fotos_barack_obama.jpgMuy probablemente sea el candidato demócrata quien deba enfrentar la certificación del debilitamiento de Estados Unidos en el mundo. En su mandato, la recuperación de la economía será el eje central pero jugará al equilibrio con las demandas internacionales.

(Desde Miami) LOS ÚLTIMOS DÍAS se acabaron los inventarios de agua embotellada en dos pequeños abarrotes de Coral Gables. Razones: demasiados votantes. Las autoridades de los centros de votación habilitados para emitir votos anticipados a la elección del 4 de noviembre debieron salir a buscar agua en supermercados mayores para las filas de emocionados ciudadanos que sienten formar parte de un momento histórico: unos para llevar a la Casa Blanca al primer presidente negro; otros, para evitarlo.

Miami, símbolo del conflictivo y peliagudo Estado de la Florida, es uno de los campos de batalla donde se decidirá el 44º presidente de Estados Unidos. Y es también uno de los Estados que concentra parte de la agenda que ese futuro mandatario deberá atender: crisis económica pasmosa, familias sobre endeudadas, hipotecas impagables, bancos quebrados, empresas camino a, migración contrariada, soldados en demasiados frentes…

Cuenta regresiva, activada.

En menos de una semana Estados Unidos elige al presidente que deberá enfrentar el punto en que la historia hace una inflexión. Vaya momento. Como nunca antes, el país enfrenta el desafío de ser sucedido por otro país (China) como la mayor potencia económica y ver su poder unilateral, cimentado a golpe de terquedad texana, transformado en una corte en apariencia más refinada donde el multilateralismo y la geopolítica recuperan el centro de la escena.

LIMPIAR CADÁVERES NO ES UNA TAREA SENCILLA

Muy probablemente sea Barack Obama quien deba enfrentar la certificación del debilitamiento de Estados Unidos en el mundo. En su mandato, la economía será el eje central pero jugará al equilibrio con las demandas internacionales, más álgidas que durante la Administración Bush, y el bordado del consenso interior, dado que heredará un país más dividido que nunca.

«La crisis aun podría estirar su impacto a la economía internacional al menos hasta el primer trimestre de 2011» Obama tiene a su favor que dirigirá la mayor potencia global para enfrentar una crisis que a otros países ya los habría devorado. Pero es un flaco favor que quisieran pocos más que un hombre que se siente en el centro de la historia. Su agenda incluye iniciar mandato, en enero, con las bombas programadas de la crisis financiera y económica aun activas. En los primeros seis meses, el presidente de Estados Unidos deberá enfrentar vencimientos de más hipotecas familiares, pagos de porciones de bonos corporativos y la desaparición de empresas medianas y pequeñas, que cierran su año fiscal a fines de octubre.

Limpiar cadáveres no es una tarea sencilla y menos cuando se debe hacer, según analistas, al menos durante algunos años. Las previsiones de crecimiento de la economía de Estados Unidos no superan el 1 por ciento para 2009 y el enfriamiento se prolongaría a 2010. En el peor de los casos –y eso sólo a tenor de las previsiones actuales–, la crisis aun podría estirar su impacto a la economía internacional al menos hasta el primer trimestre de 2011.

El doble déficit del gobierno estadounidense obligará a una concertación amplia. Por un lado, pendiente de saberse si gobernará con mayoría o minoría en el Congreso, tendrá que disponer de políticas internas consensuadas. Si Obama desea ejecutar su plan fiscal, incrementando las imposiciones sobre los más adinerados, precisa de la comprensión republicana de que el país vive un momento único y desafiante.

LA REINVENCIÓN REPUBLICANA

De hecho, «El discurso de la candidata a vicepresidenta conservadora se ha diferenciado del vacilante empeño de McCain» el GOP (Grand Old Party) tendrá que iniciar un periodo de discusiones internas para reemplazar la antigua hegemonía familia de los Bush por líderes de nuevo cuño. McCain va en baja, dada su edad y será incapaz de bendecir sucesor al perder la elección. La primera urgencia del Partido Republicano, con todo, será hacer trabajo de base para contribuir a la paz social. Al menos por un tiempo, las facciones más conservadoras se mostrarán efervescentes a la idea de un presidente negro. No sería extraño observar decomisos de armas y municiones en manos de pretendidos justificieros neonazis y libertarios.

