fujimori_juicio.jpgEl desenlace del juicio al ex presidente Fujimori por graves violaciones a los derechos humanos durante la guerra antiterrorista contra Sendero Luminoso ofrece a Perú la oportunidad de dotar de mayor solidez a la legalidad democrática, la justicia republicana y a la vigencia plena de los derechos humanos.

(Desde Cuzco) DENTRO DE POCOS DÍAS se conocerá la sentencia en el juicio al ex presidente Alberto Fujimori por graves violaciones a los derechos humanos, la responsabilidad que le cupo en las matanzas cometidas durante la guerra antiterrorista contra Sendero Luminoso en los años 90.

Es un juicio ejemplar, que ofrece a Perú la posibilidad de resignificar y dotar de mayor solidez a los basamentos de la legalidad democrática, la justicia republicana y a la vigencia plena de los derechos humanos.

MATRIZ PASADO-PRESENTE-FUTURO

Durante estos mismos días, «Hay un pasado en el que podemos reconocer ciertas desgracias y crímenes que ya no podrán segar la construcción del futuro» se ha avivado la controversia por el rechazo del Gobierno de Alan García a una donación ofrecida por el gobierno alemán para la construcción de un Museo de la Memoria en homenaje a las victimas de la represión ilegal y el terrorismo.

A lo largo de estos mismos días también, el Ejecutivo ha tenido que hacer frente a varios casos de corrupción policial y penitenciaria, de espionaje político y de asesinatos atribuidos a bandas de sicarios, sumados a la persistente acción del narcotráfico.

Estas cuestiones, tan presentes en el caleidoscopio latinoamericano, se encuentran entrelazadas. Se vinculan en una misma matriz pasado-presente-futuro, referidas a una misma cuestión principal: los alcances de la justicia retroactiva y de la memoria histórica, los fines colectivamente fijados y los medios admisibles para alcanzarlos.

PUNTO DE BIFURCACIÓN

«… muchos se preguntan cuánto durará ese tiempo en terminar de agotarse, cuánto tiempo mas le tomaría a la memoria desaparecer…» No todo es presente continuo y conflicto permanente de intereses en la realidad de nuestros países, con sociedades principalmente preocupadas por la inseguridad ciudadana, el paro, la pobreza y la injusticia. También existe un pasado que está ahí y que sopla en las nucas, pero que puede ser, sin embargo, una fuente de enseñanzas para prevenir tragedias y repeticiones compulsivas del fracaso. Un pasado en el que podemos reconocer que hay ciertas desgracias y crímenes que ya no podrán segar la construcción del futuro.

Para Perú, estos días reflejan bien este punto de bifurcación en el que, como lo describe en su excelente novela Abril rojo Santiago Roncagliolo, muchos se preguntan cuánto durará ese tiempo en terminar de agotarse, cuánto tiempo mas le tomaría a la memoria desaparecer, al dolor en extinguirse, a las heridas cicatrizar, a los ojos cerrarse.

EL DESAFÍO DE ALAN GARCÍA

Una década más tarde, se cierra un capítulo abierto del pasado representado por Fujimori (1990-2000), etapa que fue el modo en el que este país salió de la crisis terminal que le dejó la década precedente, representada por el primer Gobierno de Alan García (1985-1990).

Y es nuevamente a Alan García (2006/2011), a quien le toca el desafío de permitir el trazado de un camino de verdadera renovación, o pilotear un retorno al punto de origen, cerrando el ciclo de esta primera década del siglo XXI en la que también se cumplen treinta años del inicio de esta larga transición a la democracia.

Existe una enseñanza que deja ya el juicio contra Fujimori: una democracia se niega a sí misma cuando utiliza los métodos de una dictadura, cualesquiera fueran los justificativos, contextos o motivaciones.