Hamlet en Cataluña
¿Derecho a la autodeterminación o derecho a la ambigüedad?
Cuando Hamlet finalmente actúa, muestra que su carácter no estaba capacitado para enfrentar la situación. Y la tragedia sobreviene. Podría argumentarse que eso también ocurriría en el caso de un proceso de Cataluña hacia la independencia. ¿O no? ¿Es realmente tan hamletiana la sociedad catalana?
(Desde Barcelona) PARECE QUE LO QUE CARACTERIZA políticamente a buena parte de los catalanes, en tanto que miembros de una nación minoritaria, es decir, de una nación que no cuenta con un Estado propio, no es su derecho a la autodeterminación, sino su derecho a la auto-indeterminación. Es decir, el derecho a mantenerse en la ambigüedad. En cierto modo, podemos decir que cierta alma del país expresa elementos hamletianos.
En Hamlet, Shakespeare plantea el tema de la identidad. La pregunta básica del personaje es ¿quién soy? Y en lo elusivo y caleidoscópico de la respuesta se ve la influencia del escepticismo de Montaigne: no existe un yo permanente, sino un conjunto de percepciones cambiantes y en buena medida contradictorias (Hume mantendrá algo similar un siglo más tarde). Hamlet es muchas cosas a la vez: un estudioso de la filosofía, un apasionado de las palabras, un moralista indiferente, un asesino, un indolente, alguien que desprecia las emociones de los demás, y capaz de actuar, cuando lo hace, con una crueldad extrema, etc.
SER O NO SER
Carl Schmitt nos recuerda que, a diferencia de las certezas sobre la culpabilidad de los personajes de la tragedia griega (Orestíada), Hamlet empieza con la incertidumbre sobre si la madre del protagonista es o no cómplice del asesinato del padre. “El dilema del famoso ser o no ser lo es entre el estoicismo y el activismo: aceptar los problemas con serenidad o actuar con el fin de superarlos”
La obra no aclara el tema, probablemente porque esa misma circunstancia ocurrió de verdad con Jacobo I y su madre María Estuardo de Escocia. Pero sí resuelve la culpabilidad de Claudio, el tío de Hamlet y luego su padrastro y rey. Hamlet quiere conocer la verdad de lo sucedido. Su mente es ágil. Está llena de palabras certeras. Pero su inteligencia arrastra una permanente tensión epistémica que le paraliza.
Cuanto más conoce menos capaz es de actuar. De hecho, no actúa ni cuando ya está seguro de la culpabilidad del nuevo rey. Tiene decidida su venganza, pero no es capaz de llevarla a cabo. Hamlet manifiesta una enfermiza debilidad de espíritu y de carácter. Su melancolía tiraniza las demás emociones. El dilema del famoso ser o no ser lo es entre el estoicismo y el activismo: aceptar los problemas con serenidad o actuar con el fin de superarlos.
Lo primero supone la aceptación voluntaria de lo que se percibe como inevitable. Muestra la aceptación de los cuatro principios estoicos: imperturbabilidad, indiferencia, insensibilidad y autosuficiencia. Por el contrario, lo segundo aboca a la acción, aún ignorando parte de los elementos que nos encontraremos, pero sabiendo que la acción transforma a los propios actores y sus resultados.
EL DILEMA HAMLETIANO CATALÁN
“Este nacionalismo catalán no establece proyectos y estrategias potentes para que el país se autogobierne realmente, garantice su libertad colectiva y se convierta en un verdadero actor internacional” Diríase que buena parte del nacionalismo catalán, incluidos los sectores catalanistas del Partido Socialista de Cataluña (PSC) y de Iniciativa per Catalunya (ICV), están presos en un dilema hamletiano. Saben de sobras que el país no va a disponer ni de un reconocimiento nacional adecuado ni de un autogobierno que merezca ese nombre mientras el Estado español siga manifestando una cultura política más bien primitiva, poco liberal y nada pluralista, así como un neo-nacionalismo con una creciente seguridad en sí mismo.
Y saben también que la Unión Europea no supone una vía para esos objetivos, puesto que es y actúa como una organización de Estados, en los que se apoya y a los que refuerza. Pero a pesar de dicho conocimiento, este nacionalismo catalán no establece proyectos y estrategias potentes para que el país se autogobierne realmente, garantice su libertad colectiva y se convierta en un verdadero actor internacional.
La conversación catalana de estos temas (como la de Quebec o Escocia) muestra una permanente intranquilidad insatisfecha. Y una vocación por la retórica más que por la acción decidida. Como Hamlet, es en parte víctima de su propia reflexión. Y también expresa debilidad de espíritu. En el siglo XXI, las minorías nacionales de las democracias complejas en tiempos de globalización y multiculturalidad tienen dos marcos generales posibles, que luego se concretan en varios escenarios institucionales: buscar una acomodación solvente a través de fórmulas de federalismo plurinacional o de consenso, o buscar una mayoría interna suficiente para lograr su independencia. ¿Cuál es más realista en este caso? La respuesta no es clara.
PROYECTOS CLAROS, VOLUNTAD DE ACCIÓN Y LA MÁXIMA UNIDAD TRANSVERSAL
En relación a la segunda opción, lo que en el fondo viene a decir la conocida Opinión del Tribunal Supremo canadiense sobre la secesión de Quebec es que en una verdadera democracia, si se cuenta con una mayoría suficiente, la secesión resulta un proceso imparable, por encima de las reglas constitucionales y del derecho internacional. Cuando Hamlet finalmente actúa, muestra que su carácter no estaba capacitado para enfrentar la situación. Y la tragedia sobreviene. Podría argumentarse que eso también ocurriría en el caso de un proceso de Cataluña hacia la independencia.
