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Safe Democracy presenta el libro Primero la gente. Una mirada desde la ética del desarrollo a los principales problemas del mundo globalizado, de Amartya Sen, Premio Nóbel de Economía, y de Bernardo Kliksberg, padre de la gerencia social, editado en España en Planeta/Deusto. Los autores reflexionan sobre los principales problemas del mundo global (medio ambiente, pobreza, sostenibilidad del crecimiento, integración comercial, inequidad) y ofrecen propuestas y experiencias concretas para construir un mundo mejor.

 

(Desde Boston) ¿QUÉ PAPEL DEBE ENTONCES DESEMPEÑAR la ciudadanía en la política ambiental?

En primer lugar, debe incluir la capacidad de pensar, de valorar y de actuar, lo cual requiere que pensemos en los seres humanos como agentes, en vez de solamente pacientes. Esto es pertinente para muchos debates ambientales importantes.

«Las actuales tendencias del consumo son insostenibles»

Tomemos como ejemplo el destacado informe de la Royal Society, Hacia un Consumo Sustentable”, publicado en el año 2000. El informe muestra, entre otras cosas, que las actuales tendencias del consumo son insostenibles, y que existe la necesidad de contener y reducir dicho consumo, empezando por los países ricos. En su Prólogo, Aaron Klug recalca la urgente necesidad de “introducir profundos cambios en los estilos de vida de la mayor parte de los países de mayor desarrollo, algo que a ninguno de nosotros le resultará fácil”.

Esto sin duda es una tarea difícil, pero si las personas son, en efecto, agentes que razonan (en vez de limitarse a ser pacientes con necesidades), entonces una manera posible de abordar el asunto podría residir en un debate público junto con el surgimiento y mantenimiento de prioridades ambientalmente favorables, además de una mayor comprensión de la situación del medio ambiente en la que nos encontramos actualmente. Esto también debería conducirnos hacia el reconocimiento de la capacidad de los seres humanos para pensar y juzgar por mismos, una capacidad que ahora valoramos y una libertad que quisiéramos preservar para el futuro.

LA LIBERTAD DE PARTICIPACIÓN

En segundo lugar, entre las oportunidades que con toda razón valoramos, está la libertad de participación. De resultar impedidas o debilitadas las deliberaciones participativas, se perdería algo valioso. Por ejemplo, la reciente atenuación de regulaciones y requisitos ambientales en Estados Unidos, que ocurrió con muy poca oportunidad para el debate público, constituye no solamente una amenaza para el futuro, sino también un debilitamiento de la condición de ciudadanía para los estadounidenses, al privarlos de la oportunidad de participación. Resulta que cuando a comienzos del año 2001, el presidente George W. Bush abandonó en forma repentina el acuerdo ambiental logrado en Kyoto (el así llamado Protocolo de Kyoto), una encuesta de opinión realizada por CNN y Time indicó que una amplia mayoría del público estadounidense tenía una opinión muy diferente a la del presidente. Sin embargo no hubo prácticamente ningún intento serio por parte de la administración estadounidense por tener en cuenta la opinión del público en materia de elaboración de políticas, o de incorporar a los ciudadanos al debate.

«En Estados Unidos ha habido un marcado retroceso»

En vez de ampliar el alcance del debate público, en Estados Unidos ha habido un marcado retroceso en ello en años recientes. Para citar otro ejemplo, el famosamente sigiloso “grupo de trabajo para la energía” del Vice-Presidente Cheney, orientado al estudio de lineamientos industriales, ha demostrado poco interés por comunicarse con el público. De hecho, Cheney ha estado renuente incluso a revelar los nombres de los integrantes de dicho grupo. Estos y otros casos de distanciamiento y ocultamiento ilustran cuán integral ha sido el retiro de la posición de intentar buscar la participación del público. Los críticos temen, con justa razón, que todo esto no presagia nada bueno para el futuro, pero también debemos reconocer que el bloquear oportunidades para la participación informada constituye, de por sí, una significativa pérdida de libertad, y que esto ya está ocurriendo. Hay algo que no ha sido sostenido, en este mismo instante.

