México extradita a 15 zares de la droga a Estados Unidos

Por Ciro Di Costanzo (para Safe Democracy)

Ciro di Costanzo analiza la estrategia del gobierno de México –encabezado por Felipe Calderón— de extraditar a 15 zares de la droga a Estados Unidos y dice que se trata de una decisión histórica, pues faltaba la voluntad política y las condiciones legales para hacerlo. Di Costanzo cree que la administración de Calderón demuestra así fortaleza y determinación contra el narco, pero expone la debilidad del endeble sistema penitenciario mexicano. Entienda a continuación por qué México se había negado a extraditar capos del narcotráfico a Estados Unidos, al menos, hasta ahora.


Ciro Di Costanzo es periodista y analista de política internacional. Conduce actualmente uno de los programas más importantes de radio de México (Reporte 98.5fm en su tercera emisión) y es catedrático de Comunicación y Política Internacional en la Universidad Iberoamericana. Ha realizado coberturas internacionales y fue fundador del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales. Da conferencias en las principales universidades de su país y en el extranjero. Tiene una columna semanal en el diario mexicano Excélsior.

EN UN GOLPE DE FUERZA DEL ESTADO MEXICANO, se tomó la decisión de extraditar a 15 narcotraficantes relevantes a Estados Unidos. Entre los extraditados se encontraban el temido Osiel Cárdenas Guillén, Hector el güero Palma y los hermanos Higuera Guerrero, líderes de sus respectivos cárteles que continuaban operando en cárceles mexicanas y mantenían al Estado en jaque.

La decisión de la administración del presidente Felipe Calderón Hinojosa de extraditar a los grandes zares de la droga a los Estados Unidos es histórica, pues había faltado la voluntad política necesaria y los tamaños para enfrentar las consecuencias, así como las condiciones legales óptimas.

El gobierno de México ha sido tradicionalmente reticente a obsequiar extradiciones de grandes capos a Estados Unidos, no sólo por criterios estrictamente jurídicos de dilatación de procesos vía amparos, sino también por razones políticas.

TRES RAZONES DE PESO
Por un lado, se trataba de evitar patear el gallinero de los nacionalistas, aquellos que se envuelven en la bandera de México cada vez que existe cooperación en este sentido con Washington.

Con la misma cautela, ha existido siempre el miedo de que las reacciones de los narcotraficantes sean tan virulentas como en la Colombia de los años ochenta, en el trágico episodio de terror que impusieron los autollamados Extraditables, comandados por el influyente capo Pablo Escobar Gaviria, que, al grito de preferimos tumba en Colombia, que cárcel en Estados Unidos, convirtieron a Santa Fé de Bogotá en un campo de guerra.

La tercera razón por la cual el gobierno de México no se mostraba muy cooperativo en cuanto a enviar narcotraficantes de alta catadura a nuestro norteño vecino, era el temor de que éstos suministrasen información privilegiada a las autoridades norteamericanas respecto de sus contactos en altas esferas del gobierno en turno.

EL MENSAJE
Estas, entre otras razones, hacen que la decisión del presidente Calderón de extraditarlos sea trascendental y posible, gracias a que hace un par de años la Suprema Corte de Justicia definió que los tratados internacionales prevalecen sobre las leyes internas y, por tanto, permite una mayor celeridad jurídica para enviar a estos mafiosos del otro lado de la frontera.

Son dos los mensajes, claros y paradójicos: por un lado, se muestra fortaleza y determinación contra el narco, que había convertido a varias localidades mexicanas en tierras de violencia sin ley. En la otra mano se exhibe la debilidad de nuestro endeble sistema penitenciario que no puede retener a ni un solo narcotraficante de la talla de Osiel Cárdenas, ni aislarlo en el seno de sus cárceles.

Es la aceptación tácita de que el sistema de readaptación social mexicano está penetrado por el narcotráfico, que no readapta, sino que funciona como una verdadera universidad del crimen. Estos centros, en definitiva, carecen de la capacidad para hacer frente al reto que plantean organizaciones criminales de alta movilidad y recursos, con un poder corruptor suficiente para neutralizar la acción de la justicia.

Ahí está el reto, no menor, que aparece en el horizonte de los hombres del presidente.

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