El Estado y los desastres naturales
Dime cómo te anticipas a las catástrofes y te diré quién eres
Parece una tendencia generalizada la de prestar atención prioritaria a las amenazas militares, a veces imaginarias, e ignorar los peligros causados por desastres naturales, como testimonió el paso del Katrina por Nueva Orleans. Hoy, las diferentes reacciones de Cuba y Haití ante el huracán Ike muestran cuán importante es la previsión del Estado ante estos peligros muchas veces predecibles.
(Desde Santiago de Chile) ES TEMPORADA DE HURACANES EN EL CARIBE. Los vientos soplan a cientos de kilómetros y lluvias diluvianas caen sobre las exuberantes islas. Nadie escapa a la furia de fenómenos que parecen ocurrir con creciente frecuencia. Al igual que en Chile o China se sabe que las tierras temblarán. No se sabe cuándo ni qué con que intensidad pero, de tanto en tanto, terremotos sacudirán las superficies.
Esto lo saben los gobiernos y las poblaciones y por ello los desastres naturales no son, realmente, una sorpresa. Por ello los Estados dan examen ante cada calamidad.
Cómo reacciona un régimen ante la desgracia colectiva puede marcar su auge o caída. Un caso ejemplar fue el vivido por Nicaragua, que en 1972 resultó devastada por un terremoto que redujo a escombros las tres cuartas partes de Managua, su capital. El mundo prodigó una gran ayuda a los siniestrados pero el dictador Anastasio Somoza Debayle se apropió de buena parte de ella. Así quedaron resquebrajados los cimientos de la tiránica dinastía y facilitó la consolidación de la actividad política y guerrillera del Frente Sandinista de Liberación Nacional. De hecho, muchos sectores de la ciudad todavía, más de tres décadas más tarde, muestran las cicatrices del cataclismo.
DOS DESASTRES, DOS GESTIONES
En 2005 el mundo quedó atónito ante lo que ocurría en Estados Unidos. «La naturaleza mostró cuán errada ha sido la agenda del presidente George W Bush, que ha tenido una preocupación casi exclusiva con la amenaza terrorista» Los expertos habían advertido que los diques que protegían a Nueva Orleans solamente resistirían una tormenta de grado tres. Era sólo cuestión tiempo hasta que llegará una de grado cinco, y ésa fue Katrina. A diferencia de un terremoto, las autoridades sabían que enfrentaban un desastre. Lo advirtieron y pidieron a la población que abandonase la ciudad y las regiones costeras. Muchos acataron el reclamo, pero los más pobres y enfermos quedaron atrás.
Las imágenes de los sobrevivientes fueron elocuentes: la abrumadora mayoría eran negros. La naturaleza mostró cuán errada ha sido la agenda del presidente George W Bush, que ha tenido una preocupación casi exclusiva con la amenaza terrorista. Enormes recursos han sido destinados a la seguridad del territorio y a la guerra en Irak y Afganistán para derrotar a los yihadistas… pero los hechos mostraron que poco se hizo para mitigar el daño ocasionado por Katrina. Tres años más tarde muchos desplazados todavía no han logrado rehacer su vidas con normalidad y carecen de hogares permanentes.
«Las investigaciones establecieron que los centros educacionales en Sichuan no cumplían con las normas sísmicas exigidas» En China, en mayo, el terremoto que sacudió la provincia de Sichuan, que causó más de setenta mil muertes, dejó un balance mixto para el gobierno. De un lado las autoridades reaccionaron con celeridad. De forma inusual todo el país pudo observar, a través de la televisión, las escenas de la devastación. Los recursos del Estado fueron desplegados sin reservas para socorrer a los necesitados. Pero, al mismo tiempo, quedó al descubierto una tragedia desgarradora: los colegios resultaron más vulnerables que otras edificaciones y ello redundó en una gran, y evitable, mortandad de jóvenes estudiantes. Las investigaciones sobre el terreno establecieron que los centros educacionales no cumplían con las normas sísmicas exigidas.
IKE Y SUS (DIFERENTES) ESTRAGOS
En las últimas semanas una seguidilla de cuatro huracanes (Fay, Gustav, Hanna e Ike) han golpeado al Caribe. Es difícil comparar cómo cada cual afecta a distintas regiones. «Se estima que en Haití han perecido más de medio millar de personas» Las tormentas son caprichosas y cambian de rumbo e intensidad. Pero salta a la vista una diferencia abismal entre lo ocurrido en Cuba y Haití: La Habana, en previsión de Ike, evacuó a un millón de personas y tomó las providencias que permitieron, pese a grandes pérdidas materiales, preservar lo más precioso: las vidas de sus ciudadanos.
Ante Haití no se puede más que sentir una profunda conmiseración con una población que quedó indefensa ante el embate de la naturaleza. Se estima que han perecido más de medio millar de personas. «Es un decir que Dios perdona siempre, los hombres a veces, pero la naturaleza jamás» Las vistas aéreas de la ciudad de Gonaives la mostraron sumergida bajo un lodazal. La mitad de sus cien mil habitantes quedaron sin agua potable. La localidad está situada en la proximidad de montes completamente deforestados, apenas dos por ciento del país tiene cobertura vegetal, lo que facilita que las aguas escurran sin freno arrastrado lo que encuentran a su paso. Un millón de los ocho millones y medio de haitianos, el setenta por ciento de los cuales ya viven en la pobreza, se encuentra damnificados. Para todos los efectos prácticos, Haití carece de Estado. La escasa administración central es incapaz de conducir el país amén de la endémica corrupción que la afecta en todos los niveles. A los pobres haitianos, como suele ocurrirles a los pobres, les llueve sobre mojado.
Son muchos los gobiernos que han sido desnudados y reducidos a la impotencia ante situaciones que se sabía ocurrirían mas tarde o más temprano. Es una tendencia generalizada de los gobernantes, la de prestar atención prioritaria a las amenazas militares, muchas veces imaginarias, e ignorar los peligros, que pueden resultar mucho peores en términos de vidas y bienes, causados las fuerzas climáticas o telúricas, amén de otros horrores como son las hambrunas y ciertas enfermedades por nombrar los más frecuentes. Es un decir que Dios perdona siempre, los hombres a veces, pero la naturaleza jamás.
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