Pero es altamente improbable que esos grupos minúsculos adquieran mayor poder. Parte de los republicanos parecen interesados en fijar la frontera ideológica que moldeará sus próximos cuatro años –que no existan sorpresas– en los contornos de Sarah Palin. En la última semana de la elección el discurso de la candidata a vicepresidenta conservadora se ha diferenciado del vacilante empeño de McCain. Algunos hombres que creen que la política es más marketing que filosofía, comienzan a hablar de ella como la nueva figura alrededor de la cual articular el futuro discurso republicano.

¿ESPERANDO A CHELSEA?

En los papeles, al menos, Hockey Mom es conservadurismo puro aunque no extremista, pero no alinea al partido. Sin ir más lejos, dentro de las filas republicanas, hay quienes creen que no se mejoran años de neoconservadurismo con palio-conservadurismo. Peggy Noonan, columnista del conservador The Wall Street Journal y ex escritora de discursos y asistente de Ronald Reagan, es de las que no cree que Palin sea una fiel representante de las necesidades futuras del republicanismo. Para ella, Palin no piensa, apenas repite el discurso compuesto por alguien más. Y los republicanos no necesitan alguien que regurgite recetas de comida ya procesada sino inteligencia en el sentido más amplio de la palabra.

El reacomodo interno del Partido Demócrata no debiera ser factor de conflicto para Obama. Triunfante en la elección, los sedimentos demócratas se asentarán naturalmente tras su figura y posiblemente tarde en emerger una competencia que suceda al Clan Clinton, al menos hasta que Chelsea decida qué hará de su vida. Excepto errores mayúsculos de gestión o incapacidad para capear los fuertes vientos de la crisis, Obama tiene al menos cuatro años de relativa comodidad entre sus filas. Si pilotea la tormenta, obtendrá por anticipado el ticket a la reelección.

NUNCA ES FÁCIL VOLVER A CASA

Pero eso es adelantar relojes. Por lo pronto, el escenario sugiere poner toda la atención en las urgencias económicas domésticas y en la política internacional. «A la hora de embarcar las tropas a casa como de recortar el presupuesto de defensa, se hará escuchar lo más cortesano y lo más provocador del lobby armamentista y petrolero» Excluido el frente fiscal, el gobierno obtendría un alivio relativo si la Reserva Federal resuelve correr en resguardo de las familias con problemas hipotecarios. El problema relativo asociado a medidas como ésta –o las reducciones impositivas planteadas por Obama– son los costos.

En condiciones normales, la economía estadounidense puede absorber una crisis, aun con dolor. Pero ésta es más que sarro en los dientes. Obama enfrenta opciones de desfinanciamiento complejas. A financiar la guerra en Irak y Afganistán se van unos unos 300.000 millones de dólares, el equivalente a más de un tercio del déficit de 2006. Pero Bring those boys back es no sólo un esfuerzo logístico sino una decisión de repercusiones económicas y geopolíticas de impacto desconocido. A la hora de embarcar las tropas a casa como de recortar el presupuesto de Defensa, se hará escuchar lo más cortesano y lo más provocador del lobby armamentista y petrolero. Obama sabrá que siempre es menos sangriento el campo de batalla cuando se lo mira a la distancia.

La financiación del déficit público de los próximos años, aun con ahorros, dependerá nuevamente más de los recursos que dispongan China, Japón, las naciones petroleras árabes y otros países desarrollados comprando bonos del Tesoro (una hipotética carrera contra el agujero fiscal y comercial estadounidense es una ruleta rusa con el cargador completo, pues no hay reemplazo aun para la capacidad de consumo americana). No obstante, Estados Unidos enfrenta un horizonte de necesidades de emisión (las previsiones se corregirán) e inflación y el parate económico impondrá límites a las decisiones del nuevo presidente.

