unasurdos.jpgAdemás de otorgar a Bolivia un respiro, la reciente reunión de urgencia de los doce países de la UNASUR a iniciativa de Michelle Bachelet ha supuesto sobre todo una muestra de poder inteligente y una prueba más de la consistencia del consenso por la estabilidad y el desarrollo en América Latina.

(Desde Buenos Aires) HAY QUE APLAUDIR los buenos reflejos y el ejemplar ejercicio de la diplomacia presidencial demostrados en las últimas semanas por la presidenta chilena Michelle Bachelet, a la hora de reunir de urgencia a los mandatarios sudamericanos en Santiago para respaldar a la democracia en Bolivia y volver a juntarlos en Nueva York aprovechando la Asamblea de la ONU, una semana más tarde. Con la contundente muestra de solidaridad y apoyo incluso material al gobierno legítimo de Evo Morales, aprobado el 15 de septiembre en Santiago por la unanimidad de los doce países miembros de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), Bolivia obtuvo un respiro para enfrentar mejor la crisis separatista y las amenazas de guerra civil que la mantienen en máxima tensión.

Estas reuniones han mostrado a una región con capacidad para superar sus diferencias y aunar posiciones en forma autónoma a la hora de enfrentar grandes desafíos o, al menos, crisis graves inminentes en alguno de sus países. Bachelet salió fortalecida como presidenta pro-tempore de una organización multilateral que nació hace apenas cuatro meses en Brasilia plagada de dudas e incierto futuro, y proyecta un perfil de liderazgo consistente en la arena internacional.

ÁNGULOS PERIODÍSTICAMENTE NOVEDOSOS

«La reunión regional sirvió para contrarrestar propensiones rupturistas y tendencias polarizantes que se evidencian en las coyunturas nacionales e intrarregionales» A la reunión de Santiago concurrieron nueve de los doce presidentes sudamericanos: Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina; Evo Morales, de Bolivia; Luis Inazio Lula Da Silva, de Brasil; Álvaro Uribe, de Colombia; Michelle Bachelet, de Chile; Rafael Correa, de Ecuador; Fernando Lugo, de Paraguay; Tabaré Vásquez, de Uruguay; y Hugo Chávez de Venezuela.

No asistió Alan García, de Perú, representado por su canciller José Antonio García Belaunde. Surinam y Guyana estuvieron representados por embajadores. El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza, también participó en la cumbre, pero esa vez con un protagonismo más secundario.

La reunión regional sirvió también para contrarrestar las propensiones rupturistas y tendencias polarizantes que se evidencian en las coyunturas nacionales e intrarregionales. Cronistas y analistas trasandinos destacaron el modo en que líderes de la derecha, comentarios en los grandes diarios, ciertas radioemisoras y programas de televisión se esforzaron en llamar la atención sobre pretendidos ángulos periodísticamente novedosos, como que Morales llegó en un avión venezolano, o que Chávez se adelantó a Bachelet al anunciar la reunión antes, o que el gobierno del Perú estaría ofendido porque Morales habló de sicarios peruanos como autores de crímenes, o las dudas de Lula sobre la utilidad del encuentro y otras cuestiones, banalizado la reunión de presidentes.

LOS ACUERDOS

Vale la pena tomar en consideración los nueve puntos de acuerdo sustanciales entre los jefes y jefas de Estados sudamericanos:

1. Expresan su más pleno y decidido respaldo al Gobierno Constitucional del presidente de la República de Bolivia Evo Morales, cuyo mandato fue ratificado por una amplia mayoría en el reciente Referéndum.

2. Advierten que sus respectivos Gobiernos rechazan enérgicamente y no reconocerán cualquier situación que implique un intento de golpe civil, la ruptura del orden institucional o que comprometan la integridad territorial de la República de Bolivia. «Instan a todos los miembros de la sociedad boliviana a preservar la unidad nacional y la integridad territorial de ese país»

3. Consecuente con lo anterior, y en consideración a la grave situación que afecta a la hermana República de Bolivia, condenan el ataque a instalaciones gubernamentales y a la fuerza pública por parte de grupos que buscan la desestabilización de la democracia boliviana, exigiendo la pronta devolución de esas instalaciones como condición para el inicio de un proceso de diálogo.

