mapuches-bandera-en-chillanHacia mediados de 1536 el expedicionario español Diego de Almagro, tras una larga travesía desde el Cuzco (Perú) se interna en los territorios al sur de esa ciudad (hoy el norte de Chile). Llega al valle de Copiapó y en nombre de la real corona española toma posesión de esos territorios.

Insuflado de esperanzas, por las leyendas de la colosal abundancia de oro, continúa más al sur, llegando hasta el borde norte del río Itata (en el sur del Chile actual). Sin embargo, desalentado por la realidad: no encontró ni una onza de oro y por la belicosidad de los naturales, que cuidaban sus tierras hasta rendir la vida, decide emprender el regreso. Con la ilusión rota deja los territorios.

Sólo cuatro años más tarde un soldado con experiencia de combate en Flandes e Italia, sale en una nueva misión desde el Cuzco, con la esperanza de obtener lo que Almagro no pudo. Así, Pedro de Valdivia emprende un largo viaje con una expedición mejor equipada. Logra atravesar desde la actual frontera norte de Chile hasta el valle central, y en el Cerro Huelén (actual Santa Lucía) funda la ciudad de Santiago (hoy ciudad capital de Chile) un año después de iniciado el viaje.

En 1550 Valdivia viaja con rumbo al sur de la región, insuflado de deseos de victoria sobre los naturales, los mismos que desalentaron a Almagro. En este periplo funda importantes ciudades como Concepción, Imperial, Villarrica y Arauco. Parece ser todo un conquistador de la época: aguerrido y exitoso. Pero el destino le tendría reservado un futuro diferente. En el fuerte Tucapel, se enfrenta a los mapuches, liderados por un joven de nombre Lautaro. En este combate Valdivia es inhabilitado por un golpe de macana, cortan su cabeza y, conforme a sus reglas y códigos, la exhiben ensartada en una lanza.

Han transcurrido cerca de quinientos años, y la discusión aún existe respecto de los verdaderos de conquistadores y conquistados, discusión por lo demás extendida a toda América Latina. ¿La conquista armada valida la propiedad y goce de territorios?, ¿Los naturales de cada lugar son los legítimos detentadores de los derechos sobre las tierras y sus riquezas? Hasta en las guerras y contiendas contemporáneas el conflicto entre el conquistador –a veces invasor- y el conquistado es debatido en organismos multilaterales y en el nivel diplomático. Siempre será un debate en tiempo presente, parece que el apetito de conquista está en el genoma del hombre, aún cuando siempre habrá alguien que reclame sus derechos ante estas acciones. El poder y las riquezas suelen gatillar estos eventos.

En Chile, se debate hoy, en diversos círculos, acerca del rebrote del conflicto entre mapuches y los chilenos no indígenas que ocupan y producen en las tierras del sur. Estos conflictos ocurren en los Estados Unidos, en Australia, en España y el País Vasco, y han ocurrido siempre, pues el mapa actual de países no es el mismo de sus orígenes y ancestros, todo lo han cambiado las conquistas a través de la historia. Pero hay que encontrarle una salida a la altura de los tiempos.

Los autóctonos radicalizados y fundamentalistas siempre pedirán casi ser un estado independiente, incluso negándose al progreso de la ciencia, la tecnología, la educación y la medicina modernas. Los propietarios y usufructuarios de las tierras y producción, también de postura fundamentalista, apenas se dignan a pagar un salario de subsistencia. Como en todo, también coexisten múltiples posturas intermedias, pero por cierto con menos notoriedad pública.

Para un gobierno y un país como Chile, con admirables avances en los últimos cincuenta años, en relación a las principales naciones del globo, y con un apetito por alcanzar elevados niveles de desarrollo humano, esta es una oportunidad de integrar a todos sus miembros en un gran proyecto de futuro. Es cierto que los radicalizados siempre son huesos duros de roer, no obstante hay casos que han resuelto conflictos análogos con un razonable éxito, tal es el caso de Australia.

En el caso de Chile, por su larga geografía, existe un sentimiento natural de lejanía de muchos por lo que el Estado debe desplegar acciones que propendan a la integración y la cohesión de sus habitantes. Quizás un gran proyecto nacional pueda cautivar a muchos. Chile una gran productora de servicios y tecnología con estaciones productivas en distintos puntos geográficos, proyectándose al futuro como una familia. Quienes habitan en la zona austral, en el norte desértico, en Isla de Pascua, en la Isla Juan Fernández, podrían ser parte de este proyecto. La tecnología de las comunicaciones e Internet pueden hacer mucho en este proceso.

Incluso un ex ministro de estado y alcalde, de origen mapuche ha explicado con crudeza, y mirando a los ojos, cuál es la verdadera demanda de los mapuches. De modo que, más allá de intereses particulares o posturas ideologizadas, Chile está en un conflicto con sus orígenes. Cada chileno tiene una alta probabilidad de llevar sangre tanto española como mapuche, además de las múltiples otras etnias que se han mezclado, producto del intercambio, integración y modernidad.

Para encaminarse al desarrollo, este país debe unir a todos los integrantes de la nación, hacerlos uno más en un gran ideario nacional, buscando el progreso y el desarrollo de esta comunidad, ejemplo en Iberoamérica. Una república con vocación democrática, defensora y cultivadora de la paz, con una naturaleza privilegiada, con líderes, profesionales e intelectuales de gran valía, se merece no sólo pacificarse con sus raíces, sino que convertirse en un país modelo para todo el mundo.