fidel_raul_castro.jpgEn la mente de la dirigencia cubana está el modelo chino/vietnamita de perestroika sin glásnost: acentuar la limitada reestructuración económica operada en la isla a partir del derrumbe de la Unión Soviética, sin liberalizar el sistema político.

(Desde Buenos Aires) EL REGIMEN CUBANO CELEBRÓ el 50° aniversario del triunfo de la Revolución que acabó con la dictadura de Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959. Los festejos ante los 3000 invitados que asistieron al acto conmemorativo presidido por Raúl Castro fueron austeros y no contaron –como especulaba parte de la prensa– con la presencia de su hermano Fidel, padre de la Revolución, convaleciente de una larga enfermedad.

En su alocución frente a la plaza Carlos Manuel de Céspedes de Santiago de Cuba, Raúl Castro repasó algunos de los tópicos a los que se viene refiriendo de manera sistemática desde su discurso de Camagüey del 26 de julio de 2007. En aquella oportunidad, Raúl había señalado que las prioridades del régimen pasarían a ser de orden interno y residirían en la necesidad de resolver la crisis de la estructura económica, caracterizada por la baja productividad, la acentuación de las desigualdades y la aparición en gran escala de lo que definió como conductas antisociales. Esta vez, en la misma línea del discurso de Camagüey, Raúl reconoció que el país deberá afrontar cuestiones vitales, como mejorar la producción interna, aumentar las exportaciones, fomentar el ahorro nacional y conceder al trabajo su verdadero valor.

¿DEMOCRACIA POLÍTICA O REFORMA ECONÓMICA?

«Las palabras de Raúl Castro le conceden prioridad al imperativo de corregir las debilidades estructurales de la economía cubana» El actual presidente del Consejo de Estado de Cuba se encargó rápidamente de aclarar que estas reformas estructurales y de concepto –léase, las nuevas directrices políticas y económicas del régimen– serán abordadas recién durante el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), que tendrá lugar, luego de seis años de retraso, durante el próximo mes de octubre.

Se trata, entonces, de una buena ocasión para reflexionar acerca del futuro de la Revolución y de las características que debería asumir la transición post-socialista en Cuba. Los interrogantes son: ¿democracia política o reforma económica? ¿Cuál de estos procesos debería tener prioridad en los años venideros?

EL MODELO CHINO VIETNAMITA

Las palabras de Raúl Castro, aún sin expresar una autocrítica profunda, sino una más bien tímida y cargada de acusaciones al exterior (algunas de ellas justificables, como las atinentes al bloqueo económico-comercial que mantiene Washington sobre la isla), le conceden prioridad al imperativo de corregir las debilidades estructurales de la economía cubana.

En este contexto, cabe interrogarse qué ocurrirá con el régimen político. Todo parecería indicar que en la mente de la dirigencia cubana está el modelo chino/vietnamita de perestroika sin glásnost. Es decir, el eje estaría puesto en acentuar la limitada reestructuración económica operada en la isla a partir del derrumbe de la Unión Soviética, sin liberalizar el sistema político.

IGUALDAD SÍ, LIBERTAD NO

Sobre el contrastante panorama socioeconómico de Cuba se ha insistido en una infinidad de artículos. «Los salarios promedio no superan los 15 dólares mensuales, monto que se esfuma rápidamente en una sola compra de alimentos» Aún así creo que es conveniente machacar una vez más sobre este punto.

Cuba ocupa el sexto lugar de América Latina en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU (detrás de Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica y las Bahamas). Cuenta con un 99,8 por ciento de alfabetismo adulto (el mejor índice de la región, que le ha valido la distinción de la Unesco como territorio libre de analfabetismo) y una expectativa de vida de casi 78 años (sólo detrás de Costa Rica y Chile en el contexto latinoamericano, y muy cerca del índice de los países desarrollados). Todos los niños reciben un litro diario de leche, la pobreza extrema ha sido erradicada y todos los jóvenes tienen los mismos derechos para ingresar a la universidad.