EL MISTERIOSO SEÑOR PERO

Obama, a quien siempre vi titubeante cuando en realidad mostraba la maravillosa jactancia intelectual de la duda, ha tenido la afortunada cautela de ser el Mister But, el Misterioso Señor Pero. Todos sus (escasas) definiciones importantes –en política o economía, en finanzas públicas o familiares– han estado siempre condicionadas por un but a mitad de la frase. No es necesario estudiar epistemología ni semiótica para saber que tras los peros está lo que realmente se desea comunicar.

Y tras los but de Obama siempre ha habido un denominador común: hará falta sacrificio, responsabilidad y compromiso ciudadano. La economía americana sólo revivirá con esfuerzo y ajuste interno, parece decir sin decir, pues no es financiable un recorte impositivo sin recuperar la actividad económica y ésta no resurgirá sin mayor acceso al crédito (a rebaja al 1 por ciento de los tipos de la Fed tardará casi un trimestre en manifestarse, aproximadamente para cuando Obama lleve un mes en la Casa Blanca. Más aun, todavía debe probar su efectividad dado que se desconoce si Estados Unidos se aproxima a la experiencia japonesa de estanflación de los años ’80 o puede salir de la crisis subiendo rápidamente la curva de la U).

URBI ET ORBI

El mundo no debiera esperar que el próximo habitante de la Casa Blanca restañe heridas rápido. Por empezar, aun no está visto hasta dónde llega el daño provocado por la administración de George W. Bush, que abandonará 1600th Pennsylvania Avenue como el presidente con la peor imagen de la historia moderna del país. Obama aún debe limpiar el piso de los cadáveres que todavía no terminan de caer y ya hay quienes le anuncian un maremagnum de tormentas perfectas nada más asumir para probar su incapacidad como gestor imperial. «El mundo es un más complejo para Obama que lo fue para Bush, especialmente por la visión etnocéntrica del segundo y la aparente más amplia (¿menos formada?) del primero»

Para sumar inconvenientes, todo cuanto el joven senador de Illinois haga deberá hacerlo en paralelo a las demandas internacionales, apoyándose en los aparatos, dada su falta de experiencia. Es de suponer que Joe Biden, un hombre de curriculum tan tranquilizador como sonrisa incomodadora, cargue el peso inicial de los compromisos externos a nombre de su jefe, al menos hasta que éste gane músculo. También es dable esperar que Obama convoque a figuras extrapartidarias para construir su propia alianza hegemónica más allá del Partido Demócrata. Tras comprometer su voto, no sería extraño ver a Colin Powell muy cerca suyo.

El mundo es un más complejo para Obama que lo fue para Bush, especialmente por la visión etnocéntrica del segundo y la aparente más amplia (¿menos formada?) del primero. Tras los gobiernos de Bill Clinton, que aun conservó cierto equilibrio, el arribo de los halcones neoconservadores a la magistratura hizo volar por los aires la diplomacia y puso la geopolítica en alerta amarillo.

PERROS DE PRESA

Estados Unidos abandonó los esfuerzos mancomunados por procurar acercamientos cuidados con las ex naciones soviéticas y se lanzó a empujar su reclutamiento sin ambajes para el ideario occidental. Filosóficamente, es aplaudible; políticamente, fue un desquicio. La intromisión americana en el patio trasero no hizo sino enervar el escaso buen humor de Vladimir Putin, un hombre que rige Rusia, a sol y sombra, con la firmeza de un viejo emperador.

«Si con los latinos deberán recuperar el diálogo y la construcción de democracias formalistas, con Europa tendrán que equilibrar los compromisos mutuos para fortalecer la libertad en el mundo» Putin ha resentido el ingreso occidental a sus ex territorios y validó una demostración de fuerza contra Georgia con su propia presencia. Sus acercamientos a Hugo Chávez, la incómoda caricatura real de Aureliano Buendía, y el reinicio de relaciones militares con Cuba están en la misma línea de reacomodo político. La Casa Blanca de Bush despertó a un perro rabioso con el que no sabía cómo lidiar.

