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Irak. Afganistán. Oriente Medio. Terrorismo. Energía. Crisis económica. Pobreza. Sepa por qué Estados Unidos volverá al multilateralismo para intentar resolver cada uno de estos asuntos globales.

(Desde Madrid) EL DESPLAZAMIENTO DE LAS ÁREAS de interés y la redefinición de los centros de poder internacionales parece la primera gran apuesta de la nueva administración norteamericana. La materialización de una victoria en Irak o al menos de una aceptable estabilización del conflicto que permita la retirada de la mayor parte del contingente norteamericano del país y la consolidación de un gobierno iraquí que pueda controlar la violencia, reducir el riesgo de insurrección y desarrollar un sistema político democrático o al menos plural para administrar la reconstrucción del estado, son los objetivos manifiestos del candidato demócrata en este asunto.

Aunque durante la campaña se han producido ciertas diferencias entre John McCain, más firme en sus argumentos a favor de obtener una necesaria victoria en Irak y Barack Obama, más partidario de acelerar el final del conflicto para no desgastar más el presupuesto y la imagen de Estados Unidos, todos los analistas coinciden en que la retirada de Irak no se producirá con carácter inminente y sin embargo la estabilización de la situación pasará por la continuidad de la estrategia Gates y por el incremento de la actividad diplomática en Irán, Arabia Saudí y los países de Oriente Medio, sin que ello signifique en ningún caso ceder un milímetro político en el apoyo a Israel.

EVITAR LA EMERGENCIA DEL SUNISMO RADICAL

Obama insiste, aunque no ha definido con precisión los términos, en que el nuevo escenario bélico en la lucha contra el terrorismo debe de desplazarse a la guerra de Afganistán lo cual tendría importantes consecuencias en la política de alianzas norteamericana que se vería afectada al necesitar el apoyo europeo y multilateral para afrontar el conflicto sobre el terreno afgano, pero que también necesitaría algunos planteamientos innovadores en la búsqueda de aliados centroasiáticos. Incluso se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de aproximar posiciones con el Gobierno iraní para evitar la emergencia del sunismo radical en Afganistán y Pakistán, lo cual pasaría por un veto diplomático de Israel, que Obama no ha explicado cómo resolver.

Otra opción geopolítica sería la de implicar a otras grandes potencias en la región, India, Rusia y China, para lo cual el nuevo presidente tendría que establecer una política de grandes conferencias en la que no sólo se desarrollara una resolución concreta de la violencia en el país sino una redefinición estratégica del papel de Asia Central en el panorama global como espacio de tránsito energético y de lucha contra el narcotráfico y la proliferación nuclear.

REACTIVACIÓN DE LAS ALIANZAS

«El carácter de socio prioritario de Europa no puede sin embargo reconocerse dando la espalda a otras potencias globales frente a quienes no cabe la posibilidad, a la vista de la situación mundial, de provocar algún desencuentro grave» En cualquier caso resulta obvio que la imprescindible vuelta al multilateralismo que estos desplazamientos de los intereses regionales provocarán, no sólo pasa por la construcción de nuevas alianzas en torno a problemas geopolíticos o económicos, sino sobre todo por el fortalecimiento y la reactivación de las organizaciones internacionales y alianzas ya existentes. En este sentido, la vuelta hacia un entendimiento estratégico con Europa en materia política (agenda transatlántica), económica (reorganización del sistema financiero internacional) y en materia de seguridad (OTAN) se nos antoja como el primer objetivo de la administración Obama, que ya manifestara el nuevo presidente en su viaje europeo durante la campaña electoral.

El carácter de socio prioritario de Europa no puede sin embargo reconocerse dando la espalda a otras potencias globales frente a quienes no cabe la posibilidad, a la vista de la situación mundial, de provocar algún desencuentro grave. China, Rusia y Brasil representan tres potencias emergentes, en tres áreas diferentes, con capacidad de liderazgo y de alternativa ideológica, al menos discrepancia, con respecto a los patrones de comportamiento internacional de los últimos años.

Su poder comercial, militar, demográfico o energético les ha convertido en piezas clave para la gestión de la estabilidad global, aunque su desarrollo como potencias globales tiene aún lagunas importantes en materias como la ambiental, la política o la propia diplomacia pública. México, Japón e India constituyen de alguna manera el reverso de la moneda por cuanto su proximidad política a los Estados Unidos puede ser más fácilmente implementada a través de procesos de cooperación bilaterales o de integración incluso, como es el caso de México a través del Acuerdo de libre Comercio, de cuyo impulso depende buena parte de la credibilidad de Obama en su apuesta por el multilateralismo.

