Una realidad irrumpe en el horizonte de la política latinoamericana y mundial: esa realidad se llama Brasil. El papel de las inversiones españolas. El éxito económico de Lula y el pragmatismo de la izquierda.



(Desde Madrid) EL PRESIDENTE LULA ESTUVO en Madrid. Habló del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC) que impulsa el gobierno, con una inversión de 250.000 millones de dólares hasta 2010, para construir puertos, aeropuertos, carreteras y ferrocarriles.

Con una economía pujante, y con grandes desigualdades sociales (un 10 por ciento de la población posee más del 48 por ciento de la renta), con tres de sus ex ministros, y la cúpula dirigente del Partido de los Trabajadores, acusados de corrupción, con un presupuesto militar que en 2006 fue de 10.000 de euros (el de Argentina fue de 1.500), el Presidente Lula manifiesta una firme voluntad de impulsar la integración Latinoamericana.

LOS DATOS DE LA REALIDAD BRASILEÑA
Más allá de la polémica sobre la pertinencia o la inconveniencia del etanol, más allá de las desigualdades sociales (que son su asignatura pendiente), una realidad irrumpe en el horizonte de la política latinoamericana y mundial: esa realidad se llama Brasil.

Postergada tantas veces, la potencia económica y política de un país de las dimensiones de Brasil no tardaría en hacerse valer en el mundo globalizado que nos ha tocado conocer. Los datos de la realidad brasileña contrastan con los de los países vecinos: con 8.511.969 kilómetros cuadrados (España cabe 17 veces en el mapa de Brasil), es el país más extenso (el 47,3 por ciento de América del Sur), y el más poblado, pues sus 188.000.000 de ciudadanos representan más de la mitad del total. Se trata del quinto país del mundo en kilómetros cuadrados (después de Rusia, Canadá, China y Estados Unidos), y en población (después de China, India, Estados Unidos e Indonesia), y limita con todos los países sudamericanos, menos con Chile y Ecuador.

Su centralidad en el mapa de América del Sur lo pone en una situación privilegiada frente al resto de los países. Y si a principios del siglo pasado parecía que Argentina tendría el liderazgo regional, hoy hay consenso en que el papel protagónico en la región sólo lo puede desempeñar Brasil.

UNA CULTURA POLÍTICA PRAGMÁTICA
Mario Soares, ex presidente de Portugal, refiriéndose a la independencia de Brasil –tan distinta a la de sus repúblicas vecinas–, escribe: Se autoproclamó emperador de Brasil, sin disparar un tiro, entre vivas y abrazos: ¡así tuvo lugar la independencia de Brasil, en 1822 (EL PAÍS, Madrid, 11/06/2007). Como escribe el filósofo mexicano Leopoldo Zea, un buen día, el pueblo que se había dormido siendo parte de una colonia, se despierta formando parte de un imperio independiente.

En plena etapa de revoluciones políticas, en las que las nuevas ideas filosóficas (y la demanda de independencia y de libertad), incendian aquellas sociedades, Brasil demuestra que el sentido común y la moderación son suficientes para alcanzar los mismos objetivos que las repúblicas vecinas, con un coste mucho más bajo.

Años después (escribe Zea), el paso del imperio a la república siguió con la misma naturalidad que acompañó el paso de la colonia al imperio, en una demostración de pragmatismo político sin parangón en el orbe latinoamericano, sobre todo si contemplamos el azaroso y caótico siglo XIX de las repúblicas vecinas, que tampoco consiguieron enderezar su destino en el siglo XX, y que, entrado el siglo XXI, arrastran antiguos problemas, y se revelan incapaces de consolidar la integración.

La trayectoria brasileña consolida una cultura política diferente de la que prosperó en las repúblicas de habla española. En Brasil impera un sentido práctico que se echa de menos en las elites de las repúblicas vecinas, y un hábito de enfrentar los problemas que también es diferente, y que acaso tiene su origen en la influencia del eclecticismo en los pensadores brasileños, aunque esto sólo es una hipótesis de trabajo.

LAS INVERSIONES ESPAÑOLAS
España es el segundo inversor en Brasil (35.000 millones de euros), superado sólo por Estados Unidos, y Brasil es el primer destino de las exportaciones españolas en América del Sur. Telefónica ha invertido 31.000 millones de dólares, y anuncia 7.000 millones más hasta 2010. Emilio Botin (Banco Santander) elogió a Lula (Lula nos ha enseñado que el éxito también puede ser latinoamericano) y Antonio Brufau (Repsol UPF) celebró el PAC. También estuvieron en el encuentro con Lula los responsables de Iberdrola, Gas Natural, BBVA, Endesa, Abengoa, Acciona, ACS, Dragados, Gas Natural, Prisa, Iberia, OKL y Sacyr.

Contemplando el espíritu festivo y deportivo del pueblo brasileño, su actitud optimista y lúdica ante la vida, acaso no exagera Vargas Llosa cuando, tras participar en el carnaval carioca, escribe que los conservadores pueden dormir tranquilos: mientras exista el carnaval, no habrá ninguna revolución social en Brasil.

El paso de Lula por el poder le da la razón al peruano: nada de sobresaltos, nada de audacias, nada de acrobacias políticas, nada de antiyanquismo al estilo venezolano, porque la suya no es la izquierda dogmática, sino la izquierda finalista, para decirlo en la terminología que propone Helio Jaguaribe.

Los empresarios españoles vieron a un Lula que, acompañado por el Presidente Rodríguez Zapatero, tenía una expresión de rara felicidad. Si Emilio Botín tiene razón, si Lula nos ha enseñado que el éxito también puede ser latinoamericano, el presidente Lula ya tiene un lugar de honor en la historia de América Latina.