perez_roque-carlos_lage.jpgRaúl Castro no quiere discusiones y debates, y menos voces que se alcen en su contra. Quiere que su gestión se base en resultados. Necesita incondicionales.

(Desde Montevideo) LAS PURGAS PERIÓDICAS son una marca registrada de las dictaduras y de los regímenes autoritarios. En Cuba, como ya ha sucedido en otros períodos históricos, de un plumazo y con lacónicos comunicados oficiales, desaparecen de la escena varios funcionarios que estaban en la primera línea del férreo poder. Si fuera un gobierno democrático algunos estarían hablando hasta de un golpe de Estado blando. Un asalto al poder sin disparar un tiro.

La profunda reestructura del gobierno cubano realizada por el presidente Raúl Castro afianza su poderío al frente del gobierno de la isla, al reunir un equipo propio con militares y hombres del Partido Comunista de su confianza, y relevar a piezas clave heredadas de su hermano Fidel. Ahora suman diez los generales, incluido Raúl, en la cima de un poder con más hombres envejecidos. Toda dictadura que se precie los debe tener. Raúl Castro dejó fuera del ejecutivo a 13 de los 28 ministros que estaban en 2006, cuando asumía provisionalmente el gobierno por la precaria salud de Fidel.

El hermano menor de los Castro de la mano de los generales gobernará a la sociedad cubana de la misma forma que manejó a las Fuerzas Armadas y sus productivas empresas durante cincuenta años: con mano dura. No quiere discusiones y debates, y menos voces que se alcen en su contra. Quiere que su gestión se base en resultados. Necesita incondicionales. El presidente Raúl Castro cree que el problema está en el desorden, la falta de cultura de trabajo y el robo de los cubanos. Quiere disciplina y unanimidades, pero no libertades y democracia. Para él, la pirámide de mando es lo indicado para superar la crisis que enfrenta la isla.

Raúl Castro eliminó el igualitarismo y techo salarial que primó por décadas y entregó tierras ociosas en usufructo a campesinos. Intenta imponer en todo el país una política de control, austeridad y eficiencia, con una estructura administrativa diseñada originalmente para las empresas dependientes de las Fuerzas Armadas, las que comandó desde que triunfó la revolución en 1959 hasta que tomó el timón de la isla.

EL ENTRAMADO EMPRESARIAL-MILITAR

La participación de las Fuerzas Armadas en la economía comenzó en 1986, cuando en la Unión Soviética se desarrollaba la perestroika del presidente Mijail Gorbachov. «Los generales en actividad y algunos oficiales retirados dirigen por lo menos unas 800 grandes y pequeñas empresas que van desde ingenios azucareros hasta hoteles, gasolineras, acerías, entre otros rubros» Entonces, Raúl Castro impulsó un Sistema de Perfeccionamiento Empresarial para hacer más eficientes las industrias militares estatales, entre ellas fábricas de fusiles, municiones y uniformes. Pero en 1989, al precipitarse el derrumbe del bloque comunista, el entonces ministro y número dos del régimen promovió la creación de empresas para generar divisas ante el fin de las subvenciones de Moscú.

El plan consistió en capacitar como empresarios a altos oficiales del ejército, incluso con estudios en escuelas internacionales de negocios. Así, los militares comenzaron a manejar términos como competitividad, eficiencia y productividad.

Los militares cubanos controlan al menos el 32 por ciento de las empresas y producen alrededor del 64 por ciento de las divisas que entran al país, según revelan cifras oficiales.

Los generales en actividad y algunos oficiales retirados dirigen por lo menos unas 800 grandes y pequeñas empresas que van desde ingenios azucareros hasta hoteles, gasolineras, acerías, entre otros rubros.

Según una estadística oficial publicada, de las centeneras compañías con ese sistema apenas el 7 por ciento registró pérdidas comparado con el resto de las empresas estatales que tuvieron porcentajes muy elevados. La corrupción, si bien existe entre los uniformados, es menor por las prebendas que tienen los militares, respecto a otros sectores de la sociedad, que acuciados por resolver su vida diariamente recurren a todo.

LA LEALTAD DE LOS MILITARES

Mientras que Raúl Castro ocupó el sillón del Ministerio de las Fuerzas Armadas, el Grupo de Administración Empresarial, que conforma todo el entramado de empresas del régimen estaba bajo su estricto control.

