che_guevara_fidel_castro.jpgLos problemas que tienen los cubanos tras medio siglo de férrea dictadura reflejan el fracaso del modelo, caudillista anacrónico, que Fidel Castro y sus seguidores implementaron en la isla, dice el autor. El sueño de la revolución se rompió hace mucho.

(Desde Montevideo) EN LA MAYORÍA DE LOS PAÍSES democráticos los gobiernos tienen un año de gracia; el régimen cubano ya tuvo cincuenta años, un tiempo más que suficiente para cumplir con las promesas que había realizado cuando tomó el poder. Sin embargo, medio siglo después de un gobierno dictatorial, en donde el omnipotente Fidel Castro guió y moldeó a su antojo a esa sociedad, el balance es negativo para la isla y, por extensión para América Latina.

Las promesas revolucionarias de los hermanos Castro que inspiraron la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista fueron incumplidas. Más rápido de lo que muchos creían, el proceso político fue dejando de lado los sueños por los que muchos lucharon y murieron.

PROMESAS INCUMPLIDAS

Incumplida quedó la gran promesa que había sido plasmada en el Manifiesto de la Sierra Maestra: «Otra importante promesa incumplida fue el derecho a la libertad de expresión» El gobierno provisional celebrará elecciones generales en el término de un año y entregará el poder inmediatamente al candidato que resulte electo. La verdadera intención de Fidel Castro, ya en el poder, fue revelada el 1 de mayo de 1960 con una breve, repetida y lapidaria frase: Elecciones, ¿para qué? Fidel Castro proclamó, y pregonó entre la izquierda latinoamericana, su rechazo al pluripartidismo símbolo de las democracias liberales, porque según dijo, es una pluriporqueria. Su prédica, por cierto, fue seguida al pie de la letra por sus seguidores en Latinoamérica con nefastas consecuencias, especialmente en las décadas del 60 y 70.

Otra importante promesa incumplida fue el derecho a la libertad de expresión. El 6 de enero de 1959, rumbo a su entrada triunfal en La Habana, Fidel Castro declaraba: Al derrocarse la tiranía, quedaron restablecidos automáticamente todos los derechos ciudadanos, incluso el derecho de disentir y hacer oposición.

Ahora hablará el que quiera, bien o mal, pero hablará el que quiera (…) habrá libertad (…) Libertad para que nos critiquen y nos ataquen; siempre será un placer hablar cuando nos combaten con la libertad que hemos ayudado a conquistar para todos, prometía Fidel Castro.

Al año y medio del triunfo revolucionario no quedaba un solo diario, ni estación de radio y señal de televisión sin ser confiscados. Poco después, las prisiones se llenarían de opositores y el sanguinario paredón volvería a funcionar, en paralelo con el confinamiento de miles de opositores, homosexuales y los llamados antisociales en campos de trabajos forzados.

POLÍTICA ANTIESTADOUNIDENSE

«Pese a constantes violaciones de los derechos humanos, el régimen es aún hoy, cincuenta años después, defendido por la izquierda latinoamericana que siempre la consideró su meca» Castro estuvo a salvo de las críticas de los intelectuales durante décadas. Casi ninguno de ellos denunció –y sí muchos justificaron– las ejecuciones de cientos de colaboradores del régimen de Batista, condenados en juicios sumarísimos donde no se hacía diferencia entre los verdaderos culpables de crímenes y funcionarios sin relevancia. Seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte, declaraba Ernesto Che Guevara, blandiendo su arma.

La lista de promesas incumplidas en medio siglo es extensa. Los cubanos más viejos aún recuerdan el compromiso de que con el triunfo de la revolución se restauraría la Constitución de 1940. Sin embargo, el régimen, en su lugar, instauró en 1976 una Constitución Socialista, de la mano de los millonarios subsidios de la Unión Soviética que así importaba y consolidaba su modelo marxista-leninista en América Latina.

Pese a constantes violaciones de los derechos humanos, el régimen es aún hoy, cincuenta años después, defendido por la izquierda latinoamericana que siempre la consideró su meca «En su historia de opresión, de fusilamientos y represión de la disidencia, la dictadura exalta como logro la salud y una educación ideologizada, altamente cuestionable» y fuente de todos los movimientos guerrilleros que operaron en la región. Hoy, aún es un sacrilegio, un pecado, criticar al régimen cubano.

