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El gobierno de Argentina está en un aprieto: con el intento de subir brutalmente las retenciones a la soja, principal producto de exportación, se está poniendo en duda el andamiaje del espectacular crecimiento de la economía registrada en los últimos cinco años. El conflicto entre el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y “el campo” ha estallado. A continuación, sepa por qué.

(Desde Buenos Aires) ES UN LUGAR COMÚN SEÑALAR que el espectacular crecimiento de la economía argentina registrado en los últimos cinco años (tan espectacular como dramática fue su caída al inicio de la presente década) se debe principalmente al aumento de los precios internacionales de las materias primas y alimentos, y al boom de la soja, similar al que representaron el trigo y las carnes para la Argentina del modelo agroexportador de un siglo atrás.

El simplismo del análisis ha llevado a críticos y entusiastas a asignarle al maná sojero el carácter de una suerte de “Los productores agropecuarios vienen elevando la intensidad de su enojo frente a lo que definen como voracidad de un Gobierno embriagado de agrodólares”Becerro de Oro para el Gobierno nacional, fuente de una renta que aseguraría, a través de las retenciones a las exportaciones del agro, superávit fiscal y abundante resto en las arcas del Estado para políticas subsidiarias, medidas redistributivas o despectivamente calificadas como populistas.

En otros tiempos, se llamaba aquí a eso tener la vaca atada, referencia parangonable a la gallina de los huevos de oro. Pero algo ha cambiado en los últimos días y aunque es aún prematuro para afirmarlo, hay quienes creen que las retenciones al agro como principal herramienta de política económica ha ingresado en un irreversible y obligado replanteo.

SINOPSIS DE LOS HECHOS

Los analistas agropecuarios explican que ya hay un impacto preocupante, como el freno de las inversiones del sector y la reacción de los fabricantes de maquinaria agrícola, el primer segmento industrial que arrancó tras la crisis de 2002. “La recaudación estimada con las sucesivas retenciones del Gobierno llevaría los 4.500 millones de dólares del año pasado a 12.000 millones en el 2008”Los productores agropecuarios vienen elevando la intensidad de su enojo frente a lo que definen como voracidad de un Gobierno embriagado de agrodólares.

Cuando se produjo la crisis de 2002 con el fin de la convertibilidad, el colapso del sistema financiero y la devaluación del peso, la cosecha estaba creciendo a razón de 4 millones de toneladas por año. Frente a la estampida del dólar, el agro debió poner una parte de la producción en las arcas del Estado. Primero le pidieron un 10 por ciento, que enseguida pasó al 20 por ciento. Entonces se planteó como una emergencia. Pero se fue saliendo de la crisis y la reactivación tuvo en el campo uno de sus actores fundamentales, con los productores comprando sembradoras, camionetas y licuadoras. “Unidos por el enfrentamiento con la política oficial, los productores se han cohesionado en los arcenes y prolongan el paro por tiempo indeterminado”La emergencia se superó, pero las retenciones se mantuvieron.

A la necesidad de divisas se sumó como argumento la necesidad de frenar la inflación. Para cuidar el índice, se aumentaron las retenciones a la carne, a los lácteos, y se llegó a cerrar la exportación de ambos. Aparecieron las retenciones diferenciales y se elevaron las retenciones del 20 al 27 por ciento. Como última medida de su gobierno, Néstor Kirchner aplicó otro incremento, llevándolas al 35 por ciento. Tres meses después, el gobierno de Cristina anunció un nuevo ajuste, elevándolas al 44 por ciento con el objetivo explícito de frenar la sojización. La recaudación estimada con este aumento llevaría los 4.500 millones de dólares del año pasado a 12.000 millones en 2008.

CRISTINA: NO ME VOY A SOMETER A NINGUNA EXTORSIÓN

“La noche del 25 de marzo ingresa así en la historia de cacerolazos y protestas que pueblan la atribulada historia argentina reciente” Fue la gota que rebalsó el vaso: las entidades ruralistas, representantes de distintos sectores del campo históricamente enfrentados, salieron a protestar en conjunto replicando las metodologías de los piquetes en las rutas. Unidos por el enfrentamiento con la política oficial, los productores se han cohesionado en los arcenes y prolongan el paro por tiempo indeterminado. La presidenta Kirchner contestó duramente, remarcó que el campo fue el sector de mayor rentabilidad desde 2001 a esta parte, habló de los piquetes de la abundancia y agregó: No me voy a someter a ninguna extorsión. De esta manera, puso aún más distancia con los dirigentes ruralistas y el clima está por demás crispado en estos días.

“La reindustrialización y la mejora en las condiciones de vida de la población aconsejan mantener el actual esquema de tipo de cambios diferenciales” La noche del 25 de marzo ingresa así en la historia de puebladas, cacerolazos y protestas que pueblan la atribulada historia argentina reciente.

La estimación es que se ha tensado demasiado la cuerda y se abrió un complejo e innecesario frente de conflicto que impacta sobre la sociedad de dos maneras negativas: desabastecimiento de productos básicos en las góndolas y rebote inflacionario. Como señala gráficamente Héctor Huergo, especialista agropecuario a cargo del Suplemento Rural del diario argentino Clarín, el Gobierno dio una vuelta de tuerca de más, y se le cortó el bulón. Ahora está en un aprieto fenomenal: con el intento de subir brutalmente las retenciones a la soja, puso en riesgo todo el andamiaje en el que se basó la recuperación económica del país.

EL SECTOR AGRO-INDUSTRIAL COMO FACTOR DE INNOVACIÓN TECNOLÓGICA

Pero lo que hay como trasfondo es la ausencia de un modelo explícito de desarrollo productivo de mediano plazo que contemple y explique la participación del sector agro-industrial como factor dinámico de innovación tecnológica. “El nivel de protección externa acorde con una estrategia de desarrollo industrial, por las características propias de la economía argentina, no puede descansar sólo en el tipo de cambio” La recuperación del tejido industrial demanda no sólo de un tipo de cambio que le permita competir, sino también de una masa de riqueza que pueda ser destinada al incremento de la inversión productiva. Como señala un documento del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino, Renta agraria y ganancias extraordinarias en Argentina, 1990-2003 de Javier Rodríguez y Nicolás Arceo, la reindustrialización y la mejora en las condiciones de vida de la población aconsejan mantener el actual esquema de tipo de cambios diferenciales, e inclusive incrementar las retenciones a la exportación de productos agropecuarios ubicadas en la actualidad en el nivel más bajo de, por lo menos, los últimos 15 años.

Ocurre que el nivel de protección externa acorde con una estrategia de desarrollo industrial, por las características propias de la economía argentina, no puede descansar sólo en el tipo de cambio. Su complemento, según esta perspectiva, es la aplicación de políticas que permitan independizar la evolución de la inversión en el sector industrial del tipo de cambio de corto y mediano plazo.

En lo inmediato, de todos modos, la presidenta Kirchner tiene un gran desafío por delante, el del día 101 de su gobierno, en el que se ha perdido el enamoramiento con la sociedad.