La Ruta de la Excelencia
La excelencia es una vocación que se siente. Es un llamado que se convierte en «meta existencial». Es una forma de vivir.
Uno de los libros que me cautivaron en mi juventud fue «El Hombre Mediocre», escrito por el argentino José Ingenieros. El autor describe en profundidad los rasgos esenciales de la mediocridad como actitud ante la vida. Predomina en esa postura un conformismo modelado por el temor invasivo de no atreverse a ser diferente, asumiendo la tesitura de no incomodar a una mayoría integrada precisamente por gente que no se arriesga a abrir nuevos caminos, y que con su presión trata de impedir que nadie se destaque.
La mediocridad es enemiga de la excelencia. El origen latino de este vocablo, excellere, indica la capacidad de sobresalir.
Esto es, marcar un perfil propio, producto del propio esfuerzo y de la decisión de no dejarse modelar por los parámetros de poca exigencia característicos de un medio en que prevalece la chatura y tiene presencia mayoritaria el «más o menos».
El mediocre se resigna. Llega a idealizar su falta de coraje y creatividad, para evitar verse a sí mismo en su real dimensión conformista. No crece ni se supera. Pero le molesta que alguien pueda superarse y crecer. Prefiere sumarse a la corriente masificante que impone un estilo de una sociedad de pocos logros, donde está «prohibido» tener perfil que sea identificable por su unicidad. La rutina y el desgaste son el resultado de una sociedad que se encamina a la decadencia.
La excelencia es una vocación que se siente. Es un llamado que se convierte en «meta existencial». Es una forma de vivir. Se caracteriza por un ESTILO PROPIO. Es un horizonte iluminado que se irradia a nuestra inspiración, y que espera el compromiso de quien se anima a recorrer la ruta que hacia él conduce.
La excelencia es una exigencia constante de procurar lo mejor. De no resignarse a lo incompleto, a lo imperfecto, a la falta de pulcritud. Es una decisión moral de atreverse a crear y no temer responsabilizarse por crear y por lo creado, como consecuencia de esta tarea comprometida. Asumir la lucha por la excelencia es animarse a poder quedar en minoría. Es arriesgarse a no disolverse en la masa que se esfuma en la mediocridad.
La excelencia como meta necesita que cada paso decidido se oriente en esa dirección, sin claudicaciones. La excelencia como meta va enriqueciendo el camino que a ella conduce. Sólo una trayectoria excelente aproxima hacia la meta nunca totalmente alcanzable de una excelencia inspiradora. No admite concesiones.
Formarse con el cincel de la excelencia es la tarea de toda la vida. No es posible lograr la excelencia en la profesión, en la empresa, en la actividad social, en las relaciones con otras personas, en fin, en la vida misma, si no se forja una personalidad que ha escogido la excelencia como trayectoria. Es inconducente aspirar hacia metas de excelencia si se hace concesiones a caminos de mediocridad. Es la persona que procura la excelencia, la que la proyecta a lo que es y a lo que hace. En definitiva, es el triunfo del espíritu creador.
Publicado por:
javier del rey morató
fecha: 13 | 11 | 2009
hora: 12:08 pm
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Acierta el articulista en recuperar -o recordar- la figura insigne del palermmitano. Hay interesantes pasarelas entre El Hombre Mediocre y el hombre masa orteguiano.
El filósofo que dijo a sus contemporáneos -y a nosotros, no menos contemporáneos suyos-, que el «motor subterráneo” que recorre todo el siglo XIX latinoamericano,es un enfrentamiento con «un partido politico internacional», que lLos cambios constitucionales e institucionales ni suprimen ni derrotan:
«debajo de los intereses propiamente nacionales -decía el filósofo-, se mueve un partido político internacional, admirablemente organizado, más eficaz porque opera a la sordina, con un programa sencillo: mantener la preeminencia de la Santa Sede en todas las naciones y bajo todos los regímenes.»
Su propuesta de una moral sin dogmas, en la línea de una religiosidad emersoniana, tiene sentido, y tiene actualidad, si nos atenemos a sus palabras, tan lúcidas como reveladoras:
“El dogma no deja al creyente la menor libertad, ninguna iniciativa. Un verdadero creyente, por el simple hecho de serlo, reconoce que, fuera de los preceptos dogmáticos, es inútil cualquier esfuerzo para el perfeccionamiento moral del individuo o de la sociedad.”
Frente a la catequesis, reivindicaba una moral autónoma.
Y sobre el hombre mediocre, uno se permite añadir lo que sigue:
“Los caracteres mediocres son incapaces de volar hasta una cumbre o de batirse contra un rebaño (…) Son hueste mercenaria del primer hombre firme que sepa uncirlos a su yugo (…) Nunca llegan a individualizarse: ignoran el placer de exclamar `yo soy´, frente a los demás. No existen solos. Su amorfa estructura los obliga a borrarse en una raza, en un pueblo, en un partido, en una secta, en una bandería: siempre a embadurnarse de otros. Apuntalan todas las doctrinas y prejuicios, consolidados a través de los siglos.»