Y no sólo a él. Se podría decir que resulta casi increíble que la capacidad de imponer respeto de la mayor potencia planetaria se pueda licuar tan rápidamente como en ocho años, pero a la luz de la demolición de la ex URSS es comprensible que los ciclos históricos se han acelerado. Hoy, la debacle de Estados Unidos ha hecho más que insuflar discursos sobre la muerte del capitalismo libremercadista invisible diez años atrás.

El coqueteo –más propagandístico que formal y práctico– de Irán con Bolivia, Venezuela y Cuba es muestra de ello. La mayor capacidad de las economías latinoamericanas, que han tenido un quinquenio sólido merced a los commodities, ha dotado a Sudamérica, por ejemplo, de una visión más firme en el concierto internacional, con Brasil como vocero. Y si con los latinos los anclajes deberán recuperar el diálogo y la construcción de democracias más que formalistas, con Europa tendrán que equilibrar los compromisos mutuos para fortalecer la libertad y el desarrollo en el mundo.

UN DÍA SIN MEXICANOS

La crisis, que acabó con casi 30 años de conservadurismo y discurso de libre mercado, promete el resurgimiento de cierto neokeynesianismo, aun ligeramente indefinido. Sí veremos un Estados Unidos más preocupado por su balance interno y por recuperar protagonismo global. Se encenderá el discurso internacional y es posible que organismos como Naciones Unidas y la OTAN adquieran nueva dimensión. «A McCain sólo le queda una respuesta anónima, silenciosa y cada vez menos probable de las bases republicanas»

Pero incluso en escenarios menos críticos que estos, Obama tendrá que abrir los oídos. Su balanza en la frontera sur de Estados Unidos, por ejemplo, exige tanto equilibrio como otras decisiones de peso. Es tal la sincronización económica entre Estados Unidos y México con el Nafta, el tratado de libre comercio que también incluye a Canadá, que una acción racional puede disparar consecuencias irracionales.

Por ejemplo, Obama ha hecho profesión de fe de incrementar el proteccionismo con la idea de recuperar el empleo y el Made in USA. Esa decisión empujará más inmigrantes ilegales a lo largo de la porosa frontera con México en busca de mejores oportunidades. Si para frenarlos Obama define como parte de su política inmigratoria la continuidad del muro transfronterizo –un sucedáneo berlinesco–, deberá reemplazar de algún modo la ausencia de mano de obra de bajo costo que ha oxigenado la productividad de Estados Unidos. Y si eso pasa por la legalización de millones de familias actualmente habitando el país, volverá a reiniciar otro ciclo, empujando más inmigrantes a perforar la frontera (y todo esto sin considerar la reacción de las fuerzas republicanas si el presidente no posee mayoría en el Congreso).

POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS

Ayer por la noche, en prime time, Obama dio la ¿penúltima? estocada a McCain. Como sólo Ross Perot en 1992, con las alforjas llenas de dinero, sólo Obama estaba en condiciones de gastar más de 3 millones de dólares en horario central de la TV abierta estadounidense para reforzar su discurso.

A McCain sólo le queda una respuesta anónima, silenciosa y cada vez menos probable de las bases republicanas, irritadas por las progresivas demostraciones de fuerza del candidato demócrata. Si la obtiene, tendrá frente a sí un escenario similar al de Obama, aunque con la necesidad de revitalizar el discurso, mostrando un perfil más cercano a la conciliación propuesta por el demócrata que al comportamiento prescindente de la Administración Bush.

La agenda de equilibrios internos como las necesidades financieras –el plan de recorte impositivo de McCain no es viable en las actuales circunstancias, como es desafiable el de Obama– permanecerán casi invariables. Sí deberá tomar estricta distancia de la corte financiera que protagonizó la crisis y equilibrar las demandas sociales con la presión del lobby petrolero-armamentista. El guiso de proteccionismo más el libre mercado que McCain defiende será una apuesta difícil de cuajar. El segundo paradigma ha perdido consenso internacional y los industriales estadounidenses se han reconvertido pragmáticamente al subsidio feliz (basta ver las automotrices), aunque siguen deseosos de mantener las transferencias productivas de sus inversiones internacionales a una economía todavía demasiado costosa.

Nos toca un mundo movido.