insulza.jpg

La OEA nació para instalar la paz y contribuir al desarrollo de las sociedades del hemisferio americano, pero se volvió el espacio de las tensiones entre Estados Unidos y América Latina. Sin embargo, la crisis entre Bogotá y Quito ha servido para mostrar que los problemas se resuelven desde el derecho internacional y desde la voluntad de los gobernantes latinoamericanos. Una demostración de multilateralismo que, en la historia de la región, es un motivo para celebrar, asegura la autora.

(Desde Buenos Aires) LA ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS (OEA) aprobó el 17 de marzo una resolución por consenso intentando solucionar la crisis entre Colombia y Ecuador. Tras 14 horas de deliberación, los ministros de Asuntos Exteriores (cancilleres) reunidos en la sede de la OEA lograron conformidad para rechazar la incursión colombiana a Ecuador. Pese a que no se condenó al gobierno de Uribe, como aspiraba el presidente Correa, se consiguió reafirmar el principio de que el territorio de un Estado es inviolable y no puede ser objeto de ocupación militar ni de otras medidas de fuerza tomadas por otro Estado, directa o indirectamente, cualquiera fuera el motivo, aún de manera temporal, tal como se estipuló en la sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA los pasados días 4 y 5 de marzo. Estados Unidos, que impulsaba una condena similar para los Estados que no combaten el terrorismo, quedó aislado. “La JID no es el órgano de asesoramiento militar más adecuado para fomentar la estabilidad, promover la gobernabilidad y contribuir a la paz y el equilibrio regional”

Estas decisiones auguran una renacer de la OEA, que, no obstante, corre el riesgo de recaer en su inmovilismo habitual. Ya en 1991, la Organización de Estados Americanos se embarcó en una serie de reformas con el fin de adaptar la institución a los nuevos tiempos, regidos por la recuperación de la democracia y los procesos de integración regional que no dieron demasiados frutos.

La OEA nació con la vocación de instalar la paz hemisférica y contribuir al desarrollo de las sociedades del continente, pero el sistema fue el reflejo de las tensiones entre Estados Unidos y América Latina, y, en vez de cumplir con los ideales del panamericanismo, fue el terreno de disputa de diferentes pretensiones territoriales latinoamericanas y de la imposición de la hegemonía norteamericana.

MECANISMOS HEMISFÉRICOS DE SEGURIDAD

En función de polemizar con el artículo publicado por Safe Democracy que escribió el académico Rafael Moreno Izquierdo, quiero remarcar mis coincidencias con el profesor acerca de la urgencia de construir un mecanismo específico para el diálogo y la transparencia en el campo de la seguridad. Es urgente, como bien señala, constituir foros multilaterales para implementar medidas que garanticen una seguridad compartida. Pero disiento respecto a dos cuestiones. “La JID no es la OTAN, ni tampoco es la OSCE”

Primero, la Junta Interamericana de Defensa (JID) no puede llenar el vacío de modernizar doctrina y estrategias militares. La JID, no sólo por la influencia de Estados Unidos, sino porque ha sido el coto de las relaciones militares/militares, evitó la conducción civil, que es la que puede poner en común las políticas de defensa y seguridad. Basta con recordar que esa cooperación militar, por encima de las regulaciones políticas, tuvo como resultado el fortalecimiento de las fuerzas armadas latinoamericanas, que imbuidas de las doctrinas de seguridad nacional, atentaron contra las libertades sociales y políticas de los ciudadanos. “El consenso alcanzado por el Grupo de Río en República Dominicana, y reafirmado en la OEA, es el segundo ejemplo de diplomacia preventiva, además de la iniciativa del 2×9″

Ése órgano de asesoramiento militar no es el más adecuado para fomentar la estabilidad, promover la gobernabilidad y contribuir a la paz y el equilibrio regional.

Tengamos presente que la JID no es la OTAN (el único ejemplo de diplomacia occidental donde existe una representación relativamente igual de objetivos y puntos de vista políticos y militares).

Tampoco es la OSCE, una organización para la seguridad y la cooperación en Europa que trabaja en 56 Estados al servicio de la estabilidad, la democracia y la prosperidad por medio de un diálogo político en base a valores compartidos, según reza su página de inicio.

MULTILATERALISMO EFICAZ

En segundo término, este consenso alcanzado primero en la reunión de presidentes en el Grupo de Río en República Dominicana, y reafirmado en la OEA, es el segundo ejemplo de diplomacia preventiva y una intuitiva gestión de crisis, además de la iniciativa del 2×9, el grupo de los países latinoamericanos que cooperaron para una resolución pacífica en la crisis haitiana, conflicto que tenía muchos condimentos como para escalar. “Los países europeos han sido más modernos para responder al terrorismo pero bastante anacrónicos y de criterios anticuados para cumplir con la responsabilidad de proteger”

Moreno Izquierdo dice que las amenazas del terrorismo deben combatirse en un nivel supranacional. En el concierto europeo el combate al terrorismo se realiza instrumentando las resoluciones de Naciones Unidas, fomentando la tolerancia y participación del sector privado (sociedad civil y comunidad empresarial), luchando contra la financiación del terrorismo y mejorando ostensiblemente el análisis de la información.

Nada dicen los organismos de seguridad europea acerca del combate militar al terrorismo en su propio territorio. Como dijo el 17 de enero pasado el Embajador Claudio Bisogniero, Vicesecretario General de la OTAN, todos sabemos que la fuerza militar no es suficiente por sí misma para salvaguardar y promover la seguridad.

EL RECURSO AL DERECHO INTERNACIONAL, MOTIVO DE CELEBRACIÓN

Por otra parte, no es lo mismo embarcar en operaciones militares a militares con una larga tradición de respeto a las instituciones democráticas, que a fuerzas armadas que tienen un reciente control democrático, y por cierto deficiente, en el combate a un problema que no tiene solución militar. Y por cierto, los países europeos han sido más modernos para responder al terrorismo pero bastante anacrónicos y de criterios anticuados para cumplir con la responsabilidad de proteger, el compromiso de la comunidad internacional para exceder el concepto de soberanía cuando el gobierno de un Estado no protege su gente de genocidio o violaciones masivas de derechos humanos, tal como fue acordado en la Cumbre Mundial de la Organización de las Naciones Unidas de 2005.

Como dijo el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, en la crisis entre Bogotá y Quito se recurrió al derecho internacional, que es la única herramienta que tienen los países para defenderse. Se recurrió a la voluntad de los gobernantes latinoamericanos para hallar vías de recomposición a los vínculos de confianza entre los gobiernos de Colombia y Ecuador que han resultado gravemente afectados, como dice la resolución de la Vigésimo Quinta Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA.

Más que dar pie a una crítica, esta templada demostración de buena voluntad multilateral es, en la historia latinoamericana, un motivo para celebrar.