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Estados Unidos (y una gran parte del mundo) ha sido incapaz de crear nuevas mentalidades, métodos renovados, nuevas formas de aproximarse a los problemas globales más urgentes. La única posibilidad del cambio real, ese Yes we can también para el sistema internacional, sólo será posible si Barak Obama gana en noviembre la presidencia de esta aldea global, explica el autor.

(Desde Madrid) LAS APUESTAS, INCLUSO ECONÓMICAS, manejando las distintas hipótesis sobre el resultado final de las elecciones presidenciales en Estados Unidos para saber el próximo inquilino de la Casa Blanca, se han instalado más allá de los ambientes políticos y periodísticos previsibles. Los alumnos más motivados hacen tertulias y foros, mientras los vecinos y la familia cruzan envites y comidas a cuenta del resultado final con la última esperanza de ganar una invitación suculenta.

«Son muchas las voces que piden un cambio urgente de la relación de la gran superpotencia con el resto del mundo»Detrás de esta película entretenida, tan al gusto estadounidense del political show bussines, en la que McCain podía ser interpretado por Steve Martin, Obama por Denzel Washington y la figura fulgurante de Palin por una recatada Angelina Jolie –la madre conservadora convertida en Lara Croft de la política–; detrás de toda esta escenografía, el espectador sabe que, como en tantos filmes de final incierto y tinte apocalíptico, lo que está en juego es el futuro del mundo.

Probablemente estas USA´08 Elections son verdaderamente las primeras elecciones globales en nuestra era; un proceso consultivo en donde gran parte de afectados planetarios, invitados directos, pueden asistir al show pero sin tocar… perdón quería decir, sin votar (sólo una excepción: pueden votar en nuestra página de Safe Democracy).

¿DA LO MISMO?

Debajo del espectáculo de la Convención Demócrata en Denver (Colorado), de la Republicana en Saint Paul (Minnesota) y después de lo que va a ser una reñida carrera electoral presidencial en el mes de noviembre, el tema crítico en la reflexión actual, que realizan no sólo nuestras academias diplomáticas sino todo el conjunto de la sociedad internacional, es el referido a la continuidad y cambio en la política exterior de Estados Unidos. Si tuviera que adelantar una conclusión de este variado y amplio debate global (también en una parte significativa de Estados Unidos) es que son muchas las voces que piden un cambio urgente de la relación de la gran superpotencia con el resto del mundo.

Por si fuera poco, nuestro King Kong económico occidental se tambalea dentro de este caos de Wall Street, cuando las torres gemelas del imperio financiero, Lehman Brothers y Merrill Lynch, caían derribadas –también en septiembre– por unas hipotecas basura que habían hecho las delicias de un sistema económico convencido de que el ladrillo y la especulación inmobiliaria eran la Anne entre los dedos de ese gorila que es la riqueza fácil y rápida de las instituciones financieras al uso. «Una victoria de McCain sólo puede suponer pequeñas transformaciones en la Doctrina de la Seguridad Preventiva llevada a cabo por la Administración saliente avalada por el pensamiento neoconservador» Una verdadera Manhattan, también para los recursos económicos irregulares presentes en el mercado buscando su blanqueada normalización.

En este escenario electoral y dentro de la mayor crisis económica y financiera del Siglo, incluso así, hay opiniones expresadas en distintos medios estadounidenses y europeos que no nos quieren dejar soñar con un cambio en Estados Unidos y en el sistema internacional. Parece increíble que sea el cambio, precisamente, la gran estrella en la campaña de ambos candidatos.

Para apagar nuestro particular sueño (I have a dream) auguran una decepción asegurada gane quien gane, ya sean republicanos o demócratas: da lo mismo que sea presidente blanco, con vicepresidenta joven, o presidente negro, con vicepresidente menos joven. Es muy probable que, como señalan estos agoreros, los soñadores sólo podamos esperar pequeños cambios en la vinculación de Estados Unidos con el mundo; sin embargo, cuando estas nimias modificaciones afectan al único guardián entre el centeno universal provocan una gran transformación en todos los escenarios de esta representación planetaria. Y en esa obra, me temo, entramos todos.

¿NUEVO PASO EN LA MILITARIZACIÓN?

Una victoria de McCain tan sólo puede suponer pequeñas transformaciones en la Doctrina de la Seguridad Preventiva llevada a cabo por la Administración saliente avalada por el pensamiento neoconservador. Aún así, después de los fracasos confesos en Afganistán e Irak y con la vuelta a ese denominado síndrome de Vietnam que parecía superado por la sociedad y los medios estadounidenses, «El pensamiento republicano en sus distintas versiones es incapaz de introducir esos cambios necesarios que lleven a Estados Unidos a encontrar un nuevo liderazgo menos agresivo» incluso una administración republicana con vieja doctrina envuelta en un nuevo discurso tendría que introducir cambios sustanciales respecto a la contención militar y a la revitalización de los instrumentos diplomáticos.