Al frente de la junta directiva de Grupo de Administración Empresarial colocaron al entonces viceministro primero, general Julio Casas Regueiro, primer sustituto de Raúl Castro y su hombre de confianza en ese entonces, pero detrás de él, como director general y con poder ejecutivo, estaba el mayor Luis Alberto Rodríguez López Callejas, casado con Déborah Castro Espín y yerno, «Con la decisión del presidente cubano ya fue sustituida más de la mitad del gobierno que había en julio de 2006, cuando asumía en forma provisional por la enfermedad de Fidel» por tanto, del hombre que ocupaba el número dos en la jerarquía del régimen. Luis Alberto Rodríguez también tenía su oficina en la cuarta planta del Ministerio de Defensa y era, además, jefe de la V Sección del Ministerio de las Fuerzas Armadas, relativa a las actividades económicas, financieras y contables de las Fuerzas Armadas de Cuba. Esas experiencias son las que ahora quiere trasladar a toda la sociedad cubana el ex jefe de las Fuerzas Armadas.

Raúl Castro sabe que puede contar por ahora con la lealtad de los militares. La deserción más sonada fue la protagonizada por el general Rafael del Pino, en 1997, que tuvo un papel destacado en la invasión de bahía Cochinos, en 1961, promovida por Estados Unidos. En 1989 el general Arnaldo Ochoa, su ayudante el capitán Jorge Martínez, el coronel Antonio de la Guardia y su subordinado el mayor Amado Padrón fueron abatidos por las balas de un pelotón de fusilamiento cerca de la playa de Baracoa, al oeste de La Habana, mientras que el general Patricio de la Guardia fue condenado a 30 años de prisión, tras ser acusados de traición. El sonado caso causó desconcierto en algunos sectores de las Fuerzas Armadas, aunque no se tradujo en desobediencias ni conspiraciones contra el régimen de los hermanos Castro.

Sin embargo para el general de brigada Rafael del Pino la capacidad de gestión económica de los militares es un mito. Para hablar de capacidad de gestión hay que hablar de resultados, y estos en una economía abierta se pueden medir por las ganancias, la subida de las acciones, etc. Uno de los parámetros más importantes siempre ha sido la mano de obra y el manejo de las inversiones capitales. En la economía castrista los militares tienen a su disposición mano de obra esclava y como inversionistas usan a inescrupulosos extranjeros que casi siempre ponen todo el capital para obtener una participación minoritaria. Estas son condiciones muy ventajosas para los militares devenidos en gestores económicos y a pesar de eso fracasan. ¿Si son tan buenos como la idea que algunos quieren vendernos, por qué fracasan?, dijo en una entrevista el militar que se exilió en Estados Unidos.

LA AMBICIÓN QUE ROMPIÓ EL SACO DE LAGE Y PÉREZ ROQUE

«Lage y Pérez Roque, que esperaban desde hace años su turno generacional para ocupar llegar a la cúspide del poder, cometieron el inmenso error de declarar en diciembre de 2005 que Cuba tenía dos presidentes, Fidel y Hugo Chávez» Con la decisión del presidente cubano ya fue sustituida más de la mitad del gobierno que había en julio de 2006, cuando asumía en forma provisional por la enfermedad de Fidel. En la remoción más grande en medio siglo de revolución, Raúl Castro destituyó a 12 altos cargos, en los que destacan el reemplazo del vicepresidente Carlos Lage como secretario del Consejo de Ministro –una especie de jefe de gabinete– y del cancilller Felipe Pérez Roque, dos fieles a Fidel.

La incisión mayor del gobierno, efectuada por Raúl un año después de asumir la presidencia, penetró al equipo económico que, encabezado por Lage y por encargo de Fidel, diseñó las reformas de la mínima apertura adoptadas en la crisis económica de los 90 tras la caída del bloque socialista.

El cargo de Lage, de 57 años, pasa al general José Ricardo Guerra, ex secretario de Raúl cuando era ministro de Defensa; mientras que el de Pérez Roque de 44 años, moldeado desde joven por Fidel y apodado en las calles de La Habana como el último talibán fidelista, lo asume Bruno Rodríguez, ex embajador en la ONU y vicecanciller de 51 años, hijo de Carlos Rafael Rodríguez, un economista marxista y tercera figura del régimen hasta su muerte, ocurrida en 1997. «Tras un silencio inicial, los caídos en desgracia renunciaron a los cargos de los que aún no habían sido destituidos por considerar justas las críticas contra ellos»

Lage y Pérez Roque, dos delfines que esperaban desde hace años su turno generacional para ocupar llegar a la cúspide del poder, cometieron el inmenso error de declarar en diciembre de 2005 que Cuba tenía dos presidentes, Fidel y Hugo Chávez, y que la revolución estaba dispuesta a sacrificar su soberanía y su bandera en la asociación con Venezuela, vital en el suministro de petróleo. Era vox populi en los círculos cercanos a Raúl Castro que éste nunca se los perdonó.

Sin embargo el líder cubano, Fidel Castro, afirmó que dos altos dirigentes afectados en la reestructuración del gobierno fueron destituidos por ambiciones y jugar un papel indigno, en implícita referencia a Lage y Pérez Roque, aunque sin mencionar sus nombres.

