violenciamexico2.jpgPor qué se desató la guerra entre los propios cárteles del narcotráfico en México. El opio que viene de Afganistán. La corrupción de la policía y del sistema judicial. La inoperancia de Estados Unidos. Los secuestros exprés. Felipe Calderón y su guerra contra el crimen organizado.

(Desde Monterrey) LA OLA DE VIOLENCIA que azota a México se ha ido incrementándose de una manera alarmante en los últimos años. De 1.200 personas que perdieron la vida en 2004, víctimas del crimen organizado, esta cifra pasó a 1.600 un año después y a 2.120 en 2006 para saltar a 2.700 el siguiente año y llegar a 5.200 en 2008. La tercera parte de los asesinados le corresponden a Ciudad Juárez, Chihuahua, en la frontera con El Paso, Texas, que sufrió 1.656 muertes el año pasado. «Las ejecuciones tienen su origen en una compleja problemática tanto nacional como internacional»

En los dos meses de este año, la ciudad fronteriza fue sacudida por 158 muertes en enero y 160 ejecuciones en febrero, lo que se podría traducir, para finales de año, en una cifra muy por encima de los datos de 2008. La pugna en Ciudad Juárez tiene que ver con su estratégica posición, controlando la entrada al mercado norteamericano desde las carreteras interestatales 10, 20 y 25.

Las ejecuciones que sufre el país en los últimos años tienen su origen en una compleja problemática tanto nacional como internacional.

PUGNAS ENTRE LOS CÁRTELES DEL NARCOTRÁFICO

A nivel global, la competencia del opio proveniente de Afganistán en los mercados de consumo de Estados Unidos, ha provocado una caída en la venta de cocaína de los cárteles de droga mexicano-colombianos. Desde la ocupación del país centro-asiático, la producción a base de enervantes se ha disparado de una forma espectacular conllevando que Afganistán se haya colocado como un verdadero monopolio con un 95 por ciento de la producción de opio a nivel mundial, superior a la demanda internacional, «El mayor control fronterizo después del 11 de septiembre, ha impactado también en las ventas de narcóticos en los Estados Unidos» lo que ha provocado una caída drástica del precio de la droga.

Mientras que las rutas de la cocaína latinoamericana son perfectamente conocidas, el camino que toma el opio afgano sigue siendo poco estudiado. No se ha hablado de los cárteles que controlan la venta del enervante producido tanto por los Talibán como por varios gobernadores de la administración de Hamid Karzai e inclusive por los señores de la guerra de la Alianza del Norte. Algunos observadores han emitido la hipótesis de la participación de elementos del ejército de ocupación, en el tráfico de opio, lo que explicaría la facilidad de su transportación y la poca publicidad que se le ha dado al tema.

Pero por otra parte, el mayor control fronterizo después del 11 de septiembre, ha impactado también en las ventas de narcóticos en los Estados Unidos. Como resultado de estos dos fenómenos, el descenso del precio de la droga y los mayores controles fronterizos, la pugna entre los propios cárteles se ha agudizado en México para el control de las plazas lo que se ha transformado en una verdadera guerra entre bandas rivales en el país e inclusive hasta en Centroamérica, que paulatinamente se ve amenazada por la extensión de los enfrentamientos entre los distintos grupos.

APOYO POLICIAL Y FLUJOS FINANCIEROS

El segundo nivel del enfrentamiento, se registra entre el Estado mexicano y el crimen organizado. Desde que asumió el poder, el presidente Felipe Calderón lanzó una guerra contra el crimen organizado. Sin embargo, esta campaña sembró más violencia. Por un lado el Ejecutivo no tomó en cuenta las fuertes conexiones existentes entre los cárteles de la droga y la propia policía, incluyendo a niveles superiores de la administración. «Los golpes del ejército son efectivos, aunque no podemos negar que en algunas ocasiones se han extra-limitado» Recientemente, el ex-zar de la lucha anti-droga del Estado de Chiapas fue inculpado por cubrir a las bandas que supuestamente debía combatir. Muchos secuestros y asesinatos de oficiales de primer nivel fueron realizados por las propias policías (caso Martí). De hecho, en la actualidad, para resolver el problema de alta corrupción de los servicios policiales, se ha llamado por un lado al ejército para cumplir estas funciones y por el otro se busca reorganizar la estructura estatal policiaca. Se está inclusive pensando a recrear a las guardias republicanas, una forma de carabineros al estilo de Italia o de Chile, es decir militarizar a la policía.