REDEFINICIÓN DE LA AGENDA

Este mundo de grandes potencias en el que quieren entrar países como Irán, Venezuela, Pakistán… y otros asiáticos como Indonesia o Corea del Sur, no puede degenerar en un nuevo desorden en las relaciones internacionales. «Las medidas a implementar necesitarán la urgente implicación de apoyos internos y externos y que ocasionarán irremediablemente desajustes laborales y económicos a nivel global» Pero con esta premisa por delante, la gestión diplomática compartida de los asuntos globales, sobre la que ha insistido Barack Obama durante su campaña, no puede considerarse como una mera expresión voluntarista del candidato sino como un principio fundamental para afrontar la realidad global y conflictiva de los próximos años. No debemos olvidar, por otro lado, que fuera de ese gran orden multilateral en construcción, que ha podido visualizarse por primera vez en la pasada reunión del G20, hay numerosos países y minorías que permanecen también pendientes de las decisiones de la administración Obama: Israel y Palestina sin ir más lejos; Cuba, Colombia y algunos otros gobiernos latinoamericanos que esperan cambios y acciones políticas concretas; África como región y como área conflictos, por citar algunos escenarios en los que no hay aún previsiones claras de la orientación que asumirá la nueva doctrina exterior norteamericana.

De igual manera, el ciclo demócrata que ahora comienza exigirá el establecimiento o redefinición de una agenda de problemas globales sobre la cual ya se hablado durante la campaña electoral y en las semanas de transición entre administraciones, pero que a partir del primer trimestre 2009 debe estructurarse con proyectos y decisiones concretas. De entre todos los problemas globales, la gestión de la crisis económica mundial con especial impacto en Estados Unidos va a ser el asunto prioritario en la política exterior norteamericana.

Organizar un nuevo sistema financiero internacional, repatriar empresas e inversiones para reactivar la economía doméstica sin generar impactos negativos entre socios, no entorpecer la actividad comercial sino impulsarla, reconfigurar los organismos reguladores y las instituciones monetarias con acuerdos internacionales… Un conjunto de medidas, aún no establecidas en algunos casos, que necesitarán la urgente implicación de apoyos internos y externos y que ocasionarán irremediablemente desajustes laborales y económicos a nivel global.

CONJUNTO DE MEDIDAS

El éxito en la gestión de esta situación de crisis, frente a las recientes situaciones de crecimiento pasadas, puede ser el elemento que catapulte a Obama en los primeros meses de mandato o el que por el contrario haga cuestionar su capacidad de liderazgo y su fortaleza en los principios expuestos en la campaña. «El agotamiento de las fuentes de energía tradicionales es un hecho en un mundo más activo comercialmente y con un incremento constante a medio y largo plazo de su consumo energético» Pero la crisis económica no será el único reto global del presidente. La política en torno a la protección internacional del medio ambiente, la lucha contra el cambio climático y consecuentemente la modificación de los patrones energéticos se antoja como uno de los grandes hilos conductores de la acción exterior de los Estados Unidos en los próximos años.

En primer lugar por la concienciación ambiental que está presente en la sociedad norteamericana, que ha contribuido a conformar la nueva mayoría demócrata, y que no toleraría ningún fraude político en estas iniciativas. En segundo lugar porque tanto Obama como McCain y por tanto la mayoría de sus votantes han manifestado reiteradamente que la dependencia del petróleo y el abuso de esta energía está siendo pernicioso para la política americana a nivel nacional e internacional. La dependencia, centrada además en la región de Oriente Medio, lleva décadas motivando y alimentando conflictos que aunque tienen otras raíces, se ven determinados por las expectativas energéticas de Estados Unidos.

En tercer lugar porque el agotamiento de las fuentes de energía tradicionales es un hecho en un mundo más activo comercialmente y con un incremento constante a medio y largo plazo de su consumo energético. El cambio climático además de un problema global puede ser un acicate para revisar acuerdos y políticas, tal y como ha anticipado Obama en los pasados meses.

URGENCIAS… POSTERGABLES

Por último, la lucha contra el terrorismo internacional no puede desligarse de la acción exterior de la administración, ni en los primeros meses en los que se enfrenta con guerras abiertas motivadas por este tema, ni a medio plazo porque la actividad terrorista no sólo no se verá reducida sino que la inestabilidad generada por grupos terroristas puede encontrar nuevos destinos y nuevos objetivos si continúan proliferando redes internacionales de tráfico de armas a los que también tienen acceso las mafias del narcotráfico que actúan en Afganistán, Colombia o México por citar tres frentes.

En dónde queda la lucha internacional contra la pobreza y las enfermedades endémicas es difícil valorarlo en un mundo tan complejo como el que se plantea en estos momentos en el panorama mundial. Aunque la sensibilidad del presidente Obama parece indicar que la administración situará esas políticas dentro de su agenda, no es menos indudable que las prioridades pueden retrasar medidas que resultan urgentes para grandes sectores de la población en países pobres y en vías de desarrollo.