El gobierno de Obama no apoya golpes y no es intervencionista. Chávez, Castro y sus aliados del ALBA están muy frustrados con la Casa Blanca, porque el presidente estadounidense no está actuando como un típico imperialista, según sus manuales.
Por José Luis Martínez, 22 de julio de 2009
Una clara falta de comprensión existe entre algunos líderes izquierdistas latinoamericanos, sobre el giro que Barack Obama le ha dado a la política exterior de Washington. Recientemente se han incrementado las acusaciones de algunos presidentes izquierdistas latinoamericanos de que la derecha estadounidense actuó a espaldas de Obama y respaldó el golpe de Estado que el 28 de junio derrocó al hondureño Manuel Zelaya y lo expulsó del país.
El grupo de países que funciona bajo la égida de La Habana-Caracas no escatimaron acusaciones. Cargaron contra la secretaria de Estado Hillary Clinton, contra el Comando Sur, contra embajadores y legisladores. Sin embargo, dejaron afuera a Obama, como si la administración estadounidense se pudiera dividir, más allá de los lógicos matices que hay en un gobierno democrático. Si bien es cierto que la secretaria del Departamento de Estado fue más cauta que el presidente ante la crisis hondureña, su trabajo diplomático así lo impone.