¿FUNCIONA LA IMPOSICIÓN?

En tercer lugar, si se trata de lograr objetivos ambientales mediante procedimientos que constituyen una intromisión en las vidas privadas de las personas, la consiguiente pérdida de libertad debe considerarse como una pérdida inmediata. Por ejemplo, aun cuando resultase que la restricción de la libertad de reproducción mediante la planificación familiar coercitiva (al igual que la política de un solo hijo practicada en China) contribuye a sostener los niveles de vida, igualmente es menester reconocer que hay algo importante que se está sacrificando –y no sosteniendo– a través de estas políticas.

«Piensen en la posibilidad de un ambiente en franco deterioro en el cual a las generaciones futuras se les niega la oportunidad de respirar aire limpio, pero en el cual esas generaciones tienen tanto dinero que es muy probable que su nivel de vida general esté muy bien sustentado»

De hecho, hay fundados criterios empíricos para dudar de la posibilidad de que la imposición coercitiva pueda contribuir considerablemente a reducir la fertilidad. Inclusive el logro de China se ajusta a lo que es factible esperar, debido a la influencia de otros factores sociales que tienden a inducir a una reducción espontánea en la tasa de natalidad (como por ejemplo la extensión de la educación de las mujeres y el empleo remunerado). De hecho, otras sociedades (como Kerala en la India) que han tenido progresos sociales parecidos, sin coerción, han tenido reducciones comparables –o mayores– en la tasa de fertilidad. Pero aun cuando se demostrase que un enfoque no participativo puede reducir la fertilidad en la práctica, habría que sopesar ese hecho a la luz de la consiguiente pérdida de libertad resultante de la coerción misma.

LA SUSTENTABILIDAD

En cuarto lugar, la modalidad convencional de centrar la atención en las condiciones y nivel de vida en general es de excesiva agregación para prestar la atención debida a la importancia de libertades específicas. Puede haber una pérdida de libertades (y de los derechos humanos correspondientes) aun cuando no haya disminución en el nivel de vida global. El sentido de esta distinción ética general, que tiene gran pertinencia en materia de elección social, puede ilustrarse a través de un sencillo ejemplo. Si se acepta que una persona tiene el derecho moral de que no le lleguen bocanadas de humo a su cara exhaladas por fumadores indiscriminados, dicho derecho no queda éticamente invalidado en caso de que la persona afectada sea muy adinerada y tenga la ventaja de disfrutar de un elevadísimo nivel de vida.

En el contexto ecológico, piensen en la posibilidad de un ambiente en franco deterioro en el cual a las generaciones futuras se les niega la oportunidad de respirar aire limpio (debido a emisiones especialmente contaminantes), pero en el cual esas generaciones tienen tanto dinero y disfrutan de tan numerosos y diversos beneficios que es muy probable que su nivel de vida general esté muy bien sustentado.

El enfoque en materia de desarrollo sustentable según el modelo Brundtland-Solow posiblemente se niegue a reconocer mérito alguno a protestas contra dichas emisiones sobre la base de que a pesar de todo, la generación futura tendrá un nivel de vida por lo menos igual al de la presente. Pero esta óptica no tiene en cuenta la necesidad de adoptar políticas anti-emisiones, que podrían ayudar a esas futuras generaciones a tener la libertad de disfrutar un aire limpio como el que tuvieron las anteriores.

La pertinencia de la participación ciudadana y social es más que algo instrumental. Se trata de elementos integrales de lo que tenemos razón de preservar. Debemos combinar la noción básica de la sustentabilidad que con justa razón promueven Brundtland, Solow y otros, complementándola con una visión más amplia de los seres humanos, una óptica que los vea como agentes cuyas libertades son importantes, y no solamente como pacientes que no son más que sus condiciones de vida.

La Fundación Safe Democracy agradece a Amartya Sen y a Bernardo Kliksberg la autorización para reproducir estos fragmentos del libro Primero la gente. Una mirada desde la ética del desarrollo a los principales problemas del mundo globalizado (editorial Planeta/Deusto, 2008).