Sin embargo, una política exterior se puede corregir en un momento dado; McCain tendrá que hacerlo de forma inevitable si llega a la presidencia, pero ¿esto supondrá el cambio de la Doctrina de Seguridad Preventiva? Difícilmente es posible el cambio improvisado de una Doctrina, como la que ha sembrado la actual Administración en el sustrato de las clases medias y la mayor parte de las élites políticas y económicas en ese país, porque la consolidación de una nueva Doctrina –con mayúsculas– supone la afirmación de un liderazgo a partir de una lectura interna ampliamente compartida del interés nacional a la que se supedita todo lo demás: consenso partidista interno, política exterior, política de seguridad, política de defensa, instrumentos diplomáticos, e incluso las mentalidades preponderantes en esa Nación; todo eso es muy difícil de modificar de forma coyuntural, improvisando sobre la marcha de los distintos acontecimientos internacionales.

«El liderazgo preventivo de estos últimos ocho años ha calado muy hondo en el sentimiento nacional de los republicanos» El pensamiento republicano en sus distintas versiones, incluso después del fracaso en Afganistán e Irak, es incapaz de introducir esos cambios necesarios que lleven a Estados Unidos a encontrar un nuevo liderazgo menos agresivo, unilateral y militarista en el sistema internacional. Con pequeños matices respecto a Bush, McCain podría suponer un nuevo paso en la militarización del sistema internacional.

Como señalan una gran parte de prebostes del partido del elefante, incluido el candidato republicano y su brillante vicepresidenta, después de valorar positivamente los resultados en la guerra en Irak: estamos en una excelente oportunidad histórica para renacer de las cenizas que llevaron a Estados Unidos desde la desaparición de la Unión Soviética a vagar por el escenario internacional con las dudas hamletianas de su liderazgo mundial, para volver a los orígenes de la gran República Americana, una doctrina para el siglo XXI: la práctica de Estados Unidos en la era de la globalización y también la teoría internacional dominante en este período de hegemonía multipolar. El liderazgo preventivo de estos últimos ocho años ha calado muy hondo en el sentimiento nacional –nacionalista, como señalaría Hans Kohn- de los republicanos y del pensamiento conservador.

¿OTRO PRISIONERO DE LAS ÉLITES EGOÍSTAS?

En el campo demócrata, la cuestión tampoco es fácil porque la historia ha demostrado la gran distancia existente entre las promesas electorales, las ilusiones despertadas y la dura realidad del poder en Washington. El idealismo frente al realismo del stablisment. «Dar por hecho categóricamente que en caso de la llegada al poder de Barak Obama las élites egoístas la harán prisionero, es mucho suponer» Por ejemplo, el desequilibrio internacional de un presidente como Wilson, símbolo de la paz en Europa, y el Wilson intervencionista en Centroamérica. La gran distancia que hubo entre la idea electoral de Kennedy con un nuevo compromiso con la humanidad –la Nueva Frontera en los asuntos internacionales– y la cruda realidad de Bahía de Cochinos o el inicio de la Guerra de Vietnam. La diferencia entre la vía rápida en la solución de los conflictos internacionales del Clinton candidato y el segundo plano de la política exterior en los primeros meses del Clinton presidente –con la guerra en la antigua Yugoslavia en vía de espera– para pasar después a la continuidad respecto a la anterior gestión republicana.

Como señalaba el célebre y anciano economista J.K Galbraith en The Washington Post en ese momento: «Estados Unidos deben recuperar el liderazgo moral en el mundo, perdido después del 11 de septiembre de 2001, en especial con las intervenciones en Afganistán e Irak» las élites egoístas, cerradas y satisfechas hacen al presidente prisionero.

Dar por hecho categóricamente que en caso de la llegada al poder de Barak Obama esas élites egoístas la harán prisionero, es mucho suponer. Son muchas las personas en el mundo que han tenido un sueño y esperan que se haga realidad cuando escuchan al candidato demócrata hablar de la necesidad de un nuevo pacto político de Estados Unidos con en el mundo. Y lo hace desde la coherencia de haber mantenido posiciones que, como la negativa a la ocupación militar de Irak, no eran las más comunes para los demócratas –basta mirar lo que dijeron y votaron destacas personalidades del Partido del asno como fueron Hillary Clinton o, incluso, el actual candidato a Vicepresidente, Joe Biden– ni tampoco para el conjunto de la sociedad estadounidense que, en ese momento, sólo una minoría rechazó.

LA DIPLOMACIA ESTADOUNIDENSE Y SUS LECCIONES POR APRENDER

Estados Unidos deben recuperar el liderazgo moral en el mundo, perdido después del 11 de septiembre de 2001, en especial con las intervenciones en Afganistán e Irak. «La política exterior debe privilegiar los instrumentos diplomáticos clásicos y reinventar nuevas herramientas negociadoras aprovechando dinámicas anteriores» Del miedo que han provocado y provocan en la sociedad internacional, incluso en sus aliados europeos más próximos, deben pasar a ser una cara más amable para afrontar los riesgos colectivos en la seguridad.

