timothygeithner.jpgEstamos viviendo tiempos de vertiginosas dificultades. Muchas, las experimentamos realmente. Otras, las imaginamos o tememos que nos invadan. ¿Qué hacer?

(Desde Montevideo) ESTAMOS VIVIENDO TIEMPOS de vertiginosas dificultades. Muchas, las experimentamos realmente. Otras, las imaginamos o tememos que nos invadan.

Hay dificultades de todo tipo. Las económicas y las políticas parecen ser las más evidentes. Hay quienes las consideran las únicas. Por lo menos son las que más ocupan la atención de autoridades y medios.

«¿Será que la crisis que estamos atravesando es solamente económica, política y social?» Es evidente que se vive un abarcante malestar que atemoriza, y que cada uno interioriza, como testimonio personal de cuanto está aconteciendo.

La palabra de moda es crisis. Los famosos diagnósticos siempre tardíos, los inquietantes vaticinios de los sabios futurólogos, los escapismos aliviantes de quienes distribuyen fáciles optimismos, las recetas periodísticas y de conferenciantes de turno, todos ellos son síntomas de tiempos que abarcan ahora, todo el planeta.

La dimensión económica, y sus consecuencias políticas y sociales, golpean brutalmente y provocan toda clase de efectos, y generan una incertidumbre acuciante.

NOS PREGUNTAMOS…

Tácita o explícitamente se transparenta una prevaleciente actitud compartida que, a poco que se encuentren las recetas y soluciones adecuadas, saldremos de la crisis y llegarán nuevos tiempos de bonanza.

Sin embargo, nos preguntamos: ¿será que la crisis que estamos atravesando es solamente económica, política y social? ¿Qué ocurre con el tremendo impacto tecnológico que se incrementó en las últimas décadas y prosigue creciendo y creciendo?

«Desde nuestra modesta perspectiva, pensamos que esta crisis está colocando al hombre ante una situación limite, personal y colectiva» Es más, ¿hay una adecuada adaptación de los procesos educativos a los cambios tecnológicos? ¿En qué medida importante gravita sobre estos acontecimientos la erosión de las relaciones interhumanas, en las que aumenta el enfrentamiento sobre la convivencia? ¿Se piensa en el deterioro preocupante de la confianza y de la credibilidad, pilares esenciales de la comunidad interhumana? ¿Qué importancia asignamos a la angustiante decadencia del espíritu, y por tanto, de la vida espiritual?

Y sigamos, ¿qué efecto seguirá teniendo sobre la vida humana una escala de valores construida sobre un pragmatismo cuyo criterio de referencia está fundado en el dinero y en la sensualidad efímera? ¿Seguirá pensando la mayoría de la gente que es viable una salida de la crisis, mientras el hombre se siga considerando a sí mismo dueño del planeta, y coloque todo a su servicio? ¿Cuánto tiempo más resistirá una cultura, que ha llegado hasta a tener pudor de sentir la trascendencia?

Desde mi modesta perspectiva, pienso que esta crisis está colocando al hombre ante una situación limite, personal y colectiva.

LA GLOBALIZACIÓN Y SUS SITUACIONES LÍMITES

Podemos llamar situación límite a aquella circunstancia existencial en la que todos los factores cósmicos, físicos, biológicos, sociales, psicológicos y espirituales, se manifiestan de modo intransferible en la individualidad única e identificable de cada persona, de manera total, y nos aproxima al borde donde confluyen realidades y opciones, cuando éstas son aun factibles. «Si sabemos hacer pausas para reflexionar y escuchar mensajes positivos, podremos contribuir a vislumbrar nuevos y mejores horizontes»

Como ya lo he expresado, ni los logros ni las crisis son eternos. Estas ponen a prueba a aquéllos. Pero generan también nuevas posibilidades de futuros logros.

No hay forma de salir verdaderamente de una crisis, ni de afrontarla con eficacia, si no se tiene una actitud constructiva. El pesimismo es inconducente.

Sólo sirve para ahondar las crisis. Además de padecerlas es preciso tratar de comprenderlas. Pero siempre desde una perspectiva honesta, profunda, incluyendo todos los factores, inclusive la responsabilidad personal de cada uno, evitando el tentador camino fácil de buscar siempre culpables ajenos.

La globalización nos está llevando muchas veces a situaciones límite. Si nos dejamos arrastrar, nos encontraremos ante el abismo. Si sabemos hacer pausas para reflexionar y escuchar mensajes positivos, podremos contribuir a vislumbrar nuevos y mejores horizontes. Ocurre en cierta forma con la crisis, lo que acontece con la contaminación ambiental. Hay grandes pautas que deben provenir de los centros de poder llamados a desempeñar un papel de peso.«El sistema político debe consolidar la democracia en sus dimensiones humanas, políticas, económicas y sociales»

Pero es preciso asumir que todos, en nuestras respectivas proporciones, hemos contribuido a generar la crisis. Pero todos, absolutamente todos, debemos y podemos hacer algo para enfrentarla y para tratar de salir de ella.

