Luciano Anzelini examina las ostensibles ventajas que supone la incorporación de Venezuela al MERCOSUR, pero también los cuantiosos interrogantes que se abren a partir de ahora, y explica por qué la anexión de Caracas obliga a reflexionar sobre el papel que deberá asumir el eje Buenos Aires–Brasilia para liderar estratégicamente la región en la renovada geometría del bloque. Cómo puede aprovecharse esta ventana de oportunidad; de qué forma Argentina y Brasil podrían extraer del vínculo con Caracas resultados altamente positivos y cristalizar lo que continúa siendo la principal necesidad del MERCOSUR: la conformación de una asociación estratégica. A continuación, algunas respuestas.
Luciano Anzelini es politólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires e investigador de la Universidad de Quilmes. Es becario de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (Argentina) con sede en la Universidad Torcuato Di Tella.
EN LA CUMBRE LLEVADA A CABO EN LA CIUDAD DE CÓRDOBA, ARGENTINA, (el pasado 20 y 21 de julio) se oficializó la incorporación de Venezuela como miembro pleno del MERCOSUR. Este hecho, que supone ostensibles ventajas pero también despierta cuantiosos interrogantes, obliga a reflexionar sobre el papel que deberá asumir el eje Buenos Aires-Brasilia en la renovada geometría del bloque subregional.
FALTA DE LIDERAZGO ESTRATÉGICO
Pese a los avances comerciales de los años noventa y a su consolidación como zona de paz interestatal, el MERCOSUR no ha podido cumplir con la mayor parte de los objetivos fundacionales que se habían trazado los presidentes Alfonsín y Sarney a mediados de los ochenta. Las dificultades para resolver el conflicto entre Buenos Aires y Montevideo por las papeleras en el marco subregional, sumado a los problemas derivados de las asimetrías con los socios menores, son un nítido reflejo de la incapacidad que han demostrado Argentina y Brasil a lo largo de estos quince años para ejercer un liderazgo estratégico.
En este contexto, la aparición de Hugo Chávez desplegando un proyecto de poder competitivo a escala regional abre una serie de interrogantes: ¿se puede explicar el fenómeno Chávez recurriendo exclusivamente a la variable de los petrodólares?; ¿hasta qué punto el liderazgo competitivo de Chávez se ha visto fortalecido por la insustancial diplomacia de prestigio impulsada por Itamaraty en los últimos años?; ¿en qué medida ha contribuido a la fragmentación regional la estrategia estadounidense de firmar acuerdos bilaterales de comercio?; ¿cuáles son los principales beneficios y los mayores perjuicios que reporta al MERCOSUR el ingreso de Venezuela como miembro pleno?; ¿por qué se puede decir que, más allá del efecto divisivo que supone el fenómeno Chávez en América del Sur, una nueva ventana de oportunidad se abre para el eje Buenos Aires-Brasilia?
¿UN SOCIO O UN PROBLEMA?
Responder de manera puntual a cada una de estas preguntas requeriría sopesar una cantidad de cuestiones que superan el espacio del aquí disponemos. Sin embargo, una respuesta global a dichos interrogantes exige precisar dos cuestiones fundamentales: en primer lugar, tanto la crisis del MERCOSUR como la diplomacia competitiva de Caracas son el resultado de factores endógenos más que de estrategias divisivas impulsadas desde el exterior; y en segundo lugar, la incorporación de Venezuela al MERCOSUR supone un renovado desafío para el eje Buenos Aires-Brasilia en cuanto a su capacidad para liderar estratégicamente el bloque.
El MERCOSUR incorpora con Venezuela, entre otros aspectos, un PIB de 130.000 millones de dólares (el tercero de la región), una tasa de crecimiento anual del 9 por ciento en 2005, un 7 por ciento del total de las reservas mundiales de petróleo, una capacidad de producción de 3 millones de barriles diarios (lo que hace de Caracas el octavo productor mundial de crudo), un mercado con una capacidad de compra en ascenso (las ventas argentinas a ese país crecieron más de un 80 por ciento y las brasileñas casi un 60 por ciento en el último año) y un importante polo financiero de la región (como lo ha demostrado la compra de los bonos de deuda argentinos).
EL PELIGRO DE LA DIPLOMACIA INTERVENCIONISTA
Sin embargo, la integración de Venezuela al bloque también implica una pesada herencia en términos de diplomacia intervencionista. En este sentido, la reciente gira del presidente Chávez en la que el mandatario apareció respaldando al régimen totalitario norcoreano de Kim Jong-Il, a la dictadura bieolorrusa de Aleksandr Lukashenko y a la teocracia iraní en el momento de mayor tensión por su programa de enriquecimiento de uranio, son una clara muestra de las alarmas que la adhesión de Venezuela debería despertar en los gobernantes del MERCOSUR.
A estos datos se suma el peligroso antecedente de la reserva emitida por Caracas en la Cumbre de Mar del Plata de 2005, en la que manifiesta su compromiso con la democracia participativa en lugar de con la democracia representativa, concepto este último utilizado por el resto de los miembros del bloque subregional.
ES LA VARIABLE ENDÓGENA, ESTÚPIDO
Readaptando el famoso lema de la campaña demócrata de Bill Clinton en 1992 (Es la economía, estúpido), América del Sur debería decir hoy: Es la variable endógena, estúpido. Esto significa que buscarle explicaciones a la diplomacia competitiva de Chávez, a la agonía de la Comunidad Andina (CAN) y al proceso de crisis (y simultáneo relanzamiento) del MERCOSUR exige una mirada introspectiva crítica.
No se trata de culpar a Estados Unidos por el despliegue de una estrategia comercial que aspira a la fragmentación del Cono Sur latinoamericano, sino más bien de analizar qué es lo que se ha hecho mal en la región para llegar a la situación actual.
LOS ERRORES DE BRASILIA
En este marco, cabe puntualizar tres cuestiones. En primer lugar, la aparición de Venezuela como un líder competitivo en la región es, en buena medida, consecuencia del error brasileño de haber desplegado en los últimos años una insustancial grand diplomacy. Así pues, el objetivo de jugar en las grandes ligas, aspirando a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad, fue minando la credibilidad de Brasilia como líder regional. La quebrantada salud del MERCOSUR es, en parte también, consecuencia de las equivocaciones de la política exterior de Brasilia (en este caso con el inestimable aporte de Buenos Aires).
En segundo lugar, la incorporación de Venezuela no modifica en nada lo que continúa siendo la principal necesidad del MERCOSUR: una asociación estratégica (incumplida hasta la actualidad) entre Argentina y Brasil. Si estos dos países lograran dar un paso adelante podrían con una visión a largo plazo extraer del vínculo con Caracas resultados altamente positivos, extensibles a los socios menores del bloque.
MODERAR A HUGO CHÁVEZ
Finalmente, el papel de Venezuela en el MERCOSUR aumentará sin duda la atención que en el futuro Estados Unidos prestarán a la región. Esto, más que un problema, debería ser una nueva ventana de oportunidad para Argentina y Brasil en momentos en que se habla de un MERCOSUR que se encuentra fuera de la agenda de la Casa Blanca.
De este modo, el eje Buenos Aires-Brasilia debería ser capaz de influir sobre Hugo Chávez, moderarlo y aprovechar este rol mediador para aumentar la densidad de sus relaciones con Washington.
Publicado por:
Federico Winsnes
fecha: 30 | 08 | 2006
hora: 7:05 pm
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Muy interesante el comentario, sobre todo la explicacion de la estrategia brasilera. El portal es una herramienta muy valida para leer la realidad mundial