La participación del ejército en la lucha contra el narcotráfico parece haber dado ciertos resultados como lo indica las recientes manifestaciones y cortes de calles que se dieron en varias ciudades de la República. «Parece ser que Estados Unidos ha tomado la actitud de criticar y condenar las acciones mexicanas, sin actuar por su parte» Los piqueteros, gente humildes de los barrios populares, pero también pandillas de las zonas marginadas, fueron sobornados por el crimen organizado con cantidades que van de 200 a 500 pesos (15 a 35 dólares) para cerrar calles y manifestar contra la presencia del ejército para obligarlo a abandonar su presencia en las ciudades. Este hecho, muy novedoso en el país, demuestra que los golpes del ejército son efectivos, aunque no podemos negar que en algunas ocasiones se han extra-limitado.

Por otra parte, esta guerra frontal no tomó en cuenta los enormes recursos del narco, pero también su penetración en sectores populares (distribución de la droga al menudeo) y campesinos (producción de marihuana). Una lucha efectiva debe tomar en consideración dos factores: cortar los apoyos policiales, pero también golpear los flujos financieros que alimentan a los cárteles.

LA INACTUACIÓN DE ESTADOS UNIDOS

La otra cara de la lucha contra el narcotráfico es la cuestión de los armamentos y la existencia de un enorme mercado norteamericano. Del lado estadounidense, parece ser que el gobierno vecino ha tomado la actitud de criticar y condenar las acciones mexicanas, sin actuar por su parte. No hay ninguna política norteamericana para reducir el consumo de droga que permite la existencia de un mercado de casi 30 millones de consumidores. «Todas estas formas de extorsiones han colocado a México como el segundo país, después de Colombia, en el número de secuestros cometidos» Por otra parte, miles de armas, incluyendo granadas, lanza-roquetas (RPG) de ataque, metralletas, etcétera, entran desde Estados Unidos para equipar a las bandas mexicanas.

Sin fuertes estructuras de corrupción, es poco probable que los agentes de migración de Estados Unidos no puedan detectar camiones pesadamente cargados de armas que cruzan las fronteras cuando los sistemas de seguridad del país vecino le permiten ubicar a los indocumentados que pasan la frontera a pie.

La relativa caída del mercado de droga y la misma violencia desatada por las pugnas inter-cárteles han creado un clima propicio para el repunte de los asaltos y secuestros. Este último, antes dirigido solamente a los secuestrables (la clase alta con capacidad de pago), se ha popularizado. Si bien sigue existiendo secuestros sofisticados, cada vez más se desarrolla el secuestro exprés. Se trata de un rapto por unas horas de una persona para retirarle sus ahorros de los cajeros automáticos o simplemente para solicitar pequeñas cantidades a sus familiares. Inclusive, otro tipo de secuestro ha surgido desde las cárceles. En efecto, con la ayuda de un teléfono móvil, presos, con la complicidad de los propios guardias, hacen llamados para solicitar depósitos para liberar supuestamente a algún familiar detenido.

UNA LUCHA COMPLEJA Y TRANSVERSAL

Todas estas formas de extorsiones han colocado a México como el segundo país, después de Colombia, en el número de secuestros cometidos (casi mil en el año 2008) y a Ciudad Juárez como la más violenta del mundo, con el mayor número de ejecutados fuera de las zonas en guerra.

La lucha contra el crimen organizado, que ha desquiciado al país y ha bajado los niveles de competitividad de México, es muy compleja. Se debe reorganizar a la policía y a la estructura judicial del país, a veces muy laxa frente a la ola de violencia, pero también generar empleos y un mejor nivel de vida de los sectores marginados y golpear las estructuras económicas de los cárteles que tienen nexos tanto con empresarios (para lavar el dinero) como con la policía (para tener protección).

Pero, sobre todo, la lucha conjunta entre los países afectados (Colombia, América central, México y en particular Estados Unidos) debe buscar una estrategia de largo plazo, coordinada y financiada para enfrentar a un cáncer que cada día gana más terreno.