Es cierto que Estados Unidos sólo ha creído históricamente en sus capacidades y en lo alto de sus ideales, pero en esta era global tendrá que aprender a manejar con más finezza los marcos multilaterales. El primero de ellos –como señala Zbigniew Brezezinsky cuando habla de las Alianzas– es que uno no puede provocar divisiones dentro de su propia familia, como pasó con Irak con el grado de oposición y las heridas que este acto ilícito internacional provocó entre de aliados europeos.

La política exterior de Estados Unidos debe privilegiar los instrumentos diplomáticos clásicos y reinventar nuevas herramientas negociadoras aprovechando incluso dinámicas anteriores que estaban olvidadas o en vía muerta. Una de las conclusiones que deberá aprender la diplomacia estadounidense es que, fracasada la utilización de la fuerza militar en Afganistán e Irak, «Estados Unidos tienen la obligación de plantear un cambio profundo en la confianza con sus aliados europeos que provoque un cambio en la jerarquía de los principales puntos de la Agenda Transatlántica» la única forma eficiente para combatir el terrorismo islámico es eliminar los caldos de cultivo en donde crece el reclutamiento de los grupos radicales islámicos. El conflicto de Oriente Medio podría ser un ejemplo muy significativo: no existirá paz en el corazón de los árabes en tanto no se solucione el contencioso árabe-palestino-israelí. Y éste no se solucionará hasta que Estados Unidos con una fuerza renovada, más allá de los intentos tímidos de los últimos meses de Bush, no asuman un liderazgo diferente en este proceso.

Las dudas sobre el necesario contrapeso que deba jugar la Unión Europea respecto a Estados Unidos quedan despejadas no sólo por las dificultades y las divisiones internas (después del Tratado de Lisboa y del no irlandés, está el limbo) sino también después de valorar su inexistente protagonismo en los debates sobre la reconstrucción de Irak, de su aún más limitado papel en la reforma de la Alianza Atlántica y de su desaparición en el tablero del proceso de paz en Oriente Medio. Aun con todo, Estados Unidos tienen la obligación futura de plantear un cambio profundo en el tono y confianza con sus aliados europeos que provoque un cambio en la jerarquía dentro de los principales puntos de la Agenda Transatlántica. El primero de ellos, es encontrar un nuevo marco institucionalizado de relación con Rusia, encontrarle el puesto que le corresponde acorde con el gran país que es. La estrategia de cordón sanitario y de aislamiento desde la OTAN acompañado con la instalación de los distintos paraguas defensivos, puede traer, como siempre ocurrió históricamente, consecuencias funestas para el futuro de nuestro continente y del sistema internacional.

UN FUTURO MARCADO POR LA CONTENCIÓN

Una situación también complicada es la que afecta a Naciones Unidas y a sus responsabilidades futuras en el sistema internacional con una nueva Administración en Estados Unidos. «La única posibilidad del cambio real, ese YES WE CAN también para el sistema internacional, sólo será posible si Barak Obama gana en noviembre la presidencia de esta aldea global» El protagonismo destacado, adquirido antes, durante y el que tendrá después de Irak, hace alentar un papel central que, de forma inevitable, se encuentra supeditado de forma directa al mayor o menor grado de resistencia de la Organización hacia el mantenimiento, o no, de la Doctrina de Seguridad. Estados Unidos, demócratas y republicanos, siempre han tenido esta visión instrumental de las organizaciones internacionales a la hora de implicar sus objetivos exteriores a estos foros multilaterales, organizaciones, o Resoluciones que, sea cual sea su beneficio político y militar, son consideradas ajenas al sentimiento estadounidense.

El sistema internacional, aun con todo, requiere el protagonismo de uno de los pocos elementos que, como Naciones Unidas, con todas sus imperfecciones y puesto en riesgo su propia reforma y financiación, permiten una diversificación, no determinante pero sí significativa, de la dependencia del sistema internacional a los objetivos diplomáticos y militares de los Estados Unidos.

En resumen, podría señalarse que la futura relación de los Estados Unidos y el sistema internacional después del fracaso en Afganistán e Irak, responde, en gran medida, al mantenimiento o no de la clásica estrategia de la contención sobre problemas delimitados y espacios geográficos concretos; una política de contención que ha ido desplazándose según el momento histórico: comunismo, nacionalismo exacerbado, narcotráfico, islamismo radical, terrorismo internacional, y así sucesivamente.

Todos estos problemas suponen riesgos graves para el sistema internacional y necesariamente tenemos que afrontarlos, pero Estados Unidos y una gran parte del sistema internacional no han sido capaces de crear nuevas mentalidades, métodos renovados, nuevas formas de aproximarse a los problemas y de proyectar los objetivos internacionales. Muchos pensamos que la única posibilidad del cambio real, ese YES WE CAN también para el sistema internacional, sólo será posible si Barak Obama gana en noviembre la presidencia de esta aldea global.