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John McCain y Barak Obama venden frescor político y unas buenas dosis de regeneracionismo, es decir, ilusión para todos, en tanto que Hillary Clinton habla de experiencia, esto es, de seguridad. Electoralmente puede ser más rentable lo primero, pero desde luego no es infalible, sostiene el autor, sobre todo de cara a los muchos retos (políticos, económicos, internacionales y ambientales) que afronta Estados Unidos en una nueva era.

LO QUE AL PARECER SE DILUCIDA en el proceso electoral norteamericano es la persona que va a gestionar una nueva era, no sólo en este país, sino a escala planetaria. Sin ser una idea inédita, el debate electoral la ha hecho aflorar con más fuerza hasta convertirse, sutilmente, en el eje político de fondo.

No significa esto que los temas clásicos no tengan peso en la precampaña y en la designación de los candidatos. La gente está habituada a unos mecanismos, a un lenguaje y a unas ideas que llevan muchos años debatiéndose (algunos desde la independencia, como el reparto de competencias entre los Estados y el Gobierno federal) con obstinada regularidad en las calles. “Estados Unidos aparece como una superpotencia mucho más desdibujada y dubitativa, sin el llamado poder blando de Joseph Nye» No es que haya que desentenderse de ellos, como por ejemplo la eterna discusión sobre la seguridad social y la sanidad pública, pero, posiblemente, quedarán solapados por los que se están formando y que George Bush ha rehuido afrontar en términos generales.

En efecto, con toda probabilidad la Administración Bush va a cerrar su mandato con un múltiple e inapelable fracaso a la hora de encarar los problemas previsibles para un futuro inmediato. Ya no se trata del Nuevo Orden Mundial establecido entre 1989 y 1991, en el que Estados Unidos y su sistema de vida aparecieron como los triunfadores de la Guerra Fría y los garantes de su desarrollo en todo el mundo. Ahora Estados Unidos aparece como una superpotencia mucho más desdibujada y dubitativa, sin el llamado poder blando de Joseph Nye, frente a los grandes retos globales, por lo demás nada fáciles de abordar.

ACCIÓN EXTERIOR

“Estados Unidos deberá replantear sus relaciones con una Unión Europea muy ampliada y reestructurada por el Tratado de Lisboa” En primer lugar, en política exterior, Estados Unidos deberá afrontar el papel de las potencias emergentes, que no se conformarán con seguir siendo unos socios comerciales potentes pero subordinados. China, India, Brasil y Rusia (y otros países en segunda línea, como Irán o Turquía) ya han dado señales claras de que no se quedarán con el papel subalterno que han tenido estos últimos años, y están reclamando un nuevo protagonismo dentro y fuera de las instituciones. Los Juegos Olímpicos de Pekín en agosto serán seguramente una línea divisoria en la proyección internacional de China, y de ahí el empeño de Pekín en rentabilizarlos políticamente, y no sólo deportivamente o incluso económicamente.

“El nuevo presidente tendrá que encarar la crisis económica que está poniendo fin a casi dos décadas de prosperidad y que tiene difícil solución” Además, pensando ya en la era post-Irak, Estados Unidos deberá replantear sus relaciones con una Unión Europea muy ampliada y reestructurada por el Tratado de Lisboa. Y de paso, continuar con la complicada redefinición de la OTAN y al fondo con la de la ONU. En una palabra, poner fin y dar una salida al unilateralismo de la Administración Bush.

Por otra parte, se evidencia que la lucha contra el terrorismo islamista se ha empantanado en el avispero palestino-israelí y en el triángulo Irak-Afganistán-Pakistán. Es, en definitiva, el fracaso de las soluciones militares en estas zonas, pero también en los Balcanes o en África, sin planes solventes para su desarrollo político y económico. El terrorismo ya no es este inconcreto enemigo universal, encarnado desde el 11-S en Osama Ben Laden y su Al Qaeda, sino algo mucho más complejo y profundo vinculado a distintos fanatismos y poderes antidemocráticos.

ECONOMÍA Y MEDIO AMBIENTE

En segundo lugar, el nuevo presidente tendrá que encarar la crisis económica que está poniendo fin a casi dos décadas de prosperidad y que tiene difícil solución por sus múltiples derivaciones mundiales poco controlables desde los gobiernos y sus extraños planteamientos.