15 DÓLARES POR MES

Sin embargo, los salarios promedio en la isla no superan los 15 o 20 dólares mensuales, «El régimen presenta un evidente déficit en materia de derechos humanos» monto que se esfuma rápidamente en una sola compra de alimentos y en el pago de los gastos de electricidad. La economía depende casi enteramente del turismo y de las remesas de los cubanos-norteamericanos, en un contexto de productividad casi nula. Muchos profesionales se vuelcan a conducir taxis o a la realización de tareas vinculadas al turismo, dado que las propinas representan un ingreso varias veces superior al que percibe cualquier profesional, por ejemplo, un médico o un profesor universitario.

Por otra parte, el régimen presenta un evidente déficit en materia de derechos humanos, categoría que no puede limitarse exclusivamente al plano social, en donde los logros alcanzados por Cuba, como ya se ha dicho, están fuera de toda discusión. Como ha señalado recientemente el historiador argentino Horacio Tarcus, prominente estudioso del marxismo: Pude admirar la voluntad de soberanía nacional de esta pequeña isla que desafió al imperio y también las conquistas logradas en el plano de la igualdad social, pero siempre deploré el sistema de partido único, de ausencia de prensa libre y de persecución a los opositores, por no hablar del sistema de purgas permanente del propio régimen (…) De las dos promesas que busca articular todo proyecto socialista, la igualdad social y la libertad, la Cuba revolucionaria cumplió ampliamente la primera y adeuda largamente la segunda.

LA CAÍDA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA

El desmoronamiento de la Unión Soviética, y la crisis económica que esta circunstancia desató en Cuba, motivaron que el régimen de Fidel Castro adoptara un número limitado de reformas económicas, entre ellas, una moderada liberalización de la economía interna y la apertura a las inversiones extranjeras y al turismo. En otras palabras, Fidel comprendió que debía administrar de forma gradual el retorno a cierta forma capitalismo, pues ésa sería la única manera de mantener el control de los acontecimientos y de resguardar la provisión de servicios básicos (salud, educación, seguridad social) como núcleo duro de las conquistas de la Revolución. «Está claro que algunos de los desafíos que en materia socioeconómica el régimen ha comenzado a revisar deberán ser profundizados en los próximos años»

A partir de entonces comenzaron las especulaciones respecto de una rápida transición post-socialista en la isla. Sin embargo, el desenlace no fue el que muchos –especialmente en la península de Florida en Estados Unidos– hubieran deseado. Luego de los primeros y muy difíciles años del Periodo Especial, el estrecho intercambio comercial y de cooperación con la Venezuela de Chávez, sumadas a las inversiones chinas, sustituyeron la protección que la Unión Soviética había brindado a Cuba durante los años de la Guerra Fría.

No obstante, los debates respecto del modelo que la isla debería seguir no se agotan, sobre todo cuando se cumplen aniversarios sensibles como el del 1 de enero o cuando –como se acaba de confirmar– en octubre habrá un nuevo Congreso del PCC que debatirá los futuros lineamientos estratégicos del régimen.

NUEVOS DESAFÍOS SOCIOECONÓMICOS

Está claro que algunos de los desafíos que en materia socioeconómica el régimen ha comenzado a revisar –de modo obligado y como consecuencia del derrumbe soviético–, deberán ser profundizados en los próximos años. Si bien no es el objetivo de este artículo repasar de manera detallada cada uno de ellos, se pueden mencionar al pasar las siguientes deudas: «El futuro mandatario estadounidense también ha dicho que no levantará el embargo económico que rige sobre Cuba desde 1962»

– La reforma migratoria, es decir, la posibilidad de que los cubanos puedan salir libremente del país y regresar cuando les plazca.

– El fomento de la iniciativa privada en pequeña escala y la legalización de la compraventa de viviendas.

– La superación del sistema bimonetario que rige en la isla, con la coexistencia de una moneda nacional para el pago de salarios y los pesos convertibles (equivalentes al dólar) para la compra de todo aquello que no se consigue en moneda nacional.

– El quiebre del efecto perverso que ha generado el sistema bimonetario, por ejemplo, al alterar la relación entre formación e ingreso, lo que podría poner en tela de juicio –como se ha visto con el ejemplo del taxista y el médico– uno de los hitos de la revolución: los estándares de excelencia en la educación superior.

– La enorme dependencia alimentaria y energética del régimen.