La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos, escribió Castro en un artículo, al referirse a los dos más mencionados por la prensa internacional. Ninguno de los dos mencionados por los cables como más afectados, pronunció una palabra para expresar inconformidad alguna. No era en absoluto ausencia de valor personal. La razón era otra, dijo Castro en uno de sus editoriales para sacrificar y enterrar definitivamente a sus delfines.

UN RÉGIMEN DE FIDELIDADES Y PURGAS

Tras un silencio inicial, los caídos en desgracia y coincidentemente, como también sucedió en otras purgas, renunciaron a los cargos de los que aún no habían sido destituidos por considerar justas las críticas contra ellos, según sendas cartas difundidas en la prensa oficial.

En una de las dos misivas muy breves dirigidas al presidente Raúl Castro, Lage anunció su renuncia y la atribuyó a que reconocer los errores cometidos y asumir la responsabilidad correspondiente. De esa forma Lage sale del poderoso Buró Político del gobernante Partido Comunista de Cuba, de su Comité Central y cesa en sus funciones de vicepresidente del Consejo de Estado y como legislador.

Puede usted estar seguro que mi nuevo puesto de trabajo será una oportunidad para continuar sirviendo a la revolución y siempre, como hasta hoy, seré fiel al Partido a Fidel y a usted, escribió Lage. Pérez Roque, por su parte, escribió que renuncia a sus cargos en el Partido Comunista, como legislador y como miembro del Consejo de Estado, y también reconoció plenamente los errores que se analizaron en una reunión del Buró Político.

Pérez Roque había sustituido a otro delfín del comandante, Roberto Robaina, conocido como Robertico, depuesto por problemas de lealtad y quien era una figura muy popular dentro y fuera del país. Hoy, tras ser defenestrado, Robaina está fuera de la política. La nota oficial que entonces anunció el nombramiento de Pérez Roque señaló que estaba familiarizado como pocos con las ideas y el pensamiento de Fidel y destacó su madurez, su integridad personal que lo hacían el cuadro idóneo para ocupar la cancillería hasta que cayó en desgracia.

Algo parecido le sucedió a Carlos Aldana Escalante. El poderoso jefe del Departamento ideológico del Comité Central del Partido Comunista que había llegado a ser el número tres del régimen, pero en octubre de 1992 fue acusado de turbios manejos financieros y lo sacaron de circulación. No lo mandaron a la cárcel: lo condenaron al silencio y lo obligaron a aceptar un puesto sin importancia en un hotel de las Fuerzas Armadas, a unos 400 kilómetros de la capital cubana. La historia de purgas es muy larga en medio siglo.

EL PROTAGONISMO DE RAÚL

«Raúl Castro tendrá que esperar hasta el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba para tener el control total del partido único como primer secretario» La aparición pública de discrepancias entre los dos hermanos, reflejadas en algunos de los comentarios de prensa de Fidel, quien ha tomado distancia o puesto en entredicho posiciones asumidas por Raúl, son un hecho. Por eso más allá de las expresiones de Fidel Castro, tendientes a dar una imagen de régimen monolítico y unido, queda claro que las purgas que afectaron al círculo del comandante consolidan el poder de Raúl Castro tras la sucesión de su enfermo hermano, militarizarán la sociedad e intentarán darle más productividad a la economía. Raúl Castro quiere hechos y no le importa las formas para lograrlo. El presidente va a poner énfasis ahora en mejorar la producción de alimentos para tranquilizar a la sociedad en la isla, que está desilusionada y no ha visto ningún cambio de fondo en su vida diaria. Varios economistas dentro de las propias filas del régimen, comienzan a pronunciarse por la urgencia de dejar atrás el dominio total del estado en la economía, para dar paso a actores cooperativos y privados en algunos sectores no estratégicos.

La agenda raulista de cambios graduales desde arriba como en China o Vietnam, siempre que sean políticamente controlables tiene un nuevo capítulo, aunque nadie sabe a ciencia cierta cómo será. Por primera vez en medio siglo de poder único, Raúl comienza a caminar y a tener su protagonismo, tras ser el eterno segundo del régimen. Ahora tendrá que esperar hasta el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en octubre próximo, para tener el control total del partido único como primer secretario, como ya lo tiene dentro Fuerzas Armadas, y dejar atrás finalmente medio siglo de fidelismo.

En principio esta reestructura, no conducirá a cambios democráticos. Representan un intento por parte del régimen de realinearse con el fin mantener el poder en sus manos. Habrá más centralización con un equipo de jerarcas fieles e incondicionales. Por eso, más allá de cambios económicos, que podrán llegar a corto o mediano plazo, la política del régimen no será la de una transición a la democracia. Por ahora el régimen de Castro seguirá siendo una dictadura.