“John McCain es aceptado por un 83 por ciento de los conservadores, pero un 13 por ciento (los neocons en el poder) lo rechaza de plano” Y por último, el medio ambiente, el gran reto de dimensión planetaria que ha carecido de principios de solución y de pactos por la empecinada, aunque bien es verdad no la única, oposición de Estados Unidos a abordar el tema en toda su amplitud y profundidad.

Por lo tanto, el próximo Gobierno norteamericano, el próximo presidente, deberá enfrentarse irremediablemente a estos problemas aplazados una y otra vez o mal enfocados, y tomar decisiones de gran envergadura algunas a corto y medio plazo, es decir, con efectos más o menos inmediatos en distintos sentidos.

CANDIDATOS INDEFINIBLES

Aunque parezca paradójico ésta es probablemente la ventaja de Barack Obama y de John McCain en la larga carrera electoral. John McCain es aceptado por un 83 por ciento de los conservadores, pero un 13 por ciento (los neocons en el poder) lo rechaza de plano. Éste es quizá el mayor talento de Obama: tejer atractivas historias sobre sí mismo que parecen incluir a todo el mundo en una epopeya común” Sin ser un progresista declarado, ha coincidido con los demócratas, como Edward Kennedy o el mismo Obama, en proyectos de ley como por ejemplo la regulación de los lobbies o la de millones de inmigrantes ilegales. Incluso, en alguna ocasión ha pensado en pasarse a los demócratas, según el The New York Times. Determinados analistas lo definen lisa y llanamente como un pragmático.

También Obama resulta bastante indefinible y en consecuencia imprevisible. Idealista en la línea de John F. Kennedy, ha alabado la acción de gobierno de Ronald Reagan, especialmente en su vertiente económica, lo cual le aleja bastante de la socialdemocracia europea cercana al Estado de Bienestar.

“Obama y McCain son los candidatos menos vinculados a los respectivos aparatos de sus partidos” Éste es quizá el mayor talento de Obama: tejer atractivas historias sobre sí mismo que parecen incluir a todo el mundo en una epopeya común. Estas historias [el cambio de nombre] muestran una gran inteligencia, aunque como todo creador de mitos, Obama suaviza las piezas que no encajan. Cómo Barry se convirtió en Barack es una de ellas, escribe Jeffrey Bartholet en Newsweek. Así, esta estrategia le permite aparecer como un unificador, un conciliador, un político hecho para el futuro; contenta a casi todos y puede presentarse como el agente ideal del cambio, sin especificar mucho cuál es.

OUTSIDERS VERSUS TRADICIÓN

“Hillary Clinton, por su parte, representa con más claridad el ala socialdemócrata tradicional dentro del Partido Demócrata” Son los candidatos menos vinculados a los respectivos aparatos de sus partidos, es decir, los que disponen de más margen de maniobra en los siempre resbaladizos y laberínticos compromisos internos. Al mismo tiempo, sus programas y mensajes son los más vaporosos, los que dejan abiertas más puertas y no se encadenan a ideologías o planes previos, como hizo George Bush Jr desde el principio. La abrupta ruptura pública entre Obama y el reverendo Jeremiah Wrigth es un claro ejemplo de ello. Ambos son casi unos outsiders de la política oficial, y ésta es precisamente su mejor carta. Por ello, aparecen como los que pueden gestionar mejor los cambios que intuyen, y según como piden, los norteamericanos, aunque el precio sea una notable confusión programática.

Hillary Clinton, por su parte, representa con más claridad el ala socialdemócrata tradicional dentro del Partido Demócrata. Aparece con una postura algo más cercana a un cierto intervencionismo del Estado, si bien de una forma más bien tímida. Y al ofrecer una imagen más vinculada al pasado inmediato, en especial a la presidencia de su marido Bill Clinton, no presenta perspectivas tan brillantemente nuevas para los desafíos en ciernes de la segunda década del siglo XXI. Mientras que McCain y Obama venden frescor político y unas buenas dosis de regeneracionismo, es decir ilusión para todos, Clinton habla de experiencia, o sea, de seguridad.

Electoralmente puede ser más rentable lo primero, pero desde luego no es infalible.

Josep Sanmartí es miembo del equipo de investigación sobre elecciones en Estados Unidos de la Facultad de Comunicación y Humanidades la Universidad Europea de Madrid.