No lo creo. La sociedad catalana ha demostrado con creces que no es nada hamletiana en muchos ámbitos donde actúa: en economía, en investigación, en cultura, en la iniciativa de su sociedad civil, en arte, en deportes, etc. Es decir, en los ámbitos en los que no tiene tantas constricciones.
La ambigüedad de la auto-indeterminación ha dado frutos a los catalanes en las últimas décadas, pero creo que, para llegar a cualquiera de los dos marcos anteriores, es el momento de que los partidos catalanes cambien de guión. Entre otros motivos porque la otra parte contratante, los partidos nacionalistas españoles (PSOE, PP) están cambiando el suyo. Pero para ello los primeros deberían mostrar proyectos claros, voluntad de acción y la máxima unidad transversal entre partidos. Algo difícil de ver en el barroco escenario político actual.
Publicado por:
Diego de la Vega
fecha: 29 | 05 | 2008
hora: 11:16 am
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Excelente artículo, clara visión… pero qué nuevo guión deberian adoptar los nacionalistas? Espero nos amplíe ese final abierto en una próxima entrega.
Publicado por:
Francisco
fecha: 29 | 05 | 2008
hora: 11:16 am
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Es evidente que el profesor haciendo citas de personajes dramáticos y situaciones, que poco a nada, tienen que ver con la realidad politica española, y además, encuadrándola dentro de la actual UE, dominda por Francia y Alemania,creo que, si tiene la capacidad para relacionarla con la locura regionalista española,y además
pueda sacar algo en claro de ese galimatias, que nos lo explique. O, ¿ es que es bstante más dificil relacionarla, con un acontecimiento histórico, bastante más cercanoa nosotros, los españoles, como fue la Segunda República? Ahora son los misms protagonistas de entonces. Esquerra Republicana, los Progresistas de Zapatero, antes llamado PSOE, IU, dominada por los comunistas, y el PNV, con su banda de terrorista. Creo que sería más certero su anális si lo hiciéra así. Tan solo basta en este nuevo escenario, dramatizarlo y adornarlo con una nueva Revolución Asturiana. Pero antes de terminar, quiero recordar lo siguiente, y es el acontecimiento revolucionario que se dió en Alemania, cuando perdió la Primera Guera Mundia. En su parte este, los bolchviques trataron de extender su extraordinaria revolución, un cántico a la mentira del pensamiento socialista. Si embargo hubo idiotas que se prestaron a su juego, como fuero los espartaquistas. Pero claro, para eso estaban ahí los socialdemócratas, y Eber, su dirigente, el cual produjo miles de muertos y el exterminio de semejante partido, con Rosa Luxemburgo al frente. Si Eber, el de la fundación que fabricó a Felipe González, y su partido progresista. ¿ Sería posible en España un Eber? Sí, claro, pero lo que falta es cabeza y decisón, y entonces España ya no tendría problemas regionalistas, ni existiria la Esquerra, y la ETA haría tiempo ya que hubiera desparecido, como la banda Meinhof, pero claro, los españoles no somos alemanes, y dejamos que los poblemas politicos se cuezan demasiado hasta que se convierte en un verdadero cancer, cuya única solición, son siempre las guerras civiles, un problea que subsiste desde el momento en que otro liberticida vino a salvarnos de nuestro atraso, según ellos, el gran Napoleón, otro producto de otra Revolución, la cual es el espejo de todas las malformciones politicas actuales, al no haber dejado a la historia que seguiera su curso natural evolutivo, introduciendo en ella una violencia difícil ya de erradicar, es más, se justifica y se contempla con simpatía, incluyendo en ella a los mismos terroristas,con su mística e inacable teoría revolucionaria. Es decir, una realidad politca en permanente crisis e imposible de que encuentre alguna vez la estabilidad, pues ella misma es incompatible con esa idea misma, y en donde todo está siempre en contradicción consigo mismo y en un eterno devenir.
Publicado por:
Pepe Hernández
fecha: 29 | 05 | 2008
hora: 2:39 pm
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Me parece un artículo lamentable. Se dirá lo que se quiera, pero un proceso de secesión provocaría un trauma terrible tanto en Cataluña como en el resto de España. En Cataluña, porque habría una «minoría» de al menos un 40% que de la noche a la mañana pasaría a ser considerada extranjera en su propia tierra y sometida a un gobierno hostil que ya no tendría que rendir cuentas ante nadie. Se parecería muchísimo a la situación de las minorías de la Europa de entreguerras, sometidas a gobiernos autoritarios deseosos de alcanzar un Estado-nación homogéneo (caso de los húngaros en Rumanía o la ex Checoslovaquia, por ejemplo). En el resto de España, porque ya no sería España sino otra cosa (no se puede concebir España sin cualquiera de sus partes integrantes). Y desde luego sería un desastre desde el punto de vista emocional, por todos los lazos que se romperían entre nosotros, familiares, fraternales, de amistad, porque a muchos no nos da la gana de tener que enseñar el pasaporte para ir a Barcelona, por ejemplo, y por supuesto sería una catástrofe desde el punto de vista económico, sobre todo para Cataluña porque quedaría fuera para siempre de la Unión Europea, con un más que seguro boicot a sus productos en la ex España, que es su principal mercado, fuera del euro, fuera de cualquier centro de influencia y decisión a nivel europeo, relegada a no ser nadie, a no contar para nadie… perderíamos todos, y por ello me pregunto si de verdad esperan los independentistas, tan «modernos», «demócratas» y «progres» ellos, que nos quedemos de brazos cruzados ante su deseo de destruir nuestro país. No hablo de recurrir a las armas, sino de no quedarnos calladitos, como ellos desean, mientras deciden cuándo y cómo se van, y de paso qué se llevan.