gordonchinag20

Las economías asiáticas, increíblemente dinámicas en los últimos tiempos y llamadas a ser el principal motor económico global son sin duda una voz a tener en cuenta. Pero esa voz sonaría más alto y más claro si Asia tuviera una voz unificada.


(Desde Londres) EN EL CONTEXTO DE LA REUNIÓN del G-20 celebrada a principios de abril en Londres, el Primer Ministro británico Gordon Brown señaló que podríamos estar ante la emergencia de un nuevo orden económico mundial. En esa reunión, las economías asiáticas, increíblemente dinámicas en los últimos tiempos y llamadas a ser según muchos el principal motor económico global en un futuro relativamente próximo eran sin duda una voz a tener en cuenta. Pero parece claro también que esa voz sonaría más alto y más claro cuanto más unificada esté.

Y la consecución de esa voz única es difícil porque los distintos proyectos de integración regional en Asia han tropezado tradicionalmente con numerosos obstáculos, una dinámica que se mantiene en la actualidad y que, previsiblemente, lo seguirá haciendo a corto y medio plazo.

FALTA UNA IDENTIDAD COMUN

En este sentido, la falta de una identidad común que sirva de base a una verdadera construcción regional, el peso de la historia, particularmente importante en Asia y en muchos casos marcada por los recuerdos de la guerra y la ocupación, la existencia de numerosos conflictos no resueltos, la insistencia en unos proyectos de integración excesivamente basados en el diseño de las élites, prescindiendo de las realidades y problemáticas concretas de los pueblos implicados, el importante papel desempeñado en la región por una potencia externa como Estados Unidos y la incapacidad para introducir mecanismos que aseguren el cumplimiento de los acuerdos y las decisiones adoptadas, es probable que sigan debilitando los diferentes proyectos.

Unas dificultades que se hacen si cabe más patentes en el caso de la ASEAN, a la que se considera no sólo el proceso de integración más avanzado de Asia sino incluso, uno de los más avanzados del mundo pero que continua viéndose debilitado por las divisiones internas, las notables diferencias de desarrollo, la diversidad de sistemas políticos, religiosos y de creencias y aún económicos y las dificultades internas de distinta índole por las que atraviesan algunos de sus miembros como hemos podido ver repetidamente con el caso de Tailandia en los últimos tiempos.

Ahora bien, como es sabido, la ASEAN no es ni de lejos el único proyecto regional con que cuenta la región y parece cada vez más claro que la existencia de un abanico cada vez mayor de marcos regionales de cooperación –y aún de integración–, en parte consecuencia de la falta de una identidad común y, en estrecha relación con ella, de la falta de acuerdo en torno a lo que designa el concepto «región» cuando de Asia se trata, tampoco facilitará la consolidación de ninguno de dichos proyectos.

LA OPORTUNIDAD ANTE LA CRISIS

Sin embargo y, frente a lo que probablemente cabría esperar, las circunstancias derivadas de la actual crisis económica no han venido a constituirse en un obstáculo añadido a la integración sino que, por el contrario, parecen ofrecer una buena oportunidad para impulsarla algo que, por otra parte, es lógico si tenemos en cuenta que es el económico el terreno donde menores reticencias a la profundización de la integración ha habido.

Así, como ya ocurriera en la crisis asiática de finales de los noventa, buena parte de Asia parece ser partidaria de una solución regional al problema.

En este sentido, en el marco de ASEAN, los estados miembros se han comprometido a refrenar las tendencias proteccionistas que, como en el resto del planeta, bien pueden hacerse presentes en la región en un contexto de crisis económica como el actual. A tal efecto, en el contexto de la cumbre celebrada a finales de febrero, los miembros de la organización afirmaron su voluntad de mantener las fronteras abiertas al comercio, los servicios y las inversiones, evitar el levantamiento de barreras al comercio y adoptar medidas decididas contra el proteccionismo.

BARRERAS EN EL SENO DE LA ASEAN

Y ello a pesar de que es innegable que persisten en el seno de la ASEAN importantes barreras no arancelarias al comercio, en particular de carácter regulatorio, que se hacen tanto más patentes en los ámbitos de los servicios y las inversiones y que suponen un notable freno a la integración económica regional. Hasta el punto de que es posible decir incluso que el supuesto mercado único que, en virtud de la Comunidad Económica de la ASEAN debería quedar establecido para 2015, bien puede no haberse materializado ni siquiera en 2025.

