Por Carlos Escudé (para Safe Democracy)

Carlos Escudé cree que la perspectiva de que un régimen teocrático y fundamentalista como el iraní adquiera armamento nuclear nos retrotrae a los debates que tuvieron lugar entre 1945 y 1949, en Estados Unidos, entre quienes defendían inicialmente el ataque preventivo contra la URSS (como el filósofo y matemático pacifista Bertrand Russell) y los más idealistas que pregonaban que el uranio del mundo entero fuera administrado por Naciones Unidas (Plan Baruch). Escudé activa el debate y desempolva aquellas antiguas discusiones ante la posibilidad de que los soviéticos obtuvieran la bomba nuclear, y demuestra por qué han cobrado más vigencia que nunca frente a la amenaza iraní.


Carlos Escudé es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Yale y profesor de Relaciones Internacionales. Dirige el Centro de Estudios Internacionales y de Educación para la Globalización en la Universidad del CEMA (en Buenos Aires). Ha sido asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores de su país.

LA PERSPECTIVA DE QUE ADQUIERA ARMAMENTO NUCLEAR UN RÉGIMEN TEOCRÁTICO y fundamentalista como el iraní que extorsiona alardeando que posee un ejército de 40.000 suicidas infiltrados en Estados Unidos y Europa, nos remite a los debates que tuvieron lugar entre 1945 y 1949.

En aquel momento, Estados Unidos poseía el monopolio nuclear, pero los individuos esclarecidos estaban más conscientes que hoy de la posibilidad de una guerra del fin del mundo si proliferaban las armas de destrucción masiva.

EL MONOPOLIO ATÓMICO
Hacia 1946 se había intentado poner en marcha el llamado Plan Baruch, que proponía que el uranio del mundo entero fuera administrado por las Naciones Unidas, que para ello tendrían poder de policía universal. Como Estados Unidos ya tenía la Bomba, esto significaba cristalizar su condición de única potencia atómica.

Naturalmente que la Unión Soviética no aceptó, y por ello algunos hombres prominentes propiciaron la guerra preventiva, «usando el monopolio atómico para mantener el monopolio atómico».

PROMOTOR DE LA GUERRA PREVENTIVA

Uno de ellos fue Winston Churchill, cosa recordada por muchos. Pero menos conocido es que el gran pacifista británico Bertrand Russell fue un activo promotor de la guerra preventiva entre 1945 y 1949.

La analogía con la situación planteada por Irán actualmente es muy grande, porque aunque ya no hay monopolio nuclear, Irán sería el primer país signatario del Tratado de No Proliferación que rompe las reglas y adquiere la Bomba.

Para activar el debate, voy a reproducir algunos de los argumentos de Bertrand Russell a favor de la guerra preventiva.

Invito a los lectores al siguiente ejercicio: cada vez que leen «Unión Soviética», reemplácenla mentalmente por «Irán». Cada vez que leen «comunistas», cambien el vocablo por «radicalismo islamista».

EL DESARME UTÓPICO

En 1945, en un artículo titulado «Humanity’s Last Chance«, el filósofo pacifista razonaba que pretender que Estados Unidos se desarmasen sería «utópico, porque implicaría la entrega voluntaria de la soberanía absoluta por parte de Estados Unidos», pero que en cambio lo que resultaba posible era que Estados Unidos, le impusieran esta solución a los demás, apelando a su monopolio atómico. Este concepto fue confirmado en carta privada a Albert Einstein del 24 de noviembre de 1947, donde agregaba: «creo que la única esperanza de paz (muy tenue por cierto) consiste en asustar a Rusia».

En un discurso del 3 de diciembre de 1947, Russell desarrollaba sus conceptos un poco más:

«Si todo el mundo aparte de Rusia insistiera en el control de la energía atómica al punto de ir a la guerra por este asunto, es altamente probable que el gobierno soviético cedería en esta cuestión. Si no lo hiciera, y si se forzara la cuestión dentro del próximo par de años, entonces sólo un bando tendría las bombas, y la guerra podría ser suficientemente corta como para no traer la ruina total».

UNA ALIANZA PODEROSA

De similar tenor fue el discurso que pronunció por el mismo tiempo ante la Royal Empire Society, propiciando una «coalition of the willing» al estilo de George Bush:

«Me gustaría ver tan pronto como fuese posible una unión lo más cercana posible de todos aquellos países que creen que vale la pena evitar la guerra atómica. Creo que podríamos tener una alianza poderosa, y entonces volvernos hacia Rusia y decirle: Depende de ustedes que se unan a esta alianza, aceptando sus términos; si no se unen, les haremos la guerra. Tiendo a pensar que Rusia accedería; si no lo hace, en caso de que se libre suficientemente pronto el mundo podría sobrevivir a la guerra resultante y emerger con un solo gobierno, tal como necesita».

LA IMPOSICIÓN DE OCCIDENTE

Hacia 1948 Russell comenzó a dudar sobre la reacción rusa frente a una eventual amenaza occidental. En una carta privada escrita en marzo de 1948 a Walter Marseille, cuya publicación en 1954 por el destinatario le produjo a Russell un enorme embarazo, el gran pacifista llegaba al extremo de afirmar:

«El comunismo debe ser barrido y el gobierno mundial establecido… No creo que los rusos cedan sin guerra».

El pensamiento de Bertrand Russell en este período de mayor radicalización queda resumido en su tardía conferencia de noviembre de 1948 en la Westminster School de Londres. En esa presentación, el filósofo se refirió al deseable gobierno mundial, pero considerando que la renuncia voluntaria a la soberanía era improbable, concluyó que Occidente debería imponerse sobre el resto del mundo, incluida la Unión Soviética.

ESTADOS UNIDOS POCO IMPERIALISTA

Curiosamente, en un escrito anterior al recién citado, el pacifista británico llegó incluso a lamentar que Estados Unidos no fuesen un país suficientemente imperialista como para que su propuesta de guerra preventiva tuviera grandes posibilidades de ser aceptada:

«Si Estados Unidos fuese más imperialista (…) sería posible que los americanos usasen su posición de superioridad temporaria para insistir en el desarme, no solamente en Alemania y Japón, pero en todas partes excepto en Estados Unidos, o por lo menos en cualquier país que no esté dispuesto a entrar en una alianza militar estrecha con Estados Unidos, que involucre la obligación de compartir secretos militares. Durante los próximos años, esta política podría ser impuesta; si fuesen necesarias una o dos guerras, éstas serían breves y concluirían con una decisiva victoria norteamericana. De esta manera, se podría fundar una nueva Liga de las Naciones bajo liderazgo norteamericano, y la paz del mundo quedaría establecida. Pero me temo que su respeto por la justicia internacional le impedirá adoptar esta política a Washington».

Sólo después de quebrado el monopolio nuclear norteamericano, con la adquisición de la Bomba por parte de los soviéticos en 1949, abandonó Bertrand Russell su apoyo público a una guerra preventiva para impedir que otra gran potencia adquiriese la bomba.

La guerra caliente propiciada por el pacifista no se produjo porque el más pragmático gobierno de Estados Unidos optó por una guerra fría nuclearizada.