política dominada por el imperativo étnico: se trataría de un plan, apoyado por Pakistán, para formar una alianza pastún –tanto Karzai como la mayor parte del moviento talibán pertenecen a esta etnia– con el objetivo de arrinconar a la Alianza del Norte, mayoritariamente no pastún, y que actualmente copa buena parte del poder.

Estados Unidos, que apoyó a la Alianza del Norte para derrocar a los talibán –junto con otros países, como Irán–, podría ahora cambiar sus preferencias y respaldar un arreglo entre pastunes. En su enfrentamiento con Irán, un paso así dejaría al país persa sin el aliado que tiene hoy en el gobierno de Karzai. En este escenario, resulta sorprendente que uno de los líderes más emblemáticos de los grupos no pastunes, Jalahudin Rabbani, apoyara la oferta de negociación con los taliban, tal como expresó durante la Jirga celebrada entre representantes de Afganistán y Pakistán en agosto pasado.

DEBILITAMIENTO DE LA COALICIÓN INTERNACIONAL

La oferta de Karzai se produce en un momento en que la unidad de acción de la coalición internacional empieza a debilitarse: la continuidad y el carácter de la misión militar está sujeta a votación en parlamentos occidentales en los próximos meses. Este es el caso de Canadá y Países Bajos, piezas claves en la contención de los taliban en las provincias del sur. Otros países con aportaciones menores –Suiza y Corea del Sur– ya han retirado sus efectivos militares de Afganistán.

Aunque de carácter militar, la Alianza Atlántica se ha convertido en el único foro que reúne a los integrantes de la coalición internacional y el único escenario donde se discuten los aspectos políticos de la operación. Ante la evolución de los acontecimientos –tanto en Afganistán como en sus respectivos países–, la OTAN se encuentra presionada para encontrar soluciones rápidas, antes de que se produzca un fracaso que dañaría su credibilidad. La oferta de negociar con los taliban podría interpretarse en este contexto. El plan de salida se completa con la formación de las fuerzas de seguridad locales y el traspaso de la responsabilidad a la policía y el ejército afganos.

Tanto la negociación como el traspaso de responsabilidad a los afganos en materia de seguridad constituyen en sí mismas opciones válidas en la construcción de la paz en un país. Sin embargo, conviene recordar que ya al inicio de la operación se marcaron plazos y objetivos demasiado optimistas que han resultado irrealizables. La precipitación y la improvisación no funcionaron entonces y tampoco ayudarán a recomponer la situación.