Asimismo y, a pesar de los acuerdos alcanzados a nivel regional, no ha sido extraño que, a nivel interno, los líderes de los estados de la ASEAN reconocieran que en un contexto de recesión global como el actual la adopción de medidas que favorecieran a los productos nacionales era «normal».

Pero es evidente que la voluntad de arbitrar una respuesta coordinada a la crisis existe y también que como ya ocurriera con la crisis de finales de los noventa, el marco que ofrece mayores facilidades para la articulación de la respuesta a la crisis será ASEAN +3, con los tres estados del nordeste de Asia y, de modo especial China y Japón llamados a liderar la solución. Algo especialmente importante si tenemos en cuenta Japón y China, la segunda y tercera economías del planeta, cuentan conjuntamente con unas importantes reservas de divisas que, en un contexto de falta de liquidez como el actual, bien pueden otorgarles un peso sin precedentes en la economía mundial.

LA RED DE THINK TANKS DE ASIA ORIENTAL

Así, junto a los acuerdos alcanzados en el marco de la ASEAN, en un contexto más amplio, los estados de la región abogan por dar paso a una ampliación y multilateralización de la iniciativa Chiang Mai, una suerte de serpiente monetaria, puesta en marcha como parte de las reformas introducidas en la región desde finales de los noventa con el fin de intentar evitar la repetición de una crisis como la que vivió la zona en esos años.

Una medida a la que hay que sumar las del Fondo de Bonos Asiático o la Iniciativa del Mercado de Bonos Asiático que, sin embargo, tienen la debilidad de centrarse en los aspectos puramente financieros del problema. Precisamente por ello, el complemento ideal sería el establecimiento de programas de infraestructuras y de financiación de las mismas, en la línea por ejemplo, del Fondo de Inversión en Infraestructuras cuyo establecimiento propuso recientemente la Red de Think Tanks de Asia Oriental.

Unas iniciativas que los estados del nordeste de Asia como decíamos, parecen dispuestos a liderar, haciendo llamamientos a la cooperación regional e insistiendo en la importancia de fortalecer los mecanismos de supervisión de los mercados financieros regionales.

JAPÓN INYECTARA FONDOS

En este sentido Japón, ha anunciado que inyectara fondos en la región en forma de Ayuda Oficial al Desarrollo y de otros fondos públicos y privados, además de insistir en la importancia de que se pongan en marcha proyectos de infraestructuras transnacionales y de que la secretaria de la ASEAN el Banco Asiático de desarrollo y los institutos de economía asiáticos asumieran la coordinación de las medidas regionales. Unas medidas regionales que, por otra parte, considera que deberían incluir incluso programas de desarrollo industrial y reformas institucionales.

De modo análogo, se espera que la República Popular China, que parece estar sufriendo de manera particularmente significativa los efectos de la crisis en el primer semestre de 2009, se recupere para el segundo semestre, impulsando con ello, el crecimiento de Asia Oriental y situándolo en un 5,3 por ciento (según los datos del banco mundial), por encima por tanto de otras regiones emergentes y también de Europa o Estados Unidos.

En consonancia con ese liderazgo y voluntad de concertación y, en un hecho sin precedentes, que no obstante puede haberse visto impulsado por el hábito de concertar sus posiciones generado entre otras cosas por su participación en las Conversaciones a Seis, Japón, Corea del Sur y China, se reunieron en solitario el pasado 13 de diciembre en Fukuoka con el fin de elaborar un marco común de respuesta a la recesión global. Una reunión que debía haber tenido su continuidad en el desayuno de trabajo que debía celebrarse en el contexto de las reuniones de la ASEAN programadas hace pocos días en Pattaya, Tailandia, y que han sido canceladas como consecuencia del recrudecimiento de las protestas contra el gobierno del Primer Ministro Abhisit Vejjajiva, que han llevado incluso a la proclamación del estado de excepción en el país del sudeste asiático.

Así, parece claro que Asia Oriental –en particular por medio de ASEAN +3– parece bien situada para hacer una contribución significativa a la solución de la crisis sobre la base, fundamentalmente, de tres pilares: la propia ASEAN -cuyo secretario general, Surin Pitsuwan, representó a la organización en la Cumbre del G-20 celebrada en Londres-, China y Japón. Tal contribución, más allá de sus efectos en la recuperación económica global, será probablemente beneficiosa para los procesos regionales de ASEAN y ASEAN + 3.

En este sentido, la cuestión que reviste mayor importancia no es si la crisis reforzará los procesos regionales asiáticos, que posiblemente lo hará, sino cuánto tendrá de «asiático» el nuevo orden económico mundial anunciado por Gordon Brown en Londres.