A estos desafíos pendientes en materia socioeconómica, habría que adicionar el imperativo político de transformar la dinámica de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Desde luego, la posibilidad de un deshielo en el vínculo bilateral depende más de Washington que de La Habana, por lo que representa un avance sustantivo el hecho de que el presidente electo estadounidense, Barack Obama, haya dado en los últimos meses fuertes señales conciliatorias. Concretamente, Obama se ha mostrado dispuesto a dialogar con Raúl Castro –quien aceptó el convite– y a revisar las restricciones que rigen en Estados Unidos en materia de viajes y envío de remesas a la isla. Sin embargo, el futuro mandatario estadounidense también ha dicho que no levantará el embargo económico que rige sobre Cuba desde 1962.

UN TEMA TABÚ

Cada vez son más los analistas que recomiendan para Cuba el camino chino/vietnamita de perestroika sin glásnost, es decir, de reforma económica sin liberalización política. Algunos lo hacen con recomendaciones específicas como William Rattliff en Lecciones de China para la transición en Cuba, mientras que otros como Fareed Zakaria en The Rise of Illiberal Democracy advierten sobre el peligro para el mundo en desarrollo de las democracias iliberales, ponderando como alternativa las exitosas autocracias liberales al estilo chino/vietnamita.

En la base de estas argumentaciones, y en paralelo al éxito económico-comercial de los regímenes autoritarios asiáticos volcados al capitalismo, se halla la fallida experiencia de liberalización política emprendida por Mijail Gorbachov en la Unión Soviética en la segunda mitad de los años ochenta. El dirigente soviético pretendió, a la par de reestructurar la economía en dirección al capitalismo, liberalizar el sistema político, que sus detractores acusaban de estar férreamente controlado por el Partido Comunista. Entre otras medidas, Gorbachov liberó presos políticos y permitió que los medios de comunicación obtuvieran más libertades para criticar al gobierno. El objetivo de tales medidas era, en definitiva, crear un ambiente de debate entre los ciudadanos soviéticos y alentar una actitud entusiasta hacia las reformas que encaraba su gobierno.

LA DIFICULTAD DE AVANZAR EN SIMULTÁNEO

«Cuba ha alcanzado notables estándares en materia de igualdad y derechos sociales. Sobre este punto no puede haber dudas» Con toda justicia, el lector podrá preguntarse por qué no podrían ocurrir los dos procesos a la vez. Desde luego que este escenario sería el más deseable de todos, aunque la experiencia indica que en muy pocos casos la democracia política y las reformas económicas han avanzado de manera simultánea. Tal vez las únicas excepciones hayan sido las de Hungría y Polonia en los años noventa.

Como señala el experto en transiciones post-socialistas de la Universidad de Harvard, János Kornai: En casos afortunados, la extensión de la democracia política y la conversión de la economía socialista en una economía de mercado avanzan de la mano. Pero no es común (…) En lo que a mí respecta, puedo decir que en un dilema así los requerimientos de la democracia tendrían prioridad. No estoy de acuerdo con los que arguyen que las condiciones para la democracia madurarán más adelante y que lo importante ahora es impulsar la reforma económica. Mi visión es coincidente con la del Profesor Kornai.

LOGROS NO NEGOCIABLES

Como se ha dicho, Cuba ha alcanzado notables estándares en materia de igualdad y derechos sociales. Sobre este punto no puede haber dudas. Las comparaciones de los organismos internacionales como la ONU no dejan espacio para lecturas oportunistas ni críticas infundadas. Ahora bien, estos logros no pueden, de ningún modo, ser transables por las deudas que en materia de democracia política aún conserva el régimen.

Por otro lado, es evidente que en materia económica la isla necesita reformas estructurales. Seguramente muchas de estas cuentas pendientes serán revisadas en octubre durante el VI Congreso del PCC.

Sin embargo, la prioridad de Cuba debe ser la democracia política. Nada de perestroika sin glásnost. Los derechos políticos no pueden ser sacrificados en el altar del mercado o su ausencia justificada por elogiables estándares de igualdad social. Cuba debe ponerse a tono con una nueva conciencia que es cada vez más sólida en América Latina y que consiste en la ponderación, como valores irrenunciables, de la democracia política y de los derechos humanos. La revolución debe tener como ideal regulativo la consecución de un orden social democrático. Ni autocracias liberales ni capitalismo autoritario de Estado. La democracia política es la llave del futuro.