Gracias al articulista por haberle recordado a los lectors la vigencia de un pensamiento que hay que frecuentar, acaso porque es el nuestro, el que nos acompaña y el que ilumina nuestras horas, sin la puerilidad de dogmatismos estériles y autoritarios, sin el infantilismo de los que todavía se creen propietarios de una verdad que no tiene nadie.
Un saludo desde Madrid
Publicado por:
Cesar Benavides Cavero
fecha: 14 | 11 | 2009
hora: 6:11 pm
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La excelencia como lo afirma el autor es la antìpoda de de la mediocridad y muy lo describe Josè Ingenieroes en su imponente obra El Hombre Mediocre que los de nuestra generaciòn lograra cautivar; y, fuera nuestro libro de cabecera. La excelencia no es sòlo una vocaciòn, sino un sentimiento, es algo que debemos vivirlo permanentemente el que se considera triunfador lo lleva en la sangre y se es mediocre cuando se quiere o desea ser. Ergo, existe el dicho popular el mundo esta mal, por que nadie hace lo contrario psra mejorar nuestra sociedad. Ojalà algùn dìa existiera esa vocaciòn con un liderazgo que diga: Triunfadores delmundo unìos para cambiar esta sociedad en decadencia.
Cesar Benavides Cavero
http://www.ipcp.com.pe
Publicado por:
ana
fecha: 14 | 11 | 2009
hora: 8:43 pm
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Siempre deseoso este aportante a la democracia de que la sociedad se sanee.
Siempre sus escritos apuntan a la superaciòn y siempre buscando en los aportes de la historia los mejores para levantar el nivel de las futuras generaciones.
La excelencia ,siempre que esta sea la modesta intenciòn de cada uno de nosotros para lograr ayudar lo máximo a nuestro prójimo con las herramientos que las universidades o academias nos dieron para cumplir dicho cometido.
Puès la otra excelencia :la del premio ,la de la distinciòn ,la fama ,el resultado econòmico puede depender o no de la excelencia.
Depende ese tipo de triunfo -en cada caso particular -de la excelencia o de otras habilidades por parte del triunfador.
En algunos casos se da el hecho de gran excelencia ayudada por otras habilidades :pueden ser tanto tendencias polìticas como relaciones financieras.
Se dan caso de triunfos sin otro mérito que la excelencia.
Y se da un tercer caso ,frecuente ,de falta total de excelencia ayudada solo por las mencionadas habilidades.
Publicado por:
Carlos Roberto Martinez Ulloa
fecha: 15 | 11 | 2009
hora: 2:37 am
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Nunca pasara, todos los dias es actual. Lastima que la juventud actual no lea ese hermoso libro. Personalmente a mi me dejo marcado de por vida, lo he practicado durante toda ella, lo he transmitido a mis educandos siempre en cada curso. La excelencia no es algo que no se pueda lograr, es mas bien la meta que se debe tener, esa es la diferencia, Ingenieros nos la marco muy bien, hay una gran diferencia entre el idealista y aquel que olvida sus ideales por acomodarse con las circunstancias, el primero aun cuando caiga varias veces siempre se levantara para lograr su meta, el otro prefiere aceptar lo que los demas le impongan sin cuestionar. El mediocre se conforma con las migajas, el idealista llega a degustar el manjar de su perfección. El Hombre Mediocre deberia se un libro de obligatorio estudio en nuestros centros educativos, ¿cuánto cambiarian nuestras sociedades?.
Publicado por:
mariano erro
fecha: 18 | 11 | 2009
hora: 4:11 am
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Nadie como Miguel Àngel. Hay que dejar de largar espuma por el seso, y reconocer que frente a estos tipos -incluyendo a Ingenieros- todos somos medio teletones…
Publicado por:
ana
fecha: 18 | 11 | 2009
hora: 3:55 pm
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Estaba pensando en Ingenieros ,pero ,se pueden aplicar sus principios en un mundo tan dado vuelta?.
Son evidentemente otros tiempos y otras costumbres.
Un mundo decadente que no se percibe que fondo puede producir el rebote para poder iniciar un concepto moral firme y vigente en una sociedad contemporanea.
Publicado por:
Julio
fecha: 18 | 11 | 2009
hora: 9:24 pm
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Sin seres valientes, perseverantes e idealistas,sin hombres y mujeres que se propusieron recorrer el sendero de la excelencia, no habría sido posible salir de las cavernas. Sin buscadores contemporáneos de la excelencia el horizonte y las deudas pendientes de la humanidad, demorarán más tiempo del que millones de seres humanos disponen, muchos partirán antes. Es un valor insoslayable a abordar, la permanente búsqueda de la excelencia.