Transferir a otros todas las responsabilidades y papeles, especialmente a quienes ocupan posiciones encumbradas para tratar estos temas, conducirá a soluciones parciales y de dudosa eficacia total. Del mismo modo, tenemos que saber que esta crisis está sacudiendo muchas esferas de la vida humana y del propio planeta. Pensamos que es ilusorio que volveremos a etapas previas, ya superadas por la crisis, y por el avance galopante de la historia moderna.

JUSTICIA SOCIAL

El sistema político debe consolidar la democracia en sus dimensiones humanas, políticas, económicas y sociales. «Un proceso constructivo sólo es viable en un clima de justa y libre convivencia» La afirmación de la libertad personal; la armónica relación entre derechos y obligaciones; el respeto de las mayorías por las minorías, evitando el despotismo tolerado o provocado inescrupulosamente; la vigencia del sistema democrático de vida, no sólo ante las elecciones sino en los períodos entre las mismas; la no ingerencia en las esferas no políticas de la vida de las personas; el rechazo a la demagogia como forma corrosiva de toda democracia; la educación hacia la vida en democracia son, en fin, aspectos que deben tomar prioridad y vigencia en los nuevos tiempos.

La justicia social es esencial para todo sistema sano de convivencia en democracia. Pensamos en una justicia auténtica, que se practique por quienes la proclaman, y que no sólo traten de distribuir lo ajeno, cuidando lo propio. «Las relaciones entre las personas han venido sufriendo un lamentable desgaste, provocando sospecha y miedo» Asistimos estupefactos a la continuidad y profundización de la miseria de las masas, por parte de quienes se autoproclaman sus redentores, cuando en realidad las prefieren envueltas en esa situación, para lograr apoyos destinados a mantener el poder por medio de las urnas democráticas.

Las relaciones laborales y empresariales deberían adecuarse también a los nuevos tiempos. Una colaboración y no una confrontación, pueden producir efectos más valiosos entre todos los segmentos de la sociedad. Mientras se la considere axiomática, la confrontación conducirá a las partes a luchas incesantes, donde los peores sentimientos, y sus terribles consecuencias, pueden siempre aflorar. Un proceso constructivo sólo es viable en un clima de justa y libre convivencia.

Las relaciones entre las personas han venido sufriendo un lamentable desgaste, provocando sospecha y miedo. Lo humano del hombre debe ser rescatado, tanto en los vínculos entre las personas, como en el encuentro interior de cada persona consigo misma.

TECNOLOGÍA Y MORAL, MEJOR DE LA MANO

Lo humano es siempre de signo espiritual. Lo espiritual está siempre referido al mundo de los valores. El alma está preparada para captar emocionalmente los valores, y tener el discernimiento suficiente para saber distinguir los positivos de los negativos.

«Ha llegado el tiempo de superar el relativismo de todo. Los valores no son relativos. Son y serán siempre absolutos» La verdadera educación cumple sus objetivos, si además de informar conocimientos, prepara al espíritu para comunicarse y realizar los valores. Instrucción y formación deben buscar coincidencias. No son mundos paralelos.

Los conocimientos, sin los correspondientes criterios morales para aplicarlos, pueden desatar un descontrol grave en la sociedad moderna. La tecnología debe estar siempre al servicio del hombre, y no terminar por ponerlo a su servicio. Las tecnologías en manos de personas inescrupulosas, pueden conducirnos a catástrofes de dimensiones imprevisibles. Tecnología y moral no pueden funcionar disociadas.

Ha llegado el tiempo de superar el relativismo de todo. Los valores no son relativos. Son y serán siempre absolutos. Relativa puede ser la actitud del hombre ante el valor. La conducta humana puede ser relativa, pero no puede considerar relativos los valores.

Sin valores absolutos, no hay criterios referenciales en la sociedad humana para discernir entre lo malo y lo bueno, lo inferior y lo superior. Imaginemos un mundo en que los soberbios del poder se asignen la nefasta pretensión de ser ellos quienes fijan los criterios sobre los valores a regir. Cuando así ocurrió en la historia, ya conocemos las tremendas tragedias que el hombre tuvo que afrontar y padecer.

EL HOMBRE Y SU FE AUTÉNTICA

Una de las grandes paradojas entre conceptos y valores son los modernos fundamentalismos. Invocan valores superiores y actúan como si éstos ya estuviesen derogados. El fundamentalismo contemporáneo ejerce también un efecto anestesiante. A fuerza de actuar impunemente día a día, acaba por embotar la verdadera sensibilidad hacia valores. Se acaba tolerando las barbaridades de los intolerantes. El fundamentalismo es también parte negativa de estos tiempos, y se ha tornado en una de las peores amenazas para una vida en sociedad, pacífica y armoniosa. Aspira a imponerse y a dominar por el miedo.

No obstante, y como ha acontecido muchas veces en el pasado, el hombre se aferra a la vida y a la convivencia sana. Confía que vendrán tiempos mejores. La fe auténtica jamás lo abandona.

En esta oportunidad también son posibles tiempos mejores. Pero hoy no queda tiempo para esperar. No es una época para espectadores. Se abren espacios para los protagonistas. Como siempre, el compromiso personal vislumbrará el horizonte auspicioso. Como nos enseña el mensaje bíblico: quienes siembran con amor, cosecharán con alegría.