Su política antiestadounidense le dio al gobierno de Fidel Castro la patente de corso, para hacer e intervenir a su antojo en los cinco continentes, sin el más mínimo cuestionamiento de los partidos de izquierda. De allí salía el apoyo material e ideológico para todos los intentos revolucionarios. El jefe de la Inteligencia, el comandante Manuel Piñeiro, más conocido como Barbarroja, era el encargado de la logística de esa internacional revolucionaria. En la isla recibían entrenamiento militar y formación política en campamentos secretos los militantes izquierdistas. A partir de los testimonios de ex guerrilleros latinoamericanos, se sabe que había también profesionales de la violencia africanos, palestinos, irlandeses y vascos, que eran entrenados por motivos ideológicos, o simplemente por el dinero que llevaban a la isla, productos de sus operaciones.

UN FUTURO QUE NUNCA LLEGA

Cincuenta años es demasiado tiempo y muchas son los testimonios que muestran los vaivenes de la política cubana, según las influencias y los experimentos de las distintas izquierdas de la época.

«Ningún régimen dictatorial se puede justificar, por más que sus intenciones sean supuestamente las más loables y apunten a un bien mayor» En su historia de opresión, de fusilamientos y represión de la disidencia, la dictadura exalta como logro la salud y una educación ideologizada, altamente cuestionable. De ser ciertas todas esas bondades, ¿cómo puede explicarse la salida del país de casi dos millones de personas en una población de algo más de once? ¿Cómo se explica que los hijos de la revolución, entre ellos, profesionales, militares, deportistas, se queden en países democráticos y no regresen a la isla? La respuesta es elemental, se cansaron de décadas de promesas y sacrificios para un futuro que nunca llega.

Hasta la fecha el Archivo Cuba ha documentado más de 8.237 víctimas del régimen a partir del 1 de enero del 1959.

Hasta el 15 de diciembre del 2008, se han registrado 5.732 fusilamientos, asesinatos y desapariciones. Además se han constatados 515 muertes en prisión por negligencia médica, suicidio y accidente. Estas cifras, que representan una suma parcial y creciente, ya constituyen más de dos veces el total oficial de todas las desapariciones y muertes (3.197) causadas por el régimen militar chileno del dictador Augusto Pinochet. Sin embargo, mientras Pinochet fue objeto de la condena mundial merecidamente, Fidel Castro ha recibido el pláceme de las más influyentes figuras de la comunidad internacional.

Yo no creo en los dictadores buenos y malos, de izquierda y derecha. Ningún régimen dictatorial se puede justificar, por más que sus intenciones sean supuestamente las más loables y apunten a un bien mayor.

77.000 VIDAS PERDIDAS EN EL MAR

Solamente en el 2008 se han registrado 42 muertes en prisiones de Cuba, dos asesinatos por guardias penales, 23 muertes por falta de cuidado médico, 11 suicidios, dos por accidentes en circunstancias de negligencia, y una sin causa reportada.

El capítulo de los balseros, que con sus mujeres e hijos, salieron de la isla y naufragaron en el empeño, murieron de sed y hambre o fueron pasto de los tiburones, es un drama que ya es parte de medio siglo de la historia de Cuba.

«Hace medio siglo, los cubanos tenían una renta per cápita de 431 dólares. Hoy el salario promedio de los cubanos es de alrededor de 20 dólares mensuales» Se estima que los muertos en intentos de salida por mar pudieran superar los 77.000. Este cálculo econométrico fue realizado con datos del Servicio Guardacostas de Estados Unidos y estudios realizados en las universidades de Miami y La Habana, respectivamente. Pero la cifra exacta de balseros es imposible de constatar. Intentando cruzar el muro de Berlín durante la guerra fría murieron 227 personas.

En Cuba casi el 10 por ciento de la población huyó al exilio y cientos de miles de familias quedaron separadas o rotas, y muchas sin poder reencontrarse durante muchos años.

En celdas de toda la isla hay 219 presos políticos, según Elizardo Sánchez, de la ilegal Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. En 1964 Fidel admitió que había 15.000 presos políticos.

Sánchez, es un ex profesor de marxismo que estuvo ocho años en prisión por no compartir las ideas del régimen. Para él, las cosas son muy claras: Después 50 años, el gobierno todavía no puede garantizar derechos civiles o políticos.