4. A la vez, hacen una llamada a todos los actores políticos y sociales involucrados a que tomen las medidas necesarias para que cesen inmediatamente las acciones de violencia, intimidación y desacato a la institucionalidad democrática y al orden jurídico establecido.

5. En este contexto, expresan su más firme condena a la masacre que se vivió en el Departamento de Pando y respaldan la llamada realizado por el Gobierno boliviano para que una Comisión de UNASUR pueda constituirse en ese hermano país para realizar una investigación imparcial que permita esclarecer, en breve, este lamentable suceso y formular recomendaciones de tal manera de garantizar que el mismo no quede en la impunidad. «Todo esto ocurrió en el Palacio de la Moneda, el mismo palacio destruido por la aviación en similares fechas de otro septiembre, 35 años atrás. Algo ha cambiado en la región»

6. Instan a todos los miembros de la sociedad boliviana a preservar la unidad nacional y la integridad territorial de ese país, fundamentos básicos de todo Estado y a rechazar cualquier intento de socavar estos principios.

7. Hacen una llamada al diálogo para establecer las condiciones que permitan superar la actual situación y concertar la búsqueda de una solución sustentable en el marco del pleno respeto al estado de derecho y al orden legal vigente.

8. En ese sentido, los presidentes de UNASUR acuerdan crear una Comisión abierta a todos sus miembros, coordinada por la Presidencia Pro-Tempore, para acompañar los trabajos de una mesa de diálogo conducida por el legítimo Gobierno de Bolivia.

9. Crean una Comisión de apoyo y asistencia al Gobierno de Bolivia en función de sus requerimientos, incluyendo recursos humanos especializados.

Todo esto ocurrió en el Palacio de la Moneda, el mismo palacio destruido por la aviación en similares fechas de otro septiembre, 35 años atrás. Algo ha cambiado en la región. Otra muestra de ello, a su regreso a Caracas, Chávez anunció que una subcomisión logística se ocupará de abastecer a Bolivia de combustibles y alimentos si se produce una escasez como la que hubo en Chile para derrocar a Salvador Allende o el desabastecimiento creado en Venezuela por la huelga patronal durante el golpe de 2002.

UNA INVERSIÓN ESTRATÉGICA

«Una prueba más de la consistencia de este consenso regional se dará cuando se encuentren en El Salvador en la Cumbre Iberoamericana, un año después de que el Rey Juan Carlos mandara a callar al presidente venezolano» Esta actuación conjunta puede ser un indicador de ejercicio de poder inteligente, en un panorama por demás complicado por las renacidas disputas por esferas de influencia que prometen escalar en Sudamérica junto a las proyecciones armamentistas. El poder inteligente, definido por Joseph Nye como la capacidad de combinar el poder duro de la coerción disuasiva con el poder blando de la atracción hacia una estrategia exitosa, se entiende también en esta región como la capacidad de las democracias para establecer alianzas, sociedades e instituciones multilaterales, muchas de las cuales se han alterado en los últimos años, debido a enfoques unilaterales y a las políticas de poder estrictamente nacionales que obstaculizan la creación de espacios regionales cooperativos. Por eso el poder inteligente incluye también incrementar el papel del desarrollo económico para ayudar a alinear los intereses nacionales con los de otros países, con iniciativas en áreas definidas como bienes públicos globales (medio ambiente, derechos humanos, salud pública, alimentos).

Invertir en una diplomacia pública que no se concentre tan sólo en las relaciones entre gobiernos como en los contactos cara a cara, la educación y los intercambios que involucran a la sociedad civil y apuntan a la gente joven; todo ello es, en definitiva, una inversión estratégica para cada uno de los países y para Sudamérica en su conjunto.

De todos modos, una prueba más de la consistencia de este consenso regional –y de que éste cuenta para algo más que para afrontar crisis o amenazas graves o como foro de riña para pelearse con algún mentado Imperio extrarregional– se dará en pocas semanas cuando se encuentren a finales de octubre en El Salvador en la Cumbre Iberoamericana, un año después de que el Rey Juan Carlos mandara a callar al presidente venezolano.