DATOS DE AYER Y DATOS DE HOY

Hace medio siglo, los cubanos tenían una renta per cápita de 431 dólares. Hoy el salario promedio de los cubanos es de alrededor de 20 dólares mensuales, según lo han reconocido los medios oficiales, lo que daría un ingreso promedio de 240 dólares anuales. Cinco décadas después, los cubanos tienen un ingreso per cápita más bajo que gran parte de los países latinoamericanos.

Cuba tenía una de las tasas de mortalidad infantil más baja del mundo para la época, de 37 por cada mil. Hoy es la más baja de su historia, 4,7 por cada mil nacidos vivos, un poco más baja que la de Chile, según el Informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas del 2008. «La deuda externa creció de 100 millones de dólares a 16.000 millones dólares y el déficit de la balanza comercial subió de 39 millones dólares a 10.000 millones de dólares»

Era el cuarto país alfabetizado en América Latina en 1953, con una tasa de 76 por ciento. Hoy, cincuenta años después, tiene un 99,8 por ciento de alfabetización entre los adultos, uno por ciento más que Trinidad y Tobago.

Era en 1959 el tercer país con número más alto per cápita de médicos y dentistas. Cuba tenia más de 40 laboratorios farmacéuticos que producían el 50 por ciento de las medicinas que se consumían en la isla. En 1959 Cuba era el tercer país en América Latina en número de radios y televisores.

Hoy tienen menos televisores, teléfonos, computadoras y automóviles en proporción con su población que la mayoría de los países de la región y figuran en el último lugar de América Latina en porcentaje de personas con acceso a Internet, incluso por debajo de Haití, el país más pobre de la región.

Mientras que en el periodo 1954-57 un cubano consumía una media de 2.730 calorías al día, uno de los índices más altos de toda América Latina, en 1995-97 consumía 2.417 calorías, un 11,5 por ciento menos, señala un estudio académico de la Universidad de Miami, que tomó las estadísticas de organismos internacionales de la época.

La deuda externa creció de 100 millones de dólares a 16.000 millones dólares y el déficit de la balanza comercial subió de 39 millones dólares a 10.000 millones de dólares. La producción azucarera apenas alcanza el millón de toneladas, obligando a la isla a importar azúcar de Colombia y Brasil. Las cabezas de ganado se redujeron de 5.7 millones a 3.8 millones, más allá de los experimentos genéticos que supervisaron los hermanos Castro y de los que se vanagloriaban.

MODELO FRACASADO

¿Cuál es el balance entonces tras medio siglo de poder absoluto? El gobierno cubano admite un sinnúmero de problemas. Ineficiencia productiva, burocracia, brechas sociales, corrupción y robos al Estado.

Autoritarismo, educación ideologizada, intolerancia, exiliados, censura, falta de libertad de prensa y de elecciones democráticos –el Partido Comunista es el único legal–, presos políticos y represión a la oposición, es una gran parte del saldo de cincuenta años.

También es cierto, que medio siglo después, Raúl Castro intenta dejar atrás la forma de gobernar de su hermano Fidel y hacer algunas reformas ante los viejos problemas irresueltos. El nuevo presidente cubano quiere gobernar con el marco de las instituciones del régimen –lo que no quiere decir democracia–, y para ello barrió a la mayoría de los hombres incondicionales a su hermano de los puestos de decisión y gestión. Raúl Castro intenta revertir la máxima de su hermano Fidel: Cuba soy yo. La tarea es bastante difícil, nadie quiere perder sus privilegios y prebendas, menos en tiempo de crisis y de futuros inciertos. Los que ostentan el poder en la isla hace mucho que dejaron de creer en el llamado hombre nuevo. El divorcio entre los dirigentes y sus organizaciones con la maltrecha sociedad, es evidente. El paraíso terrenal prometido nunca llegó, más allá de algunos logros que conquistaron en detrimento de muchos otros.

Los problemas que tienen los cubanos tras medio siglo de férrea dictadura no son la consecuencia del embargo de Estados Unidos, como tampoco de la millonaria subvención de la ex Unión Soviética que llegó a la isla, ni de los 92.000 barriles diarios de petróleo venezolano barato que hoy recibe de su aliado Hugo Chávez. El problema en Cuba está en su interior. Es el fracaso del modelo, caudillista anacrónico, que Fidel Castro y sus seguidores implementaron a sangre y fuego. El